Fue encontrada muerta en el galpón de su casa en González Catán. Su marido, también enfermero, está detenido. Vivía una pesadilla dentro de su casa, según cuenta una de sus amigas que reveló escalofriantes detalles.
La enfermera Elizabeth Di Legge, de 47 años que fue encontrada muerta en el galpón detrás de su casa en González Catán. Una amiga de ella dio a conocer detalles del drama que viví la mujer. "¿Qué estás esperando, Eli? ¿Morirte, que te mate? Salí de ahí de una vez, llevate a tu hijo y vénganse a casa", le había dicho.
Valentina es acompañante terapéutica y la tesis con la que se recibió hace dos años fue "El caso Elizabeth".
"Me saqué un 10 y Eli, pese a la tristeza de lo que yo describí, porque describí su vida amarga y triste, me felicitó", dice Valentina mientras regresa de la comisaría de Laferrere donde hizo una denuncia contra el marido de Elizabeth.
"Para mí él tuvo algo que ver psicológica o físicamente, la tenía anulada pobre mujer. Eli no se iba a suicidar, porque estaba pegada a su hijo más chiquito, enfermo de artritis reumatoidea", asegura.
La enfermera fue encontrada muerta este lunes al mediodía dentro de un galpón de su casa, en la que vivía junto a sus tres hijos de 20, 16 y el de 11, además de su marido, padre de los tres hijos. Para ingresar, los policías debieron forzar una puerta y fue Afra, perro de la brigada de la Policía Bonaerense, quien marcara el lugar donde se produjo el hallazgo.
Nacida en Junín, Elizabeth estaba desaparecida desde el viernes, cuando su propio esposo -que se encuentra detenido- hizo la denuncia sobre su "ausencia".
A primera vista, lo que se pudo construir de la vida de Elizabeth es que era una mujer fuerte pero sufrida, que intentaba no mostrar sus debilidades. "Era una mina que iba para adelante, se mostraba activa y le encantaba la actividad física, conmigo hacía bicicleta, zumba y aerobox. Pese a sus problemitas de salud era una excelente alumna, además de ser una chica sabia, que amaba su vocación. Sólo que siempre llevaba su mirada, triste", subraya Marcela, su profesora.
Enfermera que trabajaba hacía unos veinte años en el Hospital Churruca, Elizabeth padecía -como su hijo menor- artritis reumatoidea, "una enfermedad inmune que se caracteriza por la inflamación de las articulaciones y, si bien ella sufría dolores, nunca se quejaba ni se mostraba dolorida. Al contrario, era una compañera de fierro, siempre pendiente de cómo estaba el grupo de trabajo. Como era la más grande, nunca faltaban sus consejitos, sus palabras de aliento, alguna sugerencia, siempre desde la humildad y la contención", hacen saber los compañeros del 8° piso del Churruca.
Shockeadas por la noticia, las enfermeras compañeras de Di Legge no pueden creer el desenlace. "No esperábamos ni imaginábamos una cosa así, es cierto, no teníamos una amistad en la que nos contábamos todo, porque aquí trabajamos y la actividad es intensa, pero Eli siempre lucía como una mujer positiva, generosa, siempre dando una mano y nosotras la veíamos como una madre laboral, y quizás no supimos ver lo que tenía, o no tuvimos la chance de preguntarle como ella estaba... La veíamos como a alguien que no podía sucederle nada".
Amaba su oficio, lo daba todo. "Era como que resultaba su salvoconducto, se entregaba al ciento por ciento, siempre muy amorosa con los pacientes, a los que les dedicaba tiempo, los escuchaba y siempre era como la preferida", cuenta otra colega con la que compartió trece años de trabajo.
Y detalla al diario Clarín: "Yo sabía que tenía problemas con su marido y en varias oportunidades me manifestó sus ganas de separarse. Me contó que él (Espíndola) la sometió psicológicamente, pero no sé si también la agredía físicamente. Eli estaba muy bajoneada por su tema de salud, por el de su hijo y por un matrimonio que estaba terminado".
Con sus padres fallecidos, Elizabeth estaba distanciada de su único familiar directo, su hermano. "Ella estaba sola en todo sentido, muy apegada a Jano, el chiquito, ya que sus otros dos hijos mayores hacía la suya", comparte Valentina, su amiga.
"Yo la veía muy mal a Eli, no sólo de salud, sino anímicamente. Estaba paralizada y cada vez que le hablaba me decía 'te admiro', porque yo me separé y me fui de la casa y rehíce mi vida, algo que ella no podía, pobrecita, estaba atada de pies y manos".
Según cuenta su amiga de González Catán, "Eli tenía artritis, anorexia y el síndrome de meniere, un trastorno en el oído que produce fuertes dolores producto del zumbido, mareos y una constante sensación de vértigo".
Y sigue: "Todo era producto de lo que vivía puertas adentro. Ella se quería rajar con Jano, me lo decía cada vez que nos veíamos, soñaba con alquilarse un departamentito en Capital, pero no tomaba la iniciativa porque el marido la tenía bajo amenaza. Dormía con su hijito ya que temía ser forzada a tener relaciones sexuales, algo de lo que ella no quería saber nada".
El fin de semana último Valentina estuvo en casa de Elizabeth y habló con Silvio Espíndola. "Fui para preguntarle directamente qué sabía de Eli, que hacía casi dos días que estaba desaparecida. Lo noté frío, distante, después nervioso. Fueron unos quince minutos, me atendió desde la puerta, no pasé, y me insistía con que había ido al trabajo pero creía que no había llegado a destino. Muy raro. ¿Cómo no fue al galpón?", se pregunta.
