Demostró su enorme talla artística para manejar a la audiencia a gusto y placer y pasearse por distintos géneros musicales con soltura y calidad.
Desde aquellos días en que hacía covers bailables con Nomady
Soul hasta que surgió al frente del rock duro de La Torre, mucha
experiencia acumuló Patricia Sosa como artista: compuso infinidad
de canciones, musicalizó obras, triunfó como solista, actuó en
cine y TV, y se popularizó como jurado de programas televisivos de
búsqueda de talentos.
Y talento, justamente, es lo que a ella le sobra, junto a un
singular carisma a la hora de pararse frente a una audiencia y
hacer que un estadio repleto escuche en absoluto silencio sus
arengas que bien podrían ser best sellers de autoayuda.
Patricia cree firmemente en cada palabra que dice y en cada
frase que canta, y eso se nota y la hace diferente a buena parte
de sus colegas. Habla del amor al prójimo, de la fuerza interior
de cada persona, de la necesidad de disfrutar la vida y no dejarse
vencer por las adversidades.
Por momentos puede parecer un líder religioso, pero no: es
simplemente una artista con una filosofía muy clara de vida que la
transmite en lo que dice, lo que hace y lo que canta. Y que
convierte cada concierto en una suerte de ritual con sus
seguidores donde maneja los climas a voluntad, llora, cuenta
anécdotas familiares, se emociona, pregona la no violencia y
vuelve a llorar.
En el plano musical, es de las pocas cantantes argentinas que
puede meterse en cualquier género y salir airosa, con un caudal de
voz impactante, y una variedad estilística que, lejos de
convertirse en una mezcla híbrida, marca cada una de sus facetas.
Patricia Sosa es balada cuando hace "Endúlzame los oídos" y
enamora a todos, es rock and roll cuando sacude con "Estamos en
acción" y es pop latino cadencioso y amable cuando recuerda sus
primeras etapas como solista. Y todo le sienta bien.
Dos temas de precalentamiento le bastaron para preparar al
público y hacerlo cantar desde el tercero en adelante cuando
arremetió con "Tratando de cambiar el mundo", un caballito de
batalla infalible desde los ’80. "Acá empieza el recital", gritó y
mientras todo el estadio repetía una y otra vez el estribillo del
tema se tuvo la certeza de que la fiesta iba a ser de las buenas.
Un homenaje al gran Pappo con "Mi vieja", una balada a dúo
cantada en un banco de plaza junto a Sandra Mihanovich y dedicada
a las personas mayores, y la incorporación de Oscar Mediavilla en
guitarras para rockear con dos temas de La Torre marcaron otros
puntos altos del show.
Pero sin dudas el momento culminante fue cuando junto a Valeria
Lynch rescató ese increíble texto de Mario Benedetti al que
Alberto Favero puso música: "Por qué cantamos" desbordó emoción y
fuerza, y culminó con las dos cantantes llorando abrazadas sobre
el escenario.
Como todo espectáculo de Patricia Sosa, la puesta en escena fue
un derroche de producción en donde no se escatimaron gastos, con
cinco pantallas gigantes (una, casi del tamaño del escenario) y un
cuidado sonido pese a que el Luna no es de los recintos que se
caractericen por su buena acústica.
Con una larga trayectoria sobre sus espaldas, Patricia Sosa
llegó finalmente al Luna Park, lo llenó y salió victoriosa del
desafío. Su carrera nunca estuvo basada en un hit o en un momento
específico, y bien puede jactarse de que siempre fue en ascenso.
La emoción que transmite y la convicción en lo que hace
seguramente son la clave para que no haya un techo a la vista.
NA.