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Paraná Alternativa laboral

La venta de ropa reciclada crece en Paraná

La plaza Pancho Ramírez, de Paraná, se volvió la más elegida por los vendedores de prendas usadas. Sin importar la clase social ni la edad, son muchos los que eligen participar del movimiento que suma adeptos en todo el mundo.

23 de Marzo de 2015
El Diario
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La plaza Pancho Ramírez, de Paraná, se volvió la más elegida por los vendedores de prendas usadas. Sin importar la clase social ni la edad, son muchos los que eligen participar del movimiento que suma adeptos en todo el mundo.

La venta de ropa reciclada, se ha convertido en una excelente alternativa tanto para emprendedores como para consumidores. Esto se debe a diversos factores, por un lado quienes se instalan para vender lo hacen para obtener un mejor sustento económico, o porque tienen prendas que ya no usan y prefieren hacerse de unos pesos y evitar el deterioro de las mismas. Por otra parte, están quienes llegan muy ajustados a fin de mes y prefieren elegir una ropa usada, que sea canchera y clásica, ahorrando ese dinero extra que requiere la compra de un atuendo a estrenar.

Con el cambio de temporada, son muchos los que ya comenzaron a guardar los trapos de verano para ocupar el placar de a poco con las pilchas de media estación o abrigos.

Es aquí que muchos se encuentran con pantalones, camisas o remeras que ya no van a usar y optan por una bolsa de plástico para guardarlas mientras deciden qué harán con ellas.

La propuesta de los recicladores consiste en darle una nueva utilidad a todo eso que sobra dentro del ropero, porque siempre hay alguien que le va a dar un nuevo uso.

Entre mate y mate, todos los fines de semana se repite la misma postal: jóvenes y adultos se autoconvocan en la plaza con sus percheros o mantas sobre el césped y se disponen para la venta.

Durante la semana, se abocaron al recorrido de casas ya sea de familiares o de amigos, en busca de la mayor cantidad de artículos posibles pensando en la feria americana.

Una vez en el lugar, se instalan con sus reposeras a conversar con el vecino, o escuchan la radio, mientras que los niños juegan en las hamacas.

Bien lavadas, planchadas y perfumadas las vestimentas se exponen a lo largo de las veredas, a la espera del comprador o de otro puestero colega que proponga un trueque de prendas.

La venta de ropa de segunda mano es considerada una gran industria a escala mundial, porque no debilita a la producción textil local y al mismo tiempo ofrece empleos a algunos que se dedican al negocio callejero informal.

Esa tendencia, que cada vez crece más en los espacios públicos, también se hace presente en las plataformas virtuales.

En las redes sociales como Facebook, se promocionan las llamadas “ventas de garaje”, en las que un grupo de vecinos se reúne en alguna casa para exponer objetos e indumentaria usada, una vez al mes.

Un ejemplo que sale a la luz pero en la vecina orilla, es el caso de la Feria Ituzaingó o de la Feria Americana Chic en Santa Fe, donde grupos de chicas ofrecen sus prendas sólo para mujeres y de buenas marcas a precios muy accesibles.

Sin mover más recursos que algunas mesas, percheros y valijas, convirtieron una simple reunión de intercambio y ventas, en un gran evento que convoca a jóvenes de toda la región.

Además de darle una larga vida a la moda, se volvió un atractivo para adolescentes coquetas y esto se debe a que las pilchas que ofrecen son variadas y se caracterizan por su buen estado.

 

Boutique al aire libre

Bajo el nombre de “Feria Americana de la Plaza Brown y Soler”, esta iniciativa también se dio a conocer en las redes sociales y muchos se sumaron gracias a que una de las puesteras creó el grupo.

Tal es caso de Camila, de 22 años, quien comentó que participa de la venta ambulante desde hace un año. Todo comenzó cuando compartieron una invitación en su muro y los comentarios dieron a entender que la respuesta por parte de la gente era muy buena.

“Vengo de manera alternada, sobre todo cuando tengo alguna amiga disponible que me quiera acompañar, porque sola se me hace larga la tarde”, contó la joven. Ese domingo la predispuesta fue Ana, quien colaboró con ella y aprovechó para que su niño juegue al aire libre.

La joven emprendedora explicó de qué modo se suman. “Traemos de todo: ropa que ya no usamos y también nueva ya que mi mamá tiene negocio, y lo que no sale lo incorporamos a precio de costo”, relató.

En cuanto a la demanda, las jóvenes aseguran que se vende muy bien y que es eso lo que hace que valga la pena movilizarse todos los fines de semana en colectivo desde lejos, ya que las dos viven a distancias considerables.

Este no es el caso de Mary, una enfermera paranaense de 50 años que vive a cuatro cuadras de la placita: “Yo tengo trabajo, pero esto es una ayuda para poder llegar más tranquila a fin de mes”. Cada sábado, domingo y feriado, se instala bajo la sombra con el mate y se pone al día con sus compañeros de feria.

Durante la charla, compartió que “viene mucha gente tanto a comprar como a vender ropa, ya sea nueva o usada pero siempre a precios módicos”.

Mary comentó que lo que más se busca son ropas para chicos, sobre todo pantalones o remeritas para ir al colegio y calzados.

Para ella, la feria es mucho más que un negocio: “Lo tomo como un entretenimiento porque me relaciono con las personas y me hago amigos porque hay muy buena onda entre todos”.

En ese sentido, la entrevistada comentó que se vive un clima familiar, basado en el compañerismo, a tal punto que si uno sale a comprar algo en otro puesto o necesita ir hasta la casa y volver, el que está al lado le atiende al vecino y viceversa.

Se percibe una muy buena relación entre los vendedores, y eso también se debe a que cada uno tiene un lugar asignado y esto se respeta.

Una de las “normas de convivencia” establece que cada sitio de la plaza debe quedar igual de limpio que como estaba al llegar y que el perímetro de la zona de juegos no se debe invadir para que puedan ocuparlo aquellos que no compran ni venden.

Otra indica que si uno de los pequeños se pierde de la vista de los padres, todos los emprendedores aplauden hasta que éste aparece.

El movimiento de gente es constante y no sólo se da por los que se acercan a comprar sino también entre los vendedores que se mueven de un puesto a otro.

Esto se debe a que la gran mayoría aprovecha la ocasión para intercambiar prendas a modo de trueque o bien por dinero pero a costos bajísimos.

Tal es el caso de Mariela de 30 años: “Tengo de todo, remeras desde 10 pesos y cuando se trata de algo que me compré y prácticamente no lo usé, lo puedo vender hasta por $100”.

Las historias son muy diversas, entre ellas se destaca la de Franco y Lucas, que se encuentran cursando sexto año y en plena organización de su viaje a Bariloche.

“Yo empecé con mi mamá y mi hermana, hasta que un día no pudieron venir más, entonces me toca cubrirlas. Generalmente nos instalamos los sábados y aprovechamos a reunir plata para ahorrar para el viaje”, contó uno de ellos.

Todo lo que recaudan es para pagar las cuotas de su excursión de egresados, es por eso que se preparan tempranito y a las dos de la tarde comienzan a exponer la indumentaria y no se retiran hasta que oscurece.

 

Números

Patricia tiene 44 años y participa de la feria americana hace más de un año. La mujer explica que se sumó a muchas ventas de ese tipo pero que elige a la Plaza Pancho Ramírez porque al tratarse de un espacio público no se paga alquiler por el puesto.

“Traigo todo lo que puedo: juguetes, ropa, zapatos, cintos, carteras porque la gente lo compra y lo que me gusta es que ayudamos a la economía de muchos que no pueden acceder a algo nuevo”, contó.

A diferencia de otros, Patricia aprovecha al máximo el fin de semana y se traslada desde la zona del ex Hipódromo con su perchero, la mesa y las mantas todos los sábados, domingos y feriados porque esa es la manera de hacer la diferencia.

“Por fin de semana puedo llegar a sacar hasta $1500 porque tengo mucha mercadería, ya sea mía, de mis familiares o amigos, y lo recaudado va a medias”, agregó.

Victoria, de 23, relata que trabaja media jornada y sus recursos no le alcanzan para el ahorro mensual y es con ese fin que justifica su venta. “Esto te ayuda para que por lo menos toda la semana tengas un ingreso extra en el bolsillo, ya sea para la comida u otras compras básicas”.

Para todos aquellos que se hayan motivado con la iniciativa y tengan ganas de sumarse, la joven recomendó: “Está bueno el intercambio que se da, una vez una señora me contó que le daba vergüenza venir, pero yo le dije que no porque lo que hacemos acá, es algo digno”.

 

Un clásico de domingo

Más allá de la feria de la plaza, la venta de ropa usada en las instituciones educativas de Paraná, se ha vuelto un clásico. Entre las más grandes aparecen las exposiciones de las escuelas República de Chile y Las Heras, donde las cooperativas cobran un alquiler que ronda los $60 por mesa para cada puestero.

Sin dudas la que reúne mayor número de personas es la que funciona en la escuela Magnasco de avenida Almafuerte frente a la Universidad Tecnológica Nacional, la que reúne alrededor de 300 personas por domingo.

Este fue el sitio elegido por Carolina Eichhorn, quien se sumó a la venta junto a un grupo de amigas el año pasado. En un comienzo la idea duró poco porque la recaudación no alcanzaba para satisfacer las expectativas de todas las jóvenes que asistían y finalmente se disolvió la sociedad.

Sin embargo, desde hace un año, algunos gastos extras que debía encarar junto a su novio hicieron que volviera a las andanzas.

“Él junta ropa de hombre, yo de mujer y lo que ganamos en el stand va a un fondo común, también incorporamos toallas y otras cosas que no usamos”, contó.

Carolina destaca que la particularidad de esta exposición es que allí se puede encontrar de todo, desde una escobilla para autos o una olla y utensilios hasta productos de belleza de alguna marca de catálogo.

“Nosotros tenemos trabajo los dos pero por ahí nos encontramos frente a algunos pagos que no son esenciales y el ingreso que generamos ahí nos permite cubrir ese dinero sin necesidad de recurrir a nuestros sueldos”, explicó.

La entrevistada reconoce que la cantidad de vendedores ha aumentado tanto, que muchas veces es mayor el número de puesteros que de consumidores.

“La ganancia que se saca es buena, hay domingos que nos volvemos con $800 pero también hay veces que nos venimos con $50, entonces no se trata de un negocio estable. No es algo de lo que se pueda vivir”.

Si bien los precios que se encuentran en la feria de la Escuela Magnasco son similares a los de la Plaza Pancho Ramírez, la muchacha resaltó que las prendas son de mejor calidad y diseño que en el resto.

Fuente: El Diario
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