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Se cumplen 25 años de la Copa Intercontinental que Boca le ganó a Real Madrid en Japón

Se cumplen 25 años de la histórica final en la que Boca Juniors venció 2-1 al Real Madrid en Japón. La gesta del equipo de Bianchi, los goles de Palermo, el dominio de Riquelme y la epopeya que definió una era irrepetible.

28 de Noviembre de 2025
Se cumplen 25 años de la Copa Intercontinental ganada por Boca
Se cumplen 25 años de la Copa Intercontinental ganada por Boca

Se cumplen 25 años de la histórica final en la que Boca Juniors venció 2-1 al Real Madrid en Japón. La gesta del equipo de Bianchi, los goles de Palermo, el dominio de Riquelme y la epopeya que definió una era irrepetible.

Jugar en Japón y salir campeón del mundo es un sueño reservado para unos pocos, pero Boca Juniors lo convirtió en realidad. Aquel martes 28 de noviembre del año 2000, a las siete de la mañana en Argentina, el Xeneize despertó a millones con un partido legendario que quedó grabado para siempre. Veinticinco años después, la memoria revive la gesta: los más de 10.000 hinchas en Tokio, la ingeniería táctica de Carlos Bianchi, la camiseta de Figo y el regreso triunfal luego de una Copa Intercontinental que marcó a fuego la historia del club.

En ese entonces, el Real Madrid de Carlo Ancelotti había sido claramente superior al Pachuca en la semifinal. Pero la verdadera batalla esperaba en Tokio, donde Boca enfrentaría a los galácticos en un duelo que cambiaría la historia del fútbol argentino.

 

Para los hinchas, el viaje a Japón era la culminación de una etapa dorada: el bicampeonato 98/99, los 40 partidos invictos y la conquista de la Copa Libertadores 2000 con un equipo que salía de memoria. Era el momento de consagrarse ante el mundo.

Un Boca en reconstrucción y un país en crisis

El equipo llegó a noviembre de 2000 con un desgaste notable. El título ante Palmeiras quedaba atrás, mientras el país atravesaba una profunda crisis política y económica bajo el gobierno de Fernando de la Rúa. A la nostalgia por el ciclo exitoso también se sumaban pérdidas clave: Walter Samuel había sido vendido por u$s 21.000.000, una de las transferencias más altas de la historia del club, y Rodolfo Arruabarrena emigraba al Villarreal. Previamente también se había ido Diego Cagna, primer capitán de la era Bianchi.

 

El mercado de pases no fue el ideal. Llegaron Hernán Medina, Daniel Fagiani, Martín Andrizzi y Fernando Pandolfi, incorporaciones que generaron más expectativas que certezas. Pero Bianchi apostó por la base campeona y diseñó un plan para ganar la Intercontinental desde el primer día.

El Virrey viajó a Japón con una semana de anticipación para aclimatar al plantel al frío nipón y combatir el jet lag. Con temperaturas cercanas a los 10 grados, Boca se preparó para “el partido de sus vidas”.

 

El nacimiento de la era galáctica

El Real Madrid llegaba como el club más importante del Siglo XX, según la FIFA. Había conquistado su octava Champions League meses antes, bajo la conducción de Vicente del Bosque, y vivía una revolución política interna: Florentino Pérez recién asumía como presidente, iniciando la llamada “era galáctica”.

El fichaje de Luis Figo —capitán del Barcelona y Balón de Oro— había alterado para siempre el mapa futbolístico. A él se sumaban Flavio Conceiçao, César, Claude Makélélé, Santiago Solari y Albert Celades. El Madrid se transformaba en una marca global, aunque su inicio de temporada había sido inestable, incluida la derrota en la Supercopa de Europa y una racha negativa en liga.

 

Sin embargo, los últimos partidos antes del viaje a Tokio devolvieron algo de calma: goleada a Las Palmas, triunfo ante Villarreal y un brillante partido en Champions ante el Leeds. Con ese envión, el plantel viajó confiado a Japón.

El plan maestro del Virrey

Carlos Bianchi, en la habitación 3711 del hotel Keio Plaza, planificó la estrategia con una precisión quirúrgica junto al profesor Julio Santella. “En cinco días podemos ser Dios o podemos ser el Diablo”, le dijo. Esa frase marcó el espíritu con el que Boca afrontó la final.

 

El entrenador tomó decisiones difíciles. Dejó fuera del banco a Daniel Fagiani, Fernando Pandolfi y Hernán Medina, quienes no habían integrado la campaña de Libertadores. Y sorprendió con Aníbal Matellán como lateral izquierdo para neutralizar a Figo. Además, reacomodó la defensa con Cristian Traverso para fortalecer la zona derecha ante el ataque merengue.

En ataque, el dilema era Palermo–Barros Schelotto. El propio Titán le insinuó al DT que Guillermo podría acompañarlo mejor, pero Bianchi fue categórico: “Ok, no hay problema. Pero si entra Guillermo, el que sale sos vos”. Finalmente, Marcelo Delgado fue el elegido. Una decisión que la historia avaló.

 

El partido que cambió la historia

En la noche japonesa del 28 de noviembre, el Real Madrid introdujo una única variante: Karanka por Iván Campo. Boca, fiel al plan, cedió el control del balón y apostó a la velocidad y potencia de sus delanteros.

El método Bianchi explotó en tiempo récord. En apenas seis minutos, Boca sorprendió al mundo con dos goles inolvidables de Martín Palermo. El primero nació de un pase largo de Matellán a Delgado, que asistió al Titán. El segundo llegó tras un envío de casi 70 metros de Riquelme, que dejó a Palermo mano a mano con Iker Casillas. El 2-0 en seis minutos dejó atónito al planeta fútbol.

 

Roberto Carlos, símbolo sudamericano del Madrid, fue el único que reaccionó. Rompió líneas, estrelló un tiro en el travesaño y descontó a los 12 minutos. Pero el Real jamás terminó de levantarse.

Riquelme, dueño de Tokio

Toda la parafernalia galáctica se estrelló contra la leyenda de Juan Román Riquelme. El 10 brindó una de las actuaciones más recordadas de su carrera: pisadas, caños, gambetas, pases filtrados y una capacidad extraordinaria para esconder la pelota. Aquella noche lo catapultó definitivamente al fútbol europeo.

 

Raúl, Fernando Hierro, McManaman, Guti y Figo quedaron opacados por el control del mediocampo xeneize, sostenido por Óscar Córdoba, Bermúdez, Serna y un joven Sebastián Battaglia.

En el entretiempo, Bianchi le dijo a Palermo: “Quedate tranquilo, nosotros no hacemos el 3-1, pero ellos tampoco nos empatan”. Y así fue. Boca sostuvo el 2-1, conquistó la Copa Europea/Sudamericana por segunda vez en su historia y tocó el cielo en Tokio.

 

La camiseta de Figo y la triple corona

Tras el partido, Riquelme recordó un pedido de su papá: “Mi viejo me pidió la camiseta de Figo”. El 10 había pactado el intercambio durante el encuentro, pero tras el abrazo de Bianchi, el portugués tuvo que esperar. Finalmente, cumplió su promesa familiar y se llevó uno de los tesoros más valiosos de su carrera. Años después, Figo donaría la camiseta número 10 de Riquelme al Museo Legends de Madrid, convertida en una reliquia del fútbol.

La hazaña en Japón no fue el cierre del ciclo. Días después, Boca regresó a la Bombonera para enfrentar a San Lorenzo y exhibir la Libertadores y la Intercontinental ante su gente. Con Diego Maradona en su palco y la resaca japonesa a cuesta, el equipo ganó agónicamente con gol de Palermo.

 

Luego llegaron dos derrotas ante Independiente y Chacarita, pero River no aprovechó la oportunidad y dejó escapar el título. Boca, con un gol de Matías Arce ante Estudiantes, terminó coronándose campeón del Apertura 2000. Libertadores, Intercontinental y torneo local: la triple corona de un equipo indestructible.

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