El grupo etario de los adultos mayores de 65 años es proclive a sufrir accidentes domésticos, por lo que es importante, tomar recaudos y saber cómo accionar en esas situaciones.
Los mayores de 65 años son el principal grupo que sufre accidentes en sus hogares. Si bien la mayoría de las veces las caídas dejan secuelas leves o moderadas, también pueden ser fatales.
Un informe de la Universidad de Harvard, revela que entre el 30% y el 40% de las personas mayores de 65 años que viven en sus casas se cae cada año y la cantidad aumenta al 50% en mayores de 80 años.
La Organización Mundial de la Salud señala que las lesiones accidentales o no intencionales son la segunda causa de muerte en el mundo, donde los adultos mayores son los más vulnerables y con más riesgo de muerte o lesiones fatales.
Especialistas afirman que éstos son más propensos a caerse debido a la debilidad muscular, ya que a partir de los 70 años la pérdida de masa muscular (conocida como sarcopenia) aumenta considerablemente, más que en otra etapa vital.
Además, existen otros factores como la menor respuesta de los reflejos, las dificultades visuales o la pérdida de equilibrio que aumentan con la edad.
En este sentido, los especialistas también indican que las caídas en este grupo etario pueden deberse a varios factores: médicos, funcionales, mentales, psicoafectivos y farmacológicos, por ello es importante llevar un control que tenga en cuenta las funciones cognitivas, funcionales y emocionales.
Recomendaciones
Además de los consejos como colocar cámaras de seguridad, pulseras que detectan las caídas o el uso de celulares, se recomienda que, en caso de una caída de un anciano, la persona debe aguardar a estar en plena conciencia y reconocer su integridad física antes de ponerse de pie. Debe mover sus articulaciones para corroborar si tiene fracturas. En caso de que la persona esté mareada, es preferible esperar a que alguien con la fuerza física necesaria pueda asistirla.
Así mismo, una adecuada alimentación es fundamental junto con la posibilidad de realizar ejercicios aeróbicos (como caminatas, baile o bicicleta), ejercicios de fuerza muscular, estiramientos (como pilates, yoga u otros) y de marcha/equilibrio (tai chi, judo).