REDACCIÓN ELONCE
Anabella Martínez, Licenciada en Psicología y Sexóloga, explicó que "muchos viven bajo distinto techo para sostener un vínculo, para que sea más entretenido, y otras veces tiene que ver con decisiones personales. No es por falta de compromiso".
Cada vez más personas eligen estar en pareja, pero sin convivir. Se los llama “cama afuera” o “parejas de fines de semana”. Parecen vivir lo mejor del amor, sin lo cotidiano, sin compartir casa, ni gastos, ni rutinas. Pero… ¿qué tan sólido puede ser un vínculo donde cada uno duerme en su cama y vive su vida por separado?
Para algunos, es libertad, autonomía, una forma madura de estar juntos sin perderse a uno mismo. Para otros, una comodidad emocional con poca entrega real, donde el amor dura mientras no molesta.
¿Qué pasa cuando a uno le empieza a faltar el otro? ¿Cuándo la distancia ya no es elección sino ausencia? En un mundo que desconfía de los vínculos permanentes, estas nuevas formas de pareja generan cada vez más adhesión… y también más controversia.
El tema fue debatido en el programa El Ventilador, de Elonce.
Anabella Martínez, Licenciada en Psicología y Sexóloga, explicó que “hay casos particulares, muchos viven bajo distinto techo para sostener un vínculo, para que sea más entretenido, y otras veces tiene que ver con decisiones personales. No es por falta de compromiso, sino que se puntualiza en el deseo personal de una persona, tratamos de evaluar cuestiones que tienen que ver con lo individual y tomamos decisiones dentro de la pareja. No carece de compromiso una decisión como esa, siempre y cuando se la sepa llevar”.
La comparó con el amor a distancia y dijo que “tienen componentes similares, pero no son lo mismo. Lo que se decide es que no haya convivencia, no que no haya una frecuencia, o compartir o que no se puedan plantear dinámicas más flexibles. Tiene que ver más con cuestiones que se han transitado, a veces vienen a raíz de relaciones prolongadas, de tener hijos y estar separados, de priorizar cuestiones individuales, de priorizar lo profesional o laboral”.
Remarcó que “se está usando muchísimo por decisiones personales, pero también por lo que se escucha de otros, de esto que se dice de que la convivencia mata el amor, el sexo y la pareja. Son cuestiones muy marcadas en dos franjas etarias: en la franja de 40 años, que ya tuvieron una relación, una pareja, hijos; y los más jóvenes, que ya establecen esta manera o quieren probar de otra forma para no cometer errores o que piensan que la convivencia sería motivo de que no haya buena comunicación, buena intimidad y demás. Es como que se toma como preventivo de futuros conflictos”.
Dijo que hay casos en los que “tienen hijos, se separan y después deciden retomar el vínculo, pero no volver a convivir. Es una dinámica compleja desde lo económico, desde la organización. Me ha pasado que parejas que tienen hijos, pero no en común, deciden vivir en casas distintas justamente para no mezclar crianzas, de respetar los tiempos individuales de sus hijos y demás. Tiene que haber mucha solvencia económica para tomar una decisión, buena organización y comunicación”.
Consultada respecto a qué papel juegan los límites para que la relación funcione, dijo: “juegan un papel fundamental, pero sobre todo es cómo se comunican e informan esos límites. Es decir, lo que nos pasa, cómo lo vamos transitando, pero es mucho más que eso. Hay que ser muy explícitos de lo que pretendemos de ese vínculo, porque después viene todo eso de que las expectativas se caen. Ocurren los conflictos, las inseguridades, los celos, cuestiones que son implícitas en este tipo de vínculos y que tenemos que clarificarlas porque si no se van a poder sostener. Es muy difícil que prospere si no hay una buena comunicación. Hay que tener en cuenta que son personas independientes, cíclicas, el ser humano es cíclico, va necesitando otra cosa. Hay que preguntarse cómo quieren seguir sosteniendo ese vínculo. No es perpetuo, porque sino es una imposición. Hay que habilitar la comunicación fluida y los acuerdos implícitos y explícitos”.
Dijo que “lo nuevo es que se está hablando de estas cosas. Se sociabiliza en lugares públicos. Antes no se planteaba, ahora se empezó a decir y se dice sin tener ningún síntoma al respecto. Se está ejemplificando un poco más. Las personas por experiencias anteriores toman decisiones y las muestran a otros”.
“Hay gente que no tiene ganas de flexibilizar y tener acuerdos. Les gusta disfrutar de su soledad, no tienen ganas de ceder o negociar, hacer consensos o acuerdos. No necesariamente estar en pareja debería quitar las libertades y el disfrute individual. Hay veces que las personas deciden no hacer acuerdos”, agregó.
Por otra parte, comentó que “hay mucha relación abierta hoy en día. Generalmente tomamos la convivencia como que tienen que dormir bajo el mismo techo y hay veces que esa convivencia no es así, es el compartir. Cuando vienen al consultorio generalmente ya hay una crisis, un desgaste y no hay soluciones mágicas. Si uno va a plantear vivir en diferentes casas en este contexto, no debe ser un manotazo de ahogado sino una elaboración a conciencia”.
“Cuando vienen a plantear que no quieren repetir lo que les pasó en una relación anterior no funciona porque están muy situados en la carencia, en la herida y lo único que hacen es situarse en el patrón para no repetir lo mismo, pero uno tiene que elaborar un nuevo patrón. Está el miedo a la infidelidad, a que fracase, a exponerse demasiado al otro, a que la otra persona haga daño, a que no resulte”, manifestó.
"Lleva mucho proceso, sostenimiento, comunicación. Lleva esfuerzo, respeto, responsabilidad afectiva, es difícil de sostener a veces", finalizó. Elonce.com