Continúa la guerra comercial entre las dos potencias mundiales, que provocarían graves consecuencias para Argentina en el mediano plazo.
La guerra comercial lanzada por Donald Trump contra China parece volcarse hacia la potencia asiática. En una serie de medidas contundentes, el régimen chino ha comenzado a llevar a cabo una acelerada sustitución de proveedores y ha decidido eliminar de momento productos clave provenientes de Estados Unidos, como los aviones de Boeing, el gas licuado y la soja estadounidense. Esta ofensiva responde a los aranceles y restricciones impuestas por la administración Trump, que buscan reducir el déficit comercial estadounidense con China.
Además, China ha lanzado una campaña en redes sociales para explicarles a los consumidores europeos que están pagando mucho más por productos que en China se confeccionan a valores muy bajos. “Compre las carteras, los zapatos y demás artículos de lujo a un precio infinitamente menor en nuestras manufacturas”, promocionan los chinos, en un intento por desafiar las marcas de lujo como Chanel, Prada y Gucci. La campaña genera controversia al poner en evidencia la diferencia de precios entre las manufacturas chinas y los elevados costos en los mercados occidentales.
Por otro lado, el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, se refirió a la situación diciendo que China está "jugando con un par de dos... Nosotros les exportamos una quinta parte de lo que ellos nos exportan a nosotros, así que es una mano perdedora para ellos". A pesar de este comentario, analistas como Adam Posen, de Foreign Affairs, advierten que el hecho de que China exporte mucho más a EE. UU. que al revés es, en realidad, una fuente de influencia para ellos, no una debilidad.
El poder económico de China: una balanza comercial desigual
Los expertos coinciden en que EE. UU. no compra productos chinos por caridad, sino porque los estadounidenses desean lo que fabrica China. Por eso, si esos productos se encarecen o desaparecen de las góndolas, los consumidores estadounidenses sufrirán las consecuencias directamente. Los productores de soja estadounidense han sido los primeros en levantar la voz, pidiendo “por favor” a Trump que resuelva el conflicto. Si China deja de comprar soja estadounidense, países como Argentina y Brasil podrían sustituir rápidamente esa demanda.
Además, un dato que resalta es que más de la mitad de los celulares que se venden en EE. UU. son iPhones, y el 80% de ellos se fabrican en China. Ante este panorama, Trump anunció que los aranceles sobre los smartphones, como los de Apple, no se incrementarán tanto como se había previsto inicialmente. El presidente parece haber comprendido que los estadounidenses se quejarán rotundamente si los precios de los dispositivos suben más del doble. Además, analistas han ironizado que Trump tendrá que esperar que no sea un verano caluroso, ya que cerca del 80% de los aparatos de aire acondicionado del mundo se fabrican en China.
China, una potencia con muchas cartas por jugar
Si bien las medidas de represalia tomadas por China afectan a los consumidores y productores estadounidenses, hay aspectos aún más profundos en esta guerra comercial que podrían generar consecuencias a largo plazo. Según expertos, China podría permitirse jugar a la espera y no necesariamente ceder ante las presiones de EE. UU. Si Beijing decide ponerse agresivo, tiene a su disposición algunas cartas poderosas que podría desplegar.
Por ejemplo, China fabrica casi el 50% de los ingredientes de antibióticos de los que dependen los estadounidenses. El F35, la columna vertebral de la Fuerza Aérea estadounidense, necesita componentes de tierras raras procedentes de China. Además, los chinos son los segundos mayores propietarios extranjeros de bonos del Tesoro estadounidense, lo que podría resultar en un factor de presión importante si la situación continúa escalando.
Incluso si la administración Trump logra encontrar una categoría de importaciones que nadie en EE. UU. vaya a extrañar, parece poco probable que pueda infligir un daño que cambie las reglas del juego en China. El mercado estadounidense solo representa alrededor del 14% de las exportaciones chinas, lo que hace que las represalias de EE. UU. tengan un impacto limitado. Un sistema autoritario como el chino, férreamente controlado por el Partido Comunista, está probablemente mejor preparado para absorber un período de dolor político y económico que Estados Unidos, donde las turbulencias económicas rápidamente se traducen en presión política, alertan expertos. (Con información de NA)