La psicopedagoga Desiré Pian explicó a Elonce que el bullying escolar genera secuelas de por vida y remarcó: “No alcanza con proteger a las víctimas, también hay que educar a quienes ejercen el acoso”.
El bullying escolar puede cambiar radicalmente la vida de un chico: niños que eran alegres comienzan a apagarse, dejan de disfrutar de lo que les gustaba y muestran rechazo a ir a la escuela. Llantos, angustia y ansiedad frente al contacto con sus compañeros son algunas de las señales más visibles.
Sobre este impacto habló con Elonce la licenciada en Psicopedagogía Desiré Pian, quien sostuvo que “esa luz que tienen empieza a oscurecerse y aparecen dificultades en múltiples aspectos de su vida cotidiana. No quieren ir al colegio, lloran, se angustian realmente cuando deben ir a clases. El estar con compañeros les genera mucha ansiedad”.
Según la especialista, este proceso incluye la pérdida de interés por actividades que antes disfrutaban, el aislamiento y la negativa a participar en espacios sociales. “Si no quiere ir a la escuela, si rechaza salir de casa o asistir a un cumpleaños, son pequeñas alarmas que no hay que minimizar”, enfatizó.
El impacto del ciberacoso
Pian advirtió que hoy el acoso no se limita al ámbito escolar, sino que se extiende a través de los dispositivos electrónicos. “A diferencia de antes, que se quedaba en la escuela, hoy se perpetúa después del horario escolar porque sigue el mensaje, la burla, el chiste. Muchos chicos son incluidos en grupos de WhatsApp solo para seguir acosándolos”, explicó.
En este sentido, relató el caso de un alumno que decidió no participar en una coreografía escolar porque temía ser grabado y luego ridiculizado en redes sociales. “Esto multiplica el daño y la exposición, y genera que los chicos se retraigan aún más”, señaló.

Cuando el niño es el que hace bullying
La psicopedagoga remarcó que también es fundamental prestar atención a los chicos que ejercen el acoso. “Como papás muchas veces estamos pendientes de que nuestro hijo no sea víctima de bullying, pero no estamos igual de pendientes de que haga bullying. Preferimos que no sufra, aunque pueda dañar a otro, y muchas veces lo dejamos pasar”, advirtió.
Pian indicó que estas conductas suelen reproducir lo que los niños ven en casa. “El bullying muchas veces empieza en la familia. Si yo me burlo de un vecino, si discrimino a alguien o digo ‘con este no me junto’, ese es el modelo que transmito. Los chicos lo repiten y lo llevan a la escuela”, puntualizó.
Además, alertó sobre la falta de límites claros: “Si no les enseñamos a los niños que no deben acompañar una burla ni quedarse callados ante un hostigamiento, la conducta se normaliza. No alcanza con decir ‘no te metas’, hay que enseñarles a no ser cómplices”.

Un trabajo conjunto
Para Pian, la prevención del bullying debe ser una tarea compartida entre escuela y familia. “Creo que en las charlas sobre acoso escolar tienen que estar también los papás. No es solo un tema de la escuela. Cuando los profesionales hablamos de bullying no buscamos culpar a la institución, sino acompañar a la familia y al niño para que el problema no avance”, subrayó.
La especialista concluyó que tanto la víctima como el victimario necesitan acompañamiento. “El bullying deja secuelas de por vida, tanto en quienes lo sufren como en quienes lo ejercen. Hablar del tema, ponerlo sobre la mesa y generar conciencia es la mejor herramienta para prevenir”, cerró.