Elonce rescató el testimonio del sacerdote Ariel Folonier, quien rememoró los orígenes de su vocación y argumentó el por qué valieron la pena las renuncias para una vida dedicada al servicio de la vida religiosa.
El día del Sacerdote y Párroco se conmemora en honor al fallecimiento de San Juan Bautista María Vianney: el “Santo Cura de Ars”, patrono de los sacerdotes, en especial de los párrocos. Elonce rescató el testimonio del sacerdote Ariel Folonier, quien rememoró los orígenes de su vocación y argumentó el por qué valieron la pena las renuncias para una vida dedicada al servicio de la vida religiosa.
“Si uno le pregunta a cualquiera de los Campeones del mundo por las renuncias, dirán que no las tuvieron en cuenta, porque si bien renunciaron a un montón de cosas, la meta era tan grande y tan apasionante que comparado, quedaba chico”, aseguró el sacerdote. Y agregó: “Nos atrajo el ser cura de un modo tal que aquello que implicaba renunciar quedó chico”.
Folonier es oriundo de la costa del río Uruguay y el mayor de nueve hermanos; actualmente, es uno de los sacerdotes de la parroquia San Agustín del barrio homónimo en Paraná. De hecho, mencionó que la feligresía de la barriada “es muy buena, muy cariñosa y muy cercana”. Según contó a Elonce, ya les llevaron exquisiteces para degustar en su día: “Son formas de expresar el cariño que ellos sienten por los sacerdotes”, agradeció.
Consultado al sacerdote por las renuncias que tuvo en su vida para dedicarse al servicio de la religión, éste comparó: “Cuando alguien se va lejos a estudiar o alguien se enamora de una persona de otra provincia y se va a vivir allá, no piensa en las renuncias, porque es tan grande lo que les atrae, lo que quieren, que ya está”. “Y por supuesto que quien no lo vea así, le parecerá que un sacerdote no se podrá casar, no tendrá tal cosa, implica una renuncia, pero comparado con lo que uno abraza, queda chico”, fundamentó.
Su vocación
Para Folonier, su vocación por el sacerdocio nació en el interior su familia. “Mi primer seminario fueron mis abuelos maternos, mis padres, quienes fueron sembrando mi vocación desde un ambiente religioso y la sentí expresamente en un grupo parroquial; los grupos de jóvenes íbamos a misionar, hacíamos campamentos y en ese ambiente, así como otros se ponían de novios y se preparaban para casarse, yo viendo lo que el cura hacía, sentía que quería hacer lo mismo”, contó.
Según sostuvo, su mentor fue el Padre Heraldo. “Cuando yo era un gurí de 14 años, él me prestó un libro sobre la vida del cura de Ars, por quien hoy celebramos el día del sacerdote”, repasó.
“A la vocación por el sacerdocio la sentí expresamente el lunes feriado después del Día de la Bandera de 1996 cuando volvíamos de un encuentro de jóvenes, rezando el rosario, sentí que tenía que ser cura. Y nunca más dudé”, aseguró el cura del barrio San Agustín.
“En la vida sacerdotal, el acompañamiento en momentos de dificultad, el estar presente cuando pierde un ser querido, cuando alguien enferma, el escuchar a alguien que tiene dudas y uno da una palabra y clarifica, son momentos en los que uno dice ¡Vale la pena ser cura!”, sentenció el cura.
E insistió: “Vale la pena el haber renunciado a una familia propia y a hijos propios, porque hay otros que te sienten como de su familia”. “Cada vez que uno como sacerdote descubre o encuentra situaciones en las que se hace valiosa nuestra presencia, es cuando decimos ¡Vale la pena ser cura! Más allá de todas las dificultades”, recalcó.
Sobre la religiosidad
“Estamos ante un cambio generacional a nivel mundial, no solo a nivel eclesial y religioso, sino que es un cambio de época viendo cómo nos acomodamos, como si fuera después de un terremoto. A nivel filosófico-sociológico, experimentamos una fuerte sacudida con la posmodernidad y el cuestionamiento en torno a una verdad o que no la haya. Son planteos que inciden en la mirada sobre la fe, sobre la existencia de un ser superior o no, si tengo que amarle y conocerle o no; y todo eso hace difícil la proclamación de lo religioso. Pero el ser humano sigue siendo el mismo y tiene escrito en el corazón, la necesidad de Dios”, expuso Folonier.
“En los momentos cruciales de nuestra existencia, como en una crisis personal, es imposible que uno no levante la mirada hacia arriba, por lo menos, para reprocharle: `Existís o no´. Somos criaturas y es imposible que no me refiera a algo que sea superior y ahí aparece la religiosidad, la referencia natural a la fe”, refirió el sacerdote.
(Elonce)