El Vaticano confirmó que el Papa Francisco falleció en la madrugada de este lunes en la residencia de la Casa Santa Marta a raíz de un derrame cerebral, técnicamente denominado ictus o apoplejía cerebral, lo cual derivó en un “colapso cardiovascular irreversible”, según el reporte oficial.
En diálogo con Elonce, el médico neurólogo Santiago Sanfilippo explicó que “el Papa tuvo una hemorragia cerebral, es decir, una coagulación de sangre dentro del cerebro de forma aguda, y eso fue la causa del deceso”.
Cómo actúa el ictus cerebral en el cuerpo
“Seguramente eso habrá producido un aumento de la presión dentro del cráneo, lo que genera compresión a nivel del tronco cerebral. No hay que olvidar que el tronco cerebral es la parte que une el cerebro con la médula y es el encargado de funciones vitales como el sueño, la frecuencia cardíaca y el estado de conciencia”, detalló el especialista.
“Todo ese cuadro derivó en un paro cardiorrespiratorio y en el fallecimiento. La causa definitiva fue ese derrame cerebral, que terminó desencadenando el paro”, concluyó.
Enfermedades preexistentes del Papa
Sanfilippo señaló que el Papa contaba con antecedentes médicos importantes que incrementaban el riesgo de sufrir un ACV. “Era diabético, lo que ya implica un problema circulatorio generalizado, afectando corazón y cerebro. Además, era hipertenso. En su caso, se presume que una crisis hipertensiva, combinada con arterias debilitadas por la diabetes, derivó en la rotura de una arteria y produjo el derrame”, precisó.
A esto se sumaba una bronquiectasia, enfermedad pulmonar que provoca reducción del calibre de los bronquios. “Esa afección disminuye el oxígeno disponible y genera daño cerebral secundario. Todo esto conformaba un terreno propicio para un accidente cerebrovascular”, remarcó el neurólogo.
Infección pulmonar y estado terminal
El especialista agregó que el Papa Francisco arrastraba complicaciones respiratorias recientes: “La bronquiectasia derivó en una infección pulmonar que luego generó una neumonía. Eso disminuyó sus defensas y afectó la circulación. Ya venía con un cuadro infeccioso agudo que facilitó el desarrollo del ACV”.
En cuanto a la apariencia hinchada del rostro que presentaba en sus últimas apariciones públicas, Sanfilippo indicó que probablemente se debía al uso de corticoides: “Este tratamiento, común en afecciones respiratorias, puede aumentar la presión arterial y provocar retención de líquidos o edema. También se puede haber producido una falla renal que agravó el cuadro”.
Una despedida planificada
Por último, el médico reflexionó sobre su última aparición pública: “El Papa cumple una función casi celestial para muchos fieles. Me parece que tanto él como la Iglesia entendieron que estaba en una etapa terminal, y decidieron que tuviera ese último contacto con el pueblo durante Semana Santa”.
“No obstante, desde el punto de vista médico, un paciente en esas condiciones no está en condiciones de hablar en público. Necesitaba oxígeno, se lo veía muy fatigado y ni siquiera pudo leer su discurso. Era inexorable que se sabía el final y simplemente se adelantó un poco”, concluyó.