

Cuando se adquiere una parrilla nueva, es importante realizar un proceso de curado antes de su primer uso. Aunque su apariencia sea impecable, muchas parrillas vienen recubiertas con pintura sintética y pueden tener residuos de fabricación que no deben estar en contacto con los alimentos.
El primer paso es encender un fuego fuerte con leña o carbón. Esto permite eliminar la pintura y otros restos, evitando que sustancias tóxicas se transfieran a la comida. Es importante mantener el fuego encendido hasta que toda la pintura desaparezca y el metal quede limpio.

Una vez que la parrilla está caliente y libre de impurezas, se recomienda frotarla con un cepillo de acero o un trapo seco para eliminar residuos sueltos. Luego, para proteger la superficie y mejorar su rendimiento, se puede aplicar una capa de grasa o aceite, lo que ayuda a crear una barrera antiadherente natural.
Este proceso no solo prolonga la vida útil de la parrilla, sino que también mejora la calidad de la cocción, asegurando que los alimentos no adquieran sabores extraños y evitando que se peguen a las rejillas.
Siguiendo estos pasos, la parrilla quedará lista para su primer asado, permitiendo disfrutar de una cocción óptima y segura desde el primer uso.