Shigetaka Kurita aún no se lo cree: cuando a finales de los noventa este japonés garabateó en un papel 176 rudimentarios símbolos, no imaginaba que un día sus emojis salpicarían los mensajes del mundo entero.
Los emojis acaban de entrar en la historia del arte al ser
incorporados en la colección del prestigioso Museo del Arte
Moderno de Nueva York (MoMA), donde se expone actualmente su
versión original.
"Creé lo que yo mismo habría querido tener", algo que "añada
sentimientos" a los cortos y frustrantes mensajes escritos,
explica el creador de 44 años, que por aquella época trabajaba en
NTT Docomo, pionero del internet móvil (i-mode).
Para Kurita "tener el honor" de estar expuesto en el MoMA es
más a lo que nunca podría aspirar, admite en una entrevista con la
AFP en Tokio.
Los emoji, término que significa literalmente "imagen-letra" en
japonés, son en cierta forma "una evolución de los kanji
[ideogramas], extendidos en pictogramas coloridos en la era
digital", considera Kurita, que también dice haberse inspirado de
los dibujos mangas.
"Por sus raíces niponas, no me esperaba que la gente en el
extranjero adoptara los emojis", afirma, aún sorprendido por el
éxito de su invención.
- Reafirmar el lado humano -
Del corazón al paraguas, del vaso de Martini al smiley (en la
época, un rectángulo como boca y dos acentos circunflejos para los
ojos), "estas modestas obras de arte han sembrado las semillas que
han permitido el increíble desarrollo de un nuevo lenguaje
visual", resume Paul Galloway, unos de los responsables del MoMA.
Doce años después de su nacimiento en Japón, la fiebre emoji se
adueño del planeta cuando Apple los integró en la biblioteca de
caracteres de su iphone.
Desde entonces se han multiplicado exponencialmente hasta
superar los 1.800 símbolos y alegran todas las discusiones
escritas, desde los SMS a las redes sociales, a veces con
secuencias enteras de emojis, como la empleada por el tenista Andy
Murray para contar su matrimonio en Twitter.
Este recurso a las imágenes parece tanto más necesario con la
llegada de la comunicación electrónica "para reafirmar el lado
humano en un universo profundamente impersonal y abstracto",
subraya Galloway.
Los emojis "permiten a un mensaje informal transmitir emociones
y sentimientos que son difíciles de plasmar en escritura
fonética", confirma Marcel Danesi, profesor de semiótica de la
Universidad de Toronto y autor de un libro sobre el tema.
"Permiten también comprimir la información, ganar espacio y
sobre todo, añaden un tono no conflictivo a un mensaje", como si
"apaciguaran las relaciones, limando tensiones potenciales".
- Eternos -
"Un smiley al principio y al final de un mensaje garantiza que
será leído en un estado de ánimo positivo, incluso si la intención
es irónica o incluso de acusación", continúa. "Con un corazón,
¿qué mensaje podría ser negativo?", coincide Kurita.
Especialmente apreciados por las generaciones más jóvenes, los
emojis se enriquecen cada año bajo la égida del consorcio Unicode,
con sede en la Silicon Valley, que se encarga de codificar cada
carácter para que puedan ser leídos en cualquier dispositivo
electrónico, "sea cual sea la plataforma, el programa o el
idioma".
Pero Danesi advierte que en algunos casos "se da cierta
ambigüedad", hasta el punto de que una agencia de traducción
londinense ha decidido contratar a un especialista para descifrar
su uso según el país.
Sobre su perennidad, el semiólogo admite no estar "seguro de
que los emojis como los conocemos hoy duren para siempre. No
obstante, se ha "marcado un hito" con el nacimiento de "una
escritura híbrida" que mezcla signos clásicos y símbolos
visuales", incide.
El hombre detrás de los emojis, que actualmente ocupa un alto
cargo en la compañía nipona de servicios en línea Dwango, quiere
creer que sus creaciones quedarán para la posteridad. "Me pregunto
cómo serán en 50 o 100 años. Pero no creo que desaparezcan".
AFP-NA