Los empleados de la DPV zonal Cerrito empezaron a desarmar las maderas del puente, con el objetivo de evaluar los daños para poder recomponerla, algo que, según las estimaciones más optimistas, podría concluir en un mes.
La pintoresca balsa que cruza el arroyo Las Conchas en el camino que une Paraná con Villa Urquiza es de principios de la década del ochenta. El flotante ya acusaba una reparación de 1994, y otro más luego de su hundimiento en 2009 tras una lluvia torrencial. El miércoles 21 de enero volvió a quedar cubierta por las aguas y el empalme, interrumpido para el tránsito vehicular.
Ahora, los empleados de la DPV zonal Cerrito empezaron a desarmar las maderas del puente, con el objetivo de evaluar los daños para poder recomponerla, algo que, según las estimaciones más optimistas, podría concluir en un mes.
“Esta es una balsa a maroma, se manejaba antiguamente con un palo que va tirando al engancharla con la línea. Luego se reformó y se hizo más moderna con el malacate, pero sigue siendo a tracción a sangre”, explica un técnico de Vialidad Provincial mientras supervisa el desarme de los primeros tablones.
En la tarea también colaboran Miguel y Carlos Cardenia, hijos de Carlos “Caluncho”, conductor histórico de la embarcación desde 1976. “Nosotros la queremos mantener, para Vialidad es algo muy caro, por el cariño que le tiene la gente y a su vez como atractivo turístico de toda la zona, y el trabajo y beneficio que trae esto para el lugar”, comenta el técnico. Mientras la barcaza esté en reparación, los Cardenia se las rebuscan con otras changas. Miguel, por ejemplo, se dedica a la herrería, resignado a que esta temporada turística ya está perdida. La familia a cargo de operarla vive a pocos metros del paso, y se han preocupado siempre de mantenerla en funcionamiento, comprando incluso los cables de acero necesarios y realizando arreglos menores.
De acuerdo a las primeras observaciones, habría que reemplazar todo el piso debajo de la línea de flotación. “El lateral parece que se salva, pero los pisos están arruinados”, dice Miguel. “La balsa tiene una estructura que se llama cuadernas, en este caso son 13, que vendrían a ser como sus costillas. Luego están los largueros longitudinales de abajo, que ofician de largueros estructurales y de clavadores de la madera del piso; y hay lo mismo arriba, con unos 80 centímetros de alto en el puntal. Eso es lo que sería la parte de flotación. Después, el piso de madera con alas a los costados, que son los pasillos”, detalla el técnico de vialidad mientras analiza los daños. “Se hunde por filtraciones de agua en la madera, que son naturales para este tipo de embarcación con tantos años”, comenta.
La balsa empezó a llenarse de agua, no se pudo sacar con la bomba y su hundió. La rescatamos y vamos a tener que hacer unos refuerzos. Esos refuerzos tienen que ver con los largueros inferiores, bajo la línea de flotación, y los superiores con las tablas del piso, es lo que vamos a cambiar, y luego calafatearla con masilla y pabilo en la madera, para impermeabilizarla. Ahora le haremos estos arreglos, pero nuestra idea a futuro -y para esto estamos hablando con algunos astilleros- es ponerle un fondo de acero naval, dejarla definitivamente como lo requieren las reglamentaciones actuales sobre cómo tiene que ser una embarcación de este tipo, como la que tenmos en Islas del Ibicuy, que cruza el Paranacito”, le explica a <i>El Diario</i> el ingeniero Jorge Rodríguez, titular de Vialidad Provincial. Todo esto, por otro lado, exige algunos trámites administrativos relacionados con previsiones presupuestarias que llevan su tiempo. Las gestiones ya comenzaron. Con el fondo de acero no se filtraría agua, aunque Rodríguez aclara que este cambio se haría manteniendo la idiosincrasia de la balsa antigua: “si bien le queremos poner acero debajo, la parte del piso donde van los vehículos la vamos a mantener tradicional”. Los hombres avanzan con el desguace y ya pueden meterse dentro de la panza de la barcaza. Allí sacan baldes de agua y juntan los peces atrapados en el fondo. Amarillitos, alguna boguita, viejas del agua y hasta cangrejos que arrojan nuevamente al curso del arroyo, mientras los listones de madera se van apilando en un costado del camino. “En un mes, si todo va bien, la botamos nuevamente”, agrega el titular de Vialidad Provincial.
Quedan pocas barcazas como estas: además de la de Villa Urquiza existe una en Paso Vasallo, sobre el río Gualeguay, que une Urdinarrain con Gobernador Mansilla. En este momento no está en funcionamiento porque en ese lugar se construye un puente de 700 metros, en la Ruta Provincial 19. “La idea con esa balsa es trasladarla un poco más al norte sobre el mismo río, ya que hay otros pasos que se usaban”, indica Jorge Rodríguez. La otra empalma Villaguay con Rosario del Tala, pero dejó de funcionar a principios de año (ver recuadro). Los pintorescos cruces de vehículos sobre plataformas de tablones van quedando en el recuerdo con el avance de la modernidad, que primero conectó a Entre Ríos con otras provincias y con la República Oriental del Uruguay, y ahora llega con sus obras a la región interior.