Estudió de grande en una escuela de Paraná, fue docente durante 26 años sin faltar un solo día y se jubiló en la misma escuela donde un día llegó buscando una oportunidad. “Fue por respeto a mis alumnos”, dijo a Elonce.
Desde muy chica, Ana Cervera soñó con ser maestra. La vida la llevó por otros caminos, pero nunca abandonó ese deseo de enseñar y transformar realidades. Con esfuerzo y determinación, encontró su lugar en la Escuela de Capacitación Laboral N°151 "Madre Teresa de Calcuta" de Paraná, primero como alumna y luego como docente. Allí construyó una historia que emociona: no faltó ni un solo día en más de 26 años de clases.
“Siempre quise transmitir lo que a mí me enseñaron y dar las mismas oportunidades que me dieron”, compartió Ani —como la llaman con cariño— en diálogo con Elonce, al recordar los inicios de su camino en el aula. Su recorrido comenzó cursando un taller de peluquería en la institución. Con los años, montó su salón en casa, y gracias a su dedicación y calidez humana, fue convocada para enseñar en el mismo espacio que la había formado.
El amor por enseñar
Desde 1999 hasta su reciente jubilación, Ani nunca se ausentó. “Estudiar de grande, como lo hice yo, no es fácil. Tenés que conjugar el trabajo, la familia y las ganas de progresar. Por esa responsabilidad que tenían mis alumnos, yo siempre me esforcé en estar a la altura”, relató. Su compromiso no se limitaba a enseñar una técnica; su objetivo era también transmitir valores y sostener emocionalmente a quienes, como ella, buscaban una segunda oportunidad a través del estudio.
“La escuela fue una de las etapas más importantes de mi vida. Mi sueño siempre fue ser maestra y lo pude cumplir. Me llenó el alma”, afirmó emocionada.
Entre sus recuerdos, destacó la historia de un alumno que trabajaba en tareas domésticas y sentía vergüenza por ser hombre. “Yo siempre le decía que el trabajo dignifica. Lo acompañé hasta que se graduó, y hoy tiene su peluquería. Cuando lo veo, me llena de felicidad”, compartió con orgullo.
“La escuela me cambió la vida”
Ana no solo se convirtió en referente dentro del aula: también fue parte de un momento histórico para la institución. Integró la primera promoción de estudiantes que se graduó en la Escuela de Capacitación Laboral N°151, marcando el inicio de un proyecto que, con los años, transformó cientos de vidas. “Fue un orgullo enorme ser parte de los primeros egresados. Ahí sentí que empezaba una nueva etapa para mí y para muchos más”, recordó con emoción.
El legado de Ani sigue vivo, incluso tras su jubilación. Quien hoy está a cargo del taller de peluquería fue alumna de su primera promoción como docente. “Eso me emociona profundamente. Es una continuidad del amor por enseñar y por este oficio que tanto me dio. Ver que sigue en buenas manos es una de las mayores alegrías que me llevo”, expresó.
Una reflexión sobre estudiar de grande
Ana no nació en Paraná. Llegó desde el interior en busca de un trabajo y un futuro mejor. “Empecé con lo que pude, trabajando, y cuando conocí la escuela supe que era la oportunidad que había estado esperando”, relató.
“Estudiar de grande es un acto de valentía”, reflexionó. “Uno llega con años encima, con responsabilidades, con hijos, con miedos… pero también con muchas ganas. No es fácil sentarse a aprender después de una jornada laboral o dejar cosas de lado para ir a clases. Pero vale la pena. Siempre. Porque el estudio no solo te da una herramienta: te devuelve la fe en vos misma”.
Su experiencia inspira a quienes creen que ya es tarde para comenzar. “Nunca es tarde para aprender, para cambiar de rumbo o para empezar algo nuevo. Yo soy prueba de eso. Si lo soñás, y alguien te da una oportunidad, todo puede cambiar”, sostuvo.
Un homenaje que hizo llorar a todos
En su acto de despedida, sus colegas la sorprendieron con una carta llena de afecto, que la hizo llorar y que resume el impacto que dejó: “Nos toca despedir a una mujer que no solo fue capacitadora, sino también guía, inspiración y compañera. Enseñaste con pasión, entrega y ese toque humano que no se aprende en los libros… Tu paso por la escuela deja una huella imborrable”.
Entre elogios por su elegancia, su predisposición al trabajo, y su sonrisa constante, destacaron su capacidad de “acariciar el alma de los demás” con la enseñanza. “Celebramos tu nueva etapa, una merecida jubilación. No es un adiós, sino el comienzo de un nuevo capítulo. Las puertas de esta escuela estarán siempre abiertas para vos”.
“La educación cambia vidas y concreta sueños”
La historia de Ani es el reflejo de lo que la educación para jóvenes y adultos puede lograr cuando hay vocación, esfuerzo y un entorno que acompaña. “Siento que la educación cambia realidades y concreta sueños”, dijo entre lágrimas. Y es justamente eso lo que hizo durante más de dos décadas: abrir puertas, alentar procesos y sembrar confianza en quienes tal vez ya habían perdido la esperanza.
Hoy se despide del aula, pero su legado seguirá presente en cada corte de cabello, en cada historia de superación, y en cada alumno que, como ella, encontró en la educación una nueva oportunidad para crecer.