José Triano, ingeniero electromecánico, recuerda con emoción su primer trabajo profesional en la visita del Papa Juan Pablo II a Paraná en 1987. "Recibir el rosario bendecido fue un gesto que nunca olvidaré", contó, agradecido por la experiencia.
El 9 de abril de 1987, el Papa Juan Pablo II visitó Paraná, y con su llegada, marcó un antes y un después en la vida de José Triano. En aquel entonces, recién graduado como ingeniero electromecánico, José tuvo la oportunidad de ser parte de un evento histórico, un momento que atesora con mucho cariño: su primer trabajo profesional como ingeniero.
"Fue algo que nunca había contado, pero que siempre atesoro con mucho cariño", recordó emocionado José, a Elonce quien, siendo recién recibido en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), se vio de pronto en la comisión encargada del sonido para la visita del Papa. Gracias a su amistad con la gente una Radio, y a la conexión de Jorge Cordini en el arzobispado, José fue llamado para supervisar el equipamiento de sonido, iluminación y filmación necesarios para la histórica visita.
"Era un desafío enorme", explicó. "Nunca me habían encomendado una tarea tan grande, pero acepté con mucho gusto. El trabajo fue arduo, duró meses y requería que todo estuviera perfecto. Si algo no salía bien, el Papa no podía bajar." La tarea fue compleja y exigente, ya que se debía cumplir con los más altos estándares para recibir al Pontífice.
Recordó aquel día lluvioso en el que todo se preparó con precisión. A pesar del clima desapacible, la llegada del Papa fue imponente, con una custodia estricta tanto policial como del equipo del Papa. "El escenario era impresionante. Para Paraná, eso fue algo espectacular", recordó.
Lo que José jamás olvidará, sin embargo, no fue solo el trabajo técnico detrás de aquel evento, sino el gesto de Juan Pablo II, quien, al final de la jornada, repartió un rosario bendecido a todos los colaboradores. "Recibir ese rosario de mano del Papa fue una emoción indescriptible. Para nosotros, fue más que una paga, fue un reconocimiento que nunca olvidaré", señaló mientras mostraba el rosario que todavía conserva, algo que para él representa no solo su esfuerzo profesional, sino el orgullo de haber sido parte de ese momento tan significativo para la ciudad de Paraná.
“Esto fue el pago, la recompensa por todo el trabajo que realizamos. Un rosario bendecido por el Papa, algo que no tiene precio”, dijo, con emoción. Para José, ese rosario es mucho más que un objeto físico: es el recuerdo de su primer gran desafío profesional, de un trabajo bien hecho, y de un gesto de gratitud que perdurará por siempre en su corazón.