REDACCIÓN ELONCE
Con clases semanales y abiertas al público adulto, el taller de Acroyoga propone una experiencia grupal que fortalece cuerpo y mente en un ambiente de juego y confianza.
El taller de Acroyoga que se dicta todos los miércoles en la Casa de la Cultura se convirtió en una propuesta física, emocional y comunitaria que atrae cada vez más interesados. Impulsado por Virginia Mockert, hija del reconocido concertista Jorge Mockert, la práctica fusiona acrobacia, yoga y artes terapéuticas en un entorno seguro y participativo.
“Estamos acá en clases regulares de Acroyoga. Estamos todos los miércoles acá en Casa de la Cultura, y bueno, estuvieron viendo un ratito lo que es el entrar en calor, preparar el cuerpo para lo que es esta disciplina”, explicó la profesora a Elonce, donde también se mostró parte de la rutina inicial de los encuentros.
El taller de Acroyoga tiene una duración de dos horas —de 18:30 a 20:30— y está dirigido a personas mayores de 18 años, aunque también ha despertado interés entre familias que practican juntas. “Jugamos, entrenamos y nos desafiamos”, resumió Virginia, subrayando el espíritu lúdico de la actividad.
Un encuentro de fuerza, coordinación y confianza
Durante la clase, los alumnos trabajan en grupo y asumen distintos roles: base, flyer y spotter. “El acroyoga es la combinación, la fusión del yoga, las acrobacias y distintas artes terapéuticas. Fusionamos todo y trabajamos desde la coordinación, la flexibilidad, la fuerza y es muy divertido porque lo hacemos con nuestro propio peso y el peso de un otro”, detalló Mockert.
La práctica incluye ejercicios que fortalecen especialmente las piernas. “En este caso estamos trabajando puntualmente la fuerza de piernas, la aducción, la flexión, generando el encuentro entre las dos fuerzas”, explicó la instructora, mientras se desarrollaba una demostración en vivo. Además, agregó: “El desafío de esta dinámica es poder encontrarse y poder fluir en ese movimiento”.
El enfoque integral de esta disciplina busca no solo beneficios físicos, sino también el desarrollo de la confianza mutua, la coordinación y la conexión con los demás. “Activamos muchísimo la coordinación porque de repente nos tenemos que mover juntos para no caernos. Eso es lo divertido”, añadió.