Esa decisión lo llevó a encontrar restos óseos a una profundidad de 2,10 metros. Luego de examinar los primeros hallazgos se pusieron en contacto con Raúl Almeida, quien a su vez contactó a Chimento y ambos se acercaron hasta el lugar. Chimento comentó en un principio que “pertenecerían a un celidoterio, más conocido como perezosos gigantes, antepasado de los que vemos hoy en día en el Amazonas colgados en los árboles con sus garras enormes. Hace diez mil años, eran animales terrestres, no vivían en los árboles, caminaban sobre los nudillos en pastizales, eran herbívoros y, en este caso, si se confirma que se trata de uno, pesaría menos de mil kilos, un ejemplar grande si lo comparamos con los nativos que tenemos en la actualidad, aunque no de los de mayor peso que existían en la era de hielo”.
Sobre la profundidad, dijo que “en general se encuentra en este tipo de excavaciones, haciendo un pozo ciego, en el medio de una barranca en un curso de agua, debido a que tienen que aflorar las capas geológicas de esa época que lógicamente son profundas como en este caso en comparación con la superficie que pueden variar entre un metro y medio o más profundidad. En nuestra zona tienen este color amarronado, medio rojizo, una capa geológica que en general tiene restos fósiles de esa época”.
Después de estudiar más en profundidad los restos tomando los cuidados pertinentes para que no se degraden, se llegó a la conclusión de que hay que esperar los estudios pertinentes, que se harían el próximo fin de semana, para establecer si la extremidad superior corresponde al perezoso o a un smilidon (Tigre Dientes de Sable). Por lo tanto, una de las teorías que cobró fuerza durante la tarde del martes es que es muy factible que el hallazgo corresponda a dos animales; más específicamente el tigre con su presa, en este caso el perezoso. Raúl Almeida indicó que “el descubrimiento es muy interesante, sobretodo porque está en nuestra zona. Generalmente estos hallazgos suelen suceder en los cauces de los ríos y arroyos, porque sus cursos descubren y van destapando los restos diseminados, pero no así tan enteros como este que estamos viendo. Por ejemplo, el caparazón de tortuga que encuentra en el museo fue hallado en el arroyo El Cura, en una barranca”.
“Este descubrimiento me sorprende porque fue hallado en un pozo, además porque existe la posibilidad de descubrir buena parte del esqueleto o de los esqueletos, dado que podría tratarse de dos animales”, concluyó Almeida. (El Día)