El martes 29 de abril de 2003, las aguas del río Salado ingresaron a la ciudad de Santa Fe, con fuerza y furia. Ese mismo día, el río marcó 7.89 metros de altura en la Ruta Provincial N°70, en la zona de Recreo, y fue el pico de la crecida.
El martes 29 de abril de 2003, las aguas del río Salado ingresaron a la ciudad de Santa Fe, con fuerza y furia, por un sector del terraplén de la defensa oeste en la zona del Hipódromo, en el tramo de la obra que estaba inconcluso a pesar de haber sido inaugurada seis años antes. Ese mismo día, el río marcó 7.89 metros de altura en la Ruta Provincial N°70, en la zona de Recreo, y fue el pico de la crecida.
Desde la mañana, el agua se fue haciendo de todo lo que encontró a su paso y por la noche, un tercio de los barrios de la capital provincial se habían inundado. Ese día, y los que siguieron, el agua se llevó vidas humanas, pero también la inocencia de niños y niñas y los recuerdos y pertenencias de unos 130.000 santafesinos y santafesinas que lo perdieron todo.
A 20 años de aquel doloroso 29 abril de 2003, hay marcas que siguen intactas en la memoria, no sólo de quienes lo vivieron en carne propia, sino de toda una sociedad que se puso de pie y no dudó ni un segundo en dar una mano a los que más lo necesitaban.
Escuelas y clubes se convirtieron en centros de evacuados, vecinales e instituciones, en lugares de logística para la distribución de alimentos que empezaron a llegar de todas partes del país.
Los helicópteros sobrevolaban el cielo, los anfibios se abrían paso por las calles que durante días fueron parte del río y los camiones del Ejército se trasladaban de un lado a otro acercando la ayuda humanitaria que necesitan las miles de personas afectadas. Vecinos con lanchas propias también colaboraron con el rescate de familias.
La inundación de 2003 fue una de las peores catástrofes hídricas evitables que sufrimos todos los santafesinos y santafesinas. Ese 29 de abril, el tiempo se detuvo, o al menos la normalidad a la que estábamos acostumbrados. (Fuente: Aire Dgital)
