REDACCIÓN ELONCE
Sebastián Arabí es oriundo de Villaguay y tuvo una gran enseñanza en su profesión en China, donde detalló a Elonce sus vivencias.
Sebastián Arabí, preparador físico oriundo de Villaguay, Entre Ríos, vivió una de las experiencias más intensas y desafiantes de su carrera profesional en China, trabajando con selecciones nacionales femeninas de vóley. Su historia comienza con una propuesta que llegó en un momento muy particular de su vida: “Surgió en el año 2023, me habían llamado para estar en la selección en China. Había sido padre así que dije que no era el momento oportuno para viajar”.
Con experiencia previa en el vóley nacional, Arabí venía construyendo una carrera sólida en la Liga Argentina. “En principio estoy trabajando en Villa Dora, acá en Santa Fe en la Liga Argentina de Vóley femenina y el rodaje te va haciendo conocerte con gente y compartir un laburo que hace contactos que se han acercado y han surgido justamente previo a lo de China otras oportunidades que eran Europa. Uno se iba preparando siempre para para esos esos eventos, esas posibilidades, esas oportunidades”, contó.
La oferta de China llegó en un momento de introspección personal. Arabí lo pensó mucho, en diálogo con su familia, sabiendo que implicaba un cambio radical. “Que bueno justo había sido padre y le había venido diciéndole no y ya me venía bajoneando con lo que pasó lo de China que era mu era muy tentador era lo máximo y bueno hablándolo mucho con mi esposa y con mi familia era no era indicado al momento ¿viste claro sucede que bueno ya la”.
Trabajo de élite y tecnología de punta en selecciones chinas
A pesar de las dudas iniciales, Arabí finalmente se sumó a la delegación china con un rol clave en el área física. “Estar como encargado del área de fuerza de las tres selecciones U19, U21 y Primera de China. Los de Primera justo estaban con la BNL en Brasil, así que no las alcancé verlas. Ellas vuelven a China, las veo dos semanas y se van a los Juegos Olímpicos”.
Lo que en principio era un trabajo específico, se fue ampliando a medida que demostraba su capacidad para analizar y aplicar tecnología en el entrenamiento. “Vieron que tenía facilidad para ser preparador físico, vieron que iba a un gimnasio a trabajar con herramientas tecnológicas de primer nivel y surgió esto de acompañarlo en la preparación física. Empecé a viajar por todo China y empezaron a ver que también había facilidad con el uso de los datos entonces les comentaba antes que surgió algo muy muy bueno que se hizo que fue a raíz de los datos hacer un patrón un ADN de la jugadora china por categoría. Íbamos a todas las ciudades a hacer evaluaciones físicas y técnicas, se hacía filtrado en base a lo físico porque era determinante para poder estar”.
El sistema chino es exigente, extremadamente disciplinado y con prácticas muy distintas a las occidentales. La adaptación para Sebastián no fue sencilla. “La adaptación fue muy dura. Conozco muchos que han ido, que han estado allá en China, que van a trabajar, que van a vivir en China y algunos le dicen ‘Le cuesta dos semanas tres semanas’. A mí me llevó dos semanas para bancar el sistema chino de lo que es entrenar con ellos: entrenan 11 horas por día, tres estímulos de tres horas más dos de gimnasio todos los días”.
Cultura, disciplina y un modelo difícil de aceptar
Arabí compartió algunas experiencias que lo marcaron profundamente en su paso por China. “La disciplina no es la disciplina nuestra. Allá tuve la oportunidad de ver muchas veces de la villa olímpica donde nosotros vivíamos, enfrente había un jardín… Te arranco así para que entiendas un poco lo que es: claro, de chiquito el docente o el profesor y el jardinero le pega al joven, a la criatura, y el papá que lo fue a buscar está orgulloso de eso...”.
El choque cultural fue fuerte, tanto en lo emocional como en lo profesional. “Es así en todo China claro más menos, eso culturalmente está bien visto. Yo te lo cuento acá y es muy difícil de digerir, pero allá es normal. Por eso te digo, yo estuve dos semanas para bancarme muchas de esas cosas. Porque en el día a día yo estaba 11 horas con el grupo, con todo el staff, todos chinos. No había nadie de afuera. Eso por ahí es lo que para otros que han tenido oportunidad en otros deportes, que hay uno del staff o el head coach extranjero, es otra cosa. Pero yo estaba sometido a los chinos, vivía como un chino básicamente”.
“El respeto del profesor, el respeto del mayor, lo es la autoridad, lo que dice es palabra santa totalmente... Sí, ahí donde yo mi experiencia. La situación fue que los primeros dos meses se me respetó porque yo era el argentino de afuera, pero de la jugadora después me empezó a agarrar el tiempo porque yo claro, yo no tenía esa misma forma. Claro, no tenía varita y no la iba a hacer, es nuestra formación”.
El idioma, la soledad y la decisión final
La barrera del idioma también fue un obstáculo diario, y la presencia de traductores era clave para su comunicación. “Yo tenía un traductor constantemente conmigo al lado que me acompañaba para todo. Hacer todo. Pero el traductor… Vos eras en inglés, ¿no? Yo le hablaba en español. Tuve tres traductores. Uno fue español-chino, otro fue inglés-chino, y el último español-chino. Que la verdad, me quedo con el de inglés-chino, porque allá imagínense que el inglés no se hablaba, menos el español. Entonces era más difícil, aunque había tres chicas que hablaban inglés, las alumnas, y las tomaba de referencia para que transmitan lo que ellos explican”.
Finalmente, y a pesar de tener un contrato firmado por tres años, Sebastián tomó una decisión basada en sus afectos. “No regresar más allá que tener un contrato. Sí, el contrato es por tres años. Y si no vuelvo por lo familiar digamos. No puedes llevar tu familia. Llevarla podría, incluso ellos quieren que vos lleves la familia. Esto no solo a mí, a todo extranjero le piden que lleve la familia porque saben el cambio brusco... Que vos el primer día que vos tenés una experiencia negativa, que me ha pasado, te querés volver”.