La llegada de los F-16 impulsó cambios en la formación de la Fuerza Aérea Argentina y multiplicó las postulaciones. En la Escuela de Aviación Militar se desarrolla el exigente proceso académico y militar que deben atravesar los futuros pilotos.
La mañana avanzaba en la Escuela de Aviación Militar (EAM), el histórico instituto de la Fuerza Aérea Argentina ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Córdoba. El cielo limpio, surcado por aviones de instrucción, anticipaba un día más de formación para los cadetes que cursan el camino hacia convertirse en oficiales y futuros pilotos de sistemas de armas como los F-16.
Mientras algunos grupos realizaban actividades físicas y adiestramiento militar, otros asistían a clases teóricas. En paralelo, los cadetes de cuarto año preparaban los últimos detalles del viaje institucional que los llevará a distintos centros educativos militares del mundo y marcará el cierre de su carrera.
Como todo viernes, el clima interno mezclaba concentración y expectativa. Los jóvenes se aprestaban a salir “de franco” tras una semana completa de estudios y convivencia bajo régimen de internado. Pero algo más se percibía en el ambiente: la expectativa silenciosa que genera la incorporación de los F-16.
La llegada de los nuevos aviones modificó la currícula, elevó los estándares técnicos y provocó un fenómeno notable: se triplicaron los interesados en ingresar a la Escuela.
Ese incremento de vocaciones convive con lo que ya es tradición dentro de la EAM: la herencia de los héroes de Malvinas, un legado que marca el profesionalismo y compromiso con la Nación. Para los cadetes, defender la bandera es un juramento asumido desde el primer año, un compromiso que guía cada etapa de su formación militar.
La jornada, sin embargo, tenía un condimento adicional. En la institución estaban presentes los brigadieres que pasarían a retiro, en un recambio generacional simbólico: quienes finalizaban su trayectoria lo hacían en el mismo lugar donde se forman quienes tomarán la posta. En ese marco, se recorrió la EAM para conocer cómo se prepara la nueva generación de la Fuerza Aérea Argentina.
Las torres: el primer paso hacia el cielo
En Córdoba, las dos torres de acceso a la EAM son un símbolo. Para muchos, representan el comienzo de una carrera que combina disciplina militar, estudio universitario y vocación de servicio. Históricamente, las torres han tenido un significado militar y espiritual; tanto es así que hasta en textos bíblicos, como el Génesis, las edificaciones elevadas aparecen como representaciones simbólicas del cielo.
En la Escuela, el significado es otro: quienes atraviesan esas torres inician un camino que exige esfuerzo, valores y compromiso con la República Argentina. “La Escuela de Aviación Militar, con las dos torres en el frente, es donde ingresan los candidatos que, posteriormente a una serie de exámenes que se les toman, se transforman en cadetes de primer año”, explicó el vicecomodoro Darío Fernando Matorra Barranco, jefe del Escuadrón Instrucción del Cuerpo de Cadetes.
El proceso de ingreso incluye exámenes escritos que se realizan en distintos puntos del país. Solo quienes los aprueban ingresan a la institución y comienzan su formación militar.
Cuatro años de formación militar y universitaria
La carrera en la EAM dura cuatro años y otorga el grado de alférez y el título universitario de licenciado en Conducción de Recursos Aéreos para la Defensa. “Brindamos una formación militar con foco en los valores que buscamos que tengan quienes integran la Fuerza Aérea Argentina”, señaló Matorra Barranco. Actualmente, la escuela supera los doscientos inscriptos por año y cuenta con más de un centenar de cadetes cursando cada ciclo.

Uno de los momentos más significativos para los jóvenes de 18 años que ingresan es la entrega del uniforme. “Ese es, tal vez, el primer impacto. Muchos no vienen de un ambiente militar”, contó el vicecomodoro. Luego llegan las exigencias físicas, de salud y académicas, y un hito fundamental: el juramento a la bandera, que les otorga estado militar.
Especializaciones y entrenamiento en distintos ambientes
Hacia el final del segundo año comienza el prescalafonamiento, un proceso que define las especialidades que seguirán los futuros oficiales: escalafón aire (pilotos de caza, transporte y helicópteros), escalafón general (radaristas, inteligencia, logística, artilleros, contadores y comandos) y escalafón técnico (ingenieros).
La formación también incluye etapas operativas cada año en distintos ambientes geográficos. En primer año, los cadetes se adaptan al terreno; en segundo, realizan prácticas en ambiente selvático; en tercero, en el desierto; y en cuarto, en supervivencia en el mar. “La etapa en el mar es el momento final de la formación en materia de maniobras militares”, explicó Matorra Barranco. Paralelamente, los jóvenes deben aprobar las materias del Escuadrón Estudios.
Del uniforme al cockpit: camino a ser aviadores
Si bien la EAM forma militares y licenciados, también prepara a los futuros pilotos. En tercer año, los cadetes tienen volovelismo, una introducción al vuelo. En cuarto año realizan el curso inicial de aviadores, requisito fundamental para luego iniciar el Curso de Aviador Militar, donde comenzarán a volar aeronaves de entrenamiento y, posteriormente, se incorporarán a los sistemas de armas de la Fuerza Aérea.
Desde primer año se trabaja en la construcción de un perfil específico: un soldado instruido, un militar apto para sobrevivir en situaciones extremas, un conductor capaz de liderar y, finalmente, un oficial preparado para asumir funciones en los distintos destinos del país.
Requisitos, vocación y nuevos desafíos con los F-16
La EAM no tiene cupos de ingreso, pero requiere cumplir con requisitos básicos: ser argentino, mayor de edad y contar con secundario completo. La institución brinda alojamiento, comida y una beca mensual, aunque los cadetes deben solventar sus gastos personales durante las salidas del fin de semana.
“Venimos con una vocación y nos formamos como profesionales. El hecho de que el F-16 sea un sistema de armas moderno, que va a levantar la vara en muchos sentidos, es una motivación más”, señaló el vicecomodoro, piloto helicopterista. Contó además que su carrera lo llevó a misiones en la Antártida, Chipre y Haití, y destacó que el camino del oficial es una trayectoria en permanente proyección.
Con la llegada de los F-16, la Escuela reforzó la enseñanza de inglés y adaptó contenidos técnicos para preparar a quienes operarán uno de los cazas más sofisticados que integrará la flota nacional. Este cambio marca un antes y un después en la formación aeronáutica argentina y potencia el atractivo de la carrera militar para cientos de jóvenes. (Con información de Infobae)