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Espectáculos Bella como siempre

Cecilia Dopazo: "Hice mucha plata en los 90 y la terminé despilfarrando"

A los 45 y tras un impasse en su carrera, vuelve al ruedo con una obra de teatro y un filme. Hijos, urgencias y sueños de una chica que aprendió a vivir a su ritmo. “Fui una actriz de alto impacto que necesitó salir del sistema”, afirma.

2 de Febrero de 2015

A los 45 y tras un impasse en su carrera, vuelve al ruedo con una obra de teatro y un filme. Hijos, urgencias y sueños de una chica que aprendió a vivir a su ritmo. “Fui una actriz de alto impacto que necesitó salir del sistema”, afirma.

A los 45, bella como siempre y después de un impasse (gigante) en su carrera actoral, la rubia que hizo suspirar a los noventosos en éxitos como Tango Feroz y Caballos Salvajes, vuelve al ruedo con una obra de teatro y un filme dirigido por su esposo, Juan Taratuto. Hijos, urgencias y sueños de una chica que aprendió a vivir a su propio ritmo.

Cuesta creer, pero hay muchos jóvenes de entre veinte y treinta años que no conocen a Cecilia Dopazo, quien tiene 45 y durante una década, entre 1987 y 1997, fue una de las actrices de mayor popularidad del país a partir de ciclos televisivos como Clave de sol y Mi cuñado, y estruendosas películas como Tango feroz y Caballos salvajes.

Hoy, corrida del centro de la escena, dice que prefiere tener otra relación con su oficio. “Elegí dejar la actuación hace unos años, abandonar el sistema y apostar a la familia, que es la que a mí me sostiene. La necesito tener cerca, es vital”, expresa Dopazo, que vino a la cita con Rumbos acompañada de sus hijos Santino y Francisco, frutos de su relación con el cineasta Juan Taratuto.

 

Hablás de resignar. Nada menos que tu carrera actoral postergaste…

Pero por elección, eh. Yo necesitaba parar la pelota, analizar un poco el ambiente, el panorama a mi alrededor; y también quería dedicarme un poco a mí. Me lo debía.

 

¿Fue como una crisis?

Sí, sí. No estoy exagerando, fue una crisis, un terremoto interno. El significado de crisis es necesidad de cambio, y era lo que a mí me urgía. Yo quería tener tiempo para saber qué era lo que quería hacer de mi vida, de mi profesión, entonces necesitaba silenciarme.

 

¿Tu oficio de actriz te tenía, digamos, confundida?

Me tenía incómoda más que confundida y, por momentos, paralizada y disconforme. Me daba todo lo mismo. Sentía que trabajaba por inercia, en piloto automático, casi sin poder decidir qué era lo que tenía ganas de hacer.

 

Casi como que te dolía la exposición…

Es una metáfora acertada. Pensá que yo arranqué a los 17 años, en 1987, en Clave de sol, que fue un exitazo, y después no paré más hasta que explotó mi vida con Tango feroz, la leyenda de Tanguito, en 1993. ¿Entendés? Tenía que bajar el perfil, seguí unos años más pero tenía que salirme del sistema.

 

¡Qué paradójico! Cuando hoy todo el mundo intenta subir su perfil y tirarse de cabeza en las redes sociales, vos huís despavorida del mundanal ruido...

Sí, puede ser. Ya tengo 45 años, creo que estoy más reflexiva y entiendo que es mejor pasar inadvertida, sobre todo si sé de qué se trata esto de estar tan expuesta. ¡Cuánto más cómoda es ir liviana por la calle! Esto no lo cambio… Igual, ojo, agradezco todo lo que me pasó. Tal vez suena a que la pasé horrible. Pero no, hoy soy quien soy gracias a esa mujer que fui a los veintipico…

 

¿Cómo definirías a aquella mujer-actriz de vientipico que eras?

Ufff, una chica de mucha suerte que supo aprovechar las oportunidades. Te diría que fui una actriz de alto impacto. Pensá que no hice tantas cosas, pero las que hice tuvieron tremenda repercusión.

 

Repasemos…

En televisión, Clave de sol, el ciclo Atreverse y Mi cuñado. Y en cine, Tango feroz, Convivencia y Caballos salvajes. Hubo más cosas, pero éstas fueron las más fuertes de aquel tiempo.

 

Digamos que sos una rareza en este mundo actoral.

Y sí, porque me fue muy bien yendo de contramano: yo no hice castings, ni dejé currículum ni estuve a prueba, como suele ocurrir en este oficio. Simplemente entré. Fue una década plena de trabajo, llena de oportunidades… Y pasó que siendo muy joven había hecho de todo, pero no había vivido como una chica de 18 o veinte años hubiera querido. Por eso, tarde pero urgida, decidí parar, aunque todos me decían que estaba loca. En realidad quise tener la potestad de mis decisiones.

 

En los tiempos de tu mayor popularidad, que fue en la década del 90, ¿alguien te asesoraba, tenías algún representante, o tomabas vos las decisiones?

Era bastante omnipotente, imaginate... Sentía que no tenía que consultarle nada a nadie, porque me sentía Dios. Sabía que cada oportunidad de trabajo generaba otra más interesante. No sé, era como una chica grande que tenía muy en claro sus prioridades, y todo eso me daba mucha libertad para decidir por las mías.

 

¿Viviste sola en algún momento?

Sí, me mudé sola en medio del rodaje de Tango feroz. Y viví unos años sola hasta mi convivencia con Juan, que fue en 1997 ¿o 1998? Ahí empecé a pensar en la familia, en ser mamá y me fui, desaparecí unos cuantos años.

 

Leona en libertad

Cecilia Dopazo pide un instante para correrse hasta la mesa donde están sus chicos jugando con unos videojuegos. Casi que la ignoran. Ella aclara que es “leona” con ellos, pero no “una idishe mame, como sí lo es Juan (Taratuto), mi marido. El es de preocuparse mucho, de estar más encima de los nenes. Yo en eso soy libre, vengo de otra cultura, tuve una infancia y adolescencia más inestables”.

 

¿Qué sería en este caso la inestabilidad?

Mirá, yo vengo de una familia con padres separados desde que era muy chica, algo atípico en la década del 80. Hoy lo transgresor es que una pareja esté unida. A mi vieja no la veía nunca, laburaba todo el día. Y tampoco tenía demasiado contacto con mi papá. Por eso te digo que yo, a diferencia de mis hijos, me hice “más a pelo”.

 

Es perjudicial, pero también uno va creciendo más curtido.

Ni hablar. Yo me fui haciendo sola, y pensá que no había teléfonos celulares. ¿¡Cómo se podía ser madre!? Y nadie lo vivía como un drama. Hoy estamos inmersos en la cultura de la comunicación. Creo que el celular aumentó la fantasía de control que tenemos sobre el otro. Antes, si yo me caía jugando en la colonia, mi vieja se enteraba recién cuando me iba a buscar. Hoy sé el minuto a minuto del día de mis hijos en el club. Es positivo pero también enloquecedor.

 

¿Y cómo repercute en la familia de artistas un estreno como el reciente de Papeles en el viento?

Cada película de Juan es un hito y nuestra casa se revoluciona durante el rodaje y el estreno. Pasó con No sos vos, soy yo, ¿Quién dice que es fácil?, Un novio para mi mujer y La reconstrucción. La familia se moviliza. Por suerte, mis hijos (de 13 y 10 años) entienden; tampoco les queda otra, porque así es esto de pertenecer a una familia que hace cine, teatro y tele. El año pasado hice teatro (Adictas a vos) y no cenaba nunca en familia.

 

¿Te daba culpa?

No, porque estaba trabajando. Pero sí procuraba estar más durante el día y los fines de semana. Tampoco era mi primera experiencia teatral, ya que en 2011 había vuelto al escenario con Ocho mujeres, con la que hicimos temporada en Mar del Plata y la familia me acompañó.

 

El teatro te reabrió las puertas de tu oficio. ¿Por qué volviste?

Porque actuar me apasiona. Me daba cuenta por el histrionismo que desplegaba en mi casa, donde ya no me aguantaban. Entonces supe que las ganas de volver a actuar −en 2011− eran palpables. Me comuniqué con Alejandro Vannelli, que es un representante de renombre, y le transmití mi necesidad laboral. Y a los tres días estaba en el elenco de Ocho mujeres. ¿Podés creer? Soy una mina con tarro.

 

¿Sí? ¿Lo sos?

Me parece que sí. Tuve mucha fortuna. Vos pensá que mi regreso, que fue al toque de querer volver, fue en una obra de Muscari, en un teatro de la calle Corrientes, con una marquesina de diez metros de altura. Es el regreso soñado. Yo pensaba que iba que tener que pagar un derecho de piso.

 

¿No lo pagaste?

Quizás internamente, con mis miedos e inseguridades de volver a un escenario después de tanto tiempo. Pero estuve rodeada por grandes compañeros que me estimularon.

 

No hiciste nada de autobombo por tu regreso.

¿Yo, autobombo? No, soy una mina tranquila y bastante tímida, alejada de las redes sociales, no me gusta figurar. Pero íntimamente estoy bien conmigo, segura, convencida de lo que hago. Los años algo de positivo tienen que traer.

 

¿En qué evidenciás ese convencimiento?

En el crecimiento actoral, en mis inquietudes, en mi amor por el oficio, en las ganas de tener continuidad en un ámbito nuevo como el teatro, que es un descubrimiento espectacular. Porque no había hecho mucho teatro y ahora, de a poco, estoy adquiriendo ese oficio de actriz de teatro.

 

Pienso en una frase que dijiste en un programa: “Vivir el presente”. ¿Te pesa que el pasado se imponga a tu presente?

Antes me hinchaba un poco más, ahora lo manejo… Esa frase me acompaña mucho y parte de la necesidad de tener calma interna, de combatir la ansiedad que nos devora día a día cuando queremos ver compulsivamente los mensajitos de whatsApp más allá de que estés en el medio de algo interesante. Me gustaría erradicar esa ansiedad insoportable. Entonces reivindico “vivir el presente”, que puede tener como correlato “apagá el teléfono” (se ríe fuerte). Ahora estoy aquí con vos, y no me importa que lleguen mensajitos. Es un rato de charla y no hay nada más importante.

 

El viento te llevará

Cecilia dice que disfruta mucho de su presente. Cuenta que este es un momento de plenitud, con una película recientemente estrenada como Papeles en el viento, que le permitió volver al cine con una participación muy deseada. Además, como si fuera poco, tiene algunos proyectos teatrales.

 

¿Vos fuiste la que le regaló a tu marido el libro de Eduardo Sacheri, no?

Sí, se lo regalé estando en Mar del Plata, porque me interesó la historia de este grupo de amigos. Pero nunca imaginé que se transformaría en película. Lo leyó en dos días y me dijo: “Esto hay que filmarlo”. Se comunicó con Sacheri, a quien ya habíamos conocido, y le metió para adelante.

 

¿Cómo fue la propuesta de tu Lourdes, que es la viuda del personaje de Diego Torres?

Juan me dijo: “¿Querés hacer a Lourdes?”. Ni una palabra más. Y como yo había leído el libro, agarré de una. Además, quería formar parte del proyecto, que me encantaba, me gusta cómo filma Juan y cómo trabaja, además de que coincidimos en la mirada y en el humor. Es pequeña la participación, pero es el personaje femenino que había disponible en una película absolutamente masculina. Convengamos que ese rol, finalmente, es clave, porque es ella quien instala el obstáculo a partir del cual se genera el conflicto de la historia.

 

¿Cómo se complementan con el señor Taratuto? ¿Cómo hacen para que la profesión no se interponga en el matrimonio?

El señor Taratuto es el director en el set, no en la casa familiar. A veces se lo tengo que recordar para dejarlo claro (sonríe pícara).

 

Pero qué loco, porque cuando ustedes se conocieron, en 1997, vos estabas en la cúspide.

(Interrumpe) Y él era asistente de dirección y novio de Cecilia Dopazo, je. Todavía no había empezado su carrera fuerte, digamos. Y con el paso del tiempo, eso se dio vuelta, y pasé a ser la mujer de... El creció mucho y yo hice un paso al costado.

 

¿Cuánto tuvo que ver su crecimiento con que vos te hicieras a un lado?

Nada. Porque nuestras carreras no se tocaban.

 

¿Cómo manejan los egos, el protagonismo?

Con mucha tranquilidad. Tenemos en claro quiénes somos, de dónde venimos y cómo funciona este trabajo. Estás allá arriba y luego te bajan de un ondazo. Somos dos personas de laburo, vivimos gracias a que Juan, además, tiene una productora y filma publicidad, por lo que no hay divismos… Yo me ocupé más de la familia y él de traer el pan. Somos un buen equipo.

 

Hace años dijiste que eras muy crítica con vos, a veces demasiado cruel… ¿Seguís pensando así?

Ay, era tremenda guacha conmigo, pero lo vengo trabajando hace tiempo. Creo que es hora de ser más condescendiente y aceptarme un poco más. Antes era lapidaria, me veía, me escuchaba y no quería saber nada. Incluso estuve mucho tiempo sin verme en pantalla. Ahora estoy más amable, aprendiendo a mirar lo bueno, algo rescatable debo tener.

 

¿Y con el espejo cómo te llevás?

Bueno, depende del ánimo, pero algo parecido a la respuesta anterior. Trato de mirarme con ojos cómplices, no enemigos, entonces ahí sí aparece una mirada más afable.

 

Recuerdo que te habían ofrecido hacer una producción para Playboy.

Sí, ¿te acordás? ¡Qué bizarro! No lo podía creer ni entender desde mi ingenuidad. No sé, no me entraba en la cabeza que a alguien se le ocurriera que podía posar para Playboy.

 

Bueno, pero hubo muchas actrices que lo hicieron… Y a algunas les pagaron cifras jugosísimas como a Carolina Peleritti.

Yo no lo veía así. Era como si me llamaran para diseñar un motor de Fórmula Uno. Qué sé yo. ¡Qué tengo que ver con eso! ¿Por qué suponer que por ser actriz y trabajar con mi cuerpo aceptaría una producción semejante?

 

No lo veo tan así… Como algo tan fuera de lo común.

Sí, quizás con la mirada de hoy se puede tener otra opinión. Es más, creo que si me lo hubieran propuesto a los treinta quizá hubiera estado chocha. Pero en ese momento me parecía un despropósito.

 

¿Hiciste plata en los años 90?

Sí, mucha. Pero curiosamente me la quería sacar de encima. Me daba mucha culpa la cantidad de guita que ganaba. Sentía que no tenía nada que ver con los sueldos normales de mis amigas y de mi familia.

 

¿Por qué sentías culpa?

Porque me incomodaba, hasta sufría con ese tema. Me iba muy bien pero no quería guardar, entonces era gastadora y generosa. Invitaba de viaje a amigas y a mi familia, cenas, salidas, pagaba cursos y talleres a gente querida, prestaba, regalaba, y también la gastaba en mí. Me hubiera gustado tener ayuda para poder administrarla mejor, invertirla en alguna propiedad para que me diera réditos. Lamentablemente ese tema se me fue de las manos.

 

A esa edad, veintipico, te sentís Highlander.

Totalmente. A esa edad te llevás el mundo por delante, no pensás en el futuro, en que vas a ser grande, en que podés ahorrar para cuando te jubiles o que podés meter la guita en un plazo fijo. Yo gastaba, disfrutaba y despilfarraba.

 

¿Cómo se dibuja este nuevo año?

Con mucho teatro, por suerte. Con la obra Hembras, un encuentro de mujeres notables, de Teresa Costantini, con la que vamos girando por distintas ciudades. Es una obra itinerante, semi-montada, sobre siete mujeres importantes de la historia argentina, cuyo espíritu es rescatar y hacer justicia con mujeres que han hecho grandes logros por el país. Y hay dos propuestas más que estoy analizando. Estoy feliz.

 

Todo el mundo está feliz, sobre todo la gente de la tele, ¿viste?

Ay sí, qué insoportable. Yo estoy feliz con esto que me pasa con el teatro, pero no soy feliz todo el tiempo, tengo momentos. Me refería a lo que hace a mi relación con el teatro. En ese espacio de mi vida, ahora sencillamente soy feliz. Fuente: (Rumbos Digital).-

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