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Sociedad De Concepción del Uruguay al mundo

La pediatra entrerriana que salva vidas con Médicos Sin Fronteras: “es una labor muy gratificante”

Ana Valori nació en Concepción del Uruguay, se formó en la UBA y desde hace casi una década trabaja en Médicos Sin Fronteras. La médica repasó sus misiones en contextos extremos y el compromiso que la llevó a trabajar en algunos de los países más golpeados por crisis sanitarias.

23 de Diciembre de 2025
Pediatra entrerriana trabaja desde hace 10 años en Médicos Sin Fronteras.
Pediatra entrerriana trabaja desde hace 10 años en Médicos Sin Fronteras. Foto: (La Pirámide).

REDACCIÓN ELONCE

Ana Valori nació en Concepción del Uruguay, se formó en la UBA y desde hace casi una década trabaja en Médicos Sin Fronteras. La médica repasó sus misiones en contextos extremos y el compromiso que la llevó a trabajar en algunos de los países más golpeados por crisis sanitarias.

Ana Valori es entrerriana, nació y creció en Concepción del Uruguay y desde hace casi una década desarrolla su labor como médica pediatra en Médicos Sin Fronteras (MSF), una de las organizaciones humanitarias más reconocidas a nivel mundial. A lo largo de su trayectoria, trabajó en más de cinco países atravesados por conflictos armados, epidemias y crisis sanitarias profundas. “Es una labor muy dura, pero muy gratificante”, resumió al describir su experiencia en el terreno.

 

Tiene 41 años, es la menor de cinco hermanos y cursó sus estudios primarios en la escuela Bezzi y los secundarios en la Escuela Normal de Concepción del Uruguay. Durante su infancia y adolescencia, formó parte de la vida social y deportiva de la ciudad, frecuentando los clubes Zaninetti y Universitario, donde practicó básquet y hockey.

(La Pirámide).
(La Pirámide).

Como muchos jóvenes uruguayenses, a los 18 años se mudó a la Ciudad de Buenos Aires para iniciar la carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Sin embargo, reconoció que no fue una vocación temprana ni heredada. “Nunca fui de las personas que quisieron estudiar Medicina desde siempre y tampoco había médicos en mi familia”, recordó al dialogar con La Pirámide.

 

El camino hacia la pediatría

 

A pesar de esas dudas iniciales, su recorrido académico y personal la fue acercando a la pediatría, especialidad que eligió convencida. Ocho años después de comenzar la carrera, se graduó como médica pediatra y rindió el examen de residencia en 2011, logrando ingresar al Hospital Elizalde, el ex Casa Cuna de Buenos Aires.

 

“Yo ya sabía que quería hacer esa especialidad. Cuando empecé en la medicina tenía mis dudas, pero al transitar por la pediatría me sentí más segura”, explicó. En ese sentido, destacó que el trabajo con niños implicaba desarrollar otro tipo de lenguaje. “Es un espacio menos formal de la profesión, donde hay que trabajar lo no verbal, la confianza, el juego. Eso siempre me gustó”, señaló.

Sin imaginarlo, esas habilidades serían clave más adelante para desenvolverse en contextos donde el idioma era una barrera. “Después me di cuenta de que eso me permitió trabajar en otros lugares donde no hablaba el idioma local”, relató.

 

El primer contacto con la salud pública crítica

 

En 2015, aún en Argentina, Valori realizó tres viajes a Salta a través del Ministerio de Salud de la Nación, integrando equipos que abordaban problemáticas de salud pública vinculadas a muertes infantiles por deshidratación. “Fue una experiencia para salir de la realidad de las grandes ciudades, donde el sistema de salud funciona de otra forma”, explicó.

 

Ese período fue clave para ampliar su mirada profesional, aunque todavía no tenía definido el rumbo que tomaría su carrera. “Todo me gustaba un poco, pero todavía no sabía para dónde ir”, confesó.

 

El ingreso a Médicos Sin Fronteras

 

El punto de inflexión llegó a fines de 2015, cuando leyó una entrevista a la pediatra argentina Magdalena Goyheneix, quien trabajaba en Médicos Sin Fronteras. “En ese momento dije ‘yo también puedo hacer esto’. Conecté emocionalmente”, recordó.

 

Así decidió postularse de manera online. En febrero de 2016 fue convocada al proceso de selección, que incluyó evaluaciones profesionales y de aptitud para contextos de emergencia. “La decisión fue casi por azar, porque en ese momento en Argentina no se conocía tanto este tipo de organizaciones”, explicó.

 

En paralelo, retomó el estudio del francés, idioma clave para muchas misiones humanitarias. “En la Escuela Normal estudié inglés y francés. Es la única escuela pública que conozco que enseña dos lenguas”, destacó con orgullo sobre su formación en Concepción del Uruguay.

 

Las primeras misiones en África

 

Su primera misión fue en Níger, en África Occidental, donde llegó en febrero de 2016. “Fue duro porque la misión era en francés y mi manejo del idioma no era tan bueno”, recordó. Allí, las madres hablaban hausa, la lengua local, y el trabajo se realizaba con apoyo de enfermeros y traductores.

 

Las principales problemáticas sanitarias eran la falta de acceso al agua potable, la baja cobertura de vacunación y la propagación de enfermedades infecciosas. Valori trabajó en Malawa, una ciudad semidesértica a siete horas de la capital, Niamey. “Las dificultades más grandes eran la malnutrición aguda severa y la malaria”, explicó.

 

Durante los picos de emergencia, el hospital colapsaba. “Había 300 camas y se ocuparon todas. Tuvimos que instalar carpas para ampliar la capacidad de atención”, relató.

 

La carga emocional del trabajo humanitario

 

La pediatra recordó escenas que marcaron su experiencia. “Había un niño con graves quemaduras que hacía sonidos con unas cajas cuando yo llegaba. Era su momento del día para descomprimir”, contó. Sin embargo, reconoció que las tasas de mortalidad en esos contextos generan un fuerte impacto emocional. “Uno siente que no puede hacer mucho más”, admitió.

 

En ese marco, subrayó que el trabajo en Médicos Sin Fronteras no es voluntariado. “La organización contrata profesionales con experiencia. El riesgo está siempre y el Derecho Internacional se respeta cada vez menos”, advirtió.

 

Una trayectoria internacional

 

A lo largo de los años, Ana Valori trabajó en la República del Congo, Etiopía, Bangladesh, Yemen, Tanzania y nuevamente en Níger. En 2017 estuvo ocho meses en el Congo, donde enfrentó enfermedades prevenibles por vacunación como sarampión y tétanos, patologías que nunca había visto en Argentina.

 

“La flexibilidad es clave. Hay que adaptarse a otras culturas, tiempos y espacios”, explicó. Entre 2018 y 2019 asumió el rol de pediatra móvil para MSF España, viajando a distintos proyectos de corta duración.

 

Durante ese período también participó en un proyecto de innovación digital para guiar consultas pediátricas en un campo de refugiados en Tanzania. Más tarde, en 2020, se trasladó a Ginebra, Suiza, donde trabajó como referente de pediatría hasta 2021.

 

Actualmente, reside en Barcelona y se desempeña como referente técnico del Departamento Médico de Médicos Sin Fronteras España.

 

El valor de la misión humanitaria

 

“Si las ganas y el deseo están, hay muchísimo para hacer en cualquier lugar”, sostuvo Valori en diálogo con La Pirámide. “Es una labor dura, pero muy gratificante, porque uno se encuentra con personas que comparten visiones del mundo”, concluyó.

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