Política La lucha de un padre por su hija

Fornerón tras el fallo de la Corte Interamericana: "espero que la Justicia cambie"

El padre de la niña dada en adopción irregular espera que el Estado cumpla las disposiciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El fallo del tribunal ordenó “capacitar” a jueces y funcionarios judiciales entrerrianos.

10 de Junio de 2012

Un bebé no cesa de llorar. Explica que tiene que darle de comer a su hija, de seis meses. Otra vez, espontáneamente, Leonardo Fornerón vuelve a mostrar su perfil de padre, tal como lo hizo en 2009, cuando repasó el periplo que lo hizo llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos en reclamo de su hija, Milagros, que fue dada en adopción a una pareja de Buenos Aires. Ahora, el llamado es porque ese periplo tendría un buen final, aunque han pasado demasiados años de dolor. La CIDH dictó un durísimo fallo en el que le asigna la razón a Fornerón, un joven que se decidió a resistir con todo su ser que su hija biológica le fuera negada por un trámite de adopción que a todas luces fue irregular. La sentencia prevé resarcimientos económicos para Milagros y para su padre; dispone que el Estado nacional contemple un contacto entre ambos que restaure tantos años de ausencia, publicó El Diario.

El 16 de junio, Milagros cumplirá 12 años. Sólo compartió con su papá 45 minutos, en un insólito encuentro en el Casino de Victoria, el día de la inauguración. Así lo dispuso la Justicia en una de las tantas idas y vueltas de la causa. La condición fue que no se le dijera a la niña que Fornerón era su padre. En todos estos años, su papá tuvo en su mesa de luz un portarretratos con la imagen de la niña, una fotocopia de una foto tomada del grueso expediente.

 

En familia. En 2009, el joven estaba solo con su cruz, aunque sus padres y hermanos lo acompañaron siempre. Ahora tiene su familia que lo acompaña en su afán de tener a Milagros a su lado. “Tiene seis meses mi hijita”, dice Fornerón cuando se le pregunta por la criatura que llora al lado del teléfono. “Estoy viviendo en pareja con una chica que conocí, que tenía una nena. Yo le conté mi historia con Milagros, ella me contó la suya. Estamos viviendo juntos y tenemos esta beba juntos. La nena más grande, la de mi señora, que tiene seis años, no ve las horas de estar con su hermana. Está apurada, mira la foto (la de siempre, la de la fotocopia del expediente) y pregunta cuándo van a poder jugar juntas”, cuenta.

Se queja el hombre porque ha leído que los medios dan cuenta de que habrá resarcimientos económicos ordenados por la Justicia. “Se dicen bolazos. No sé que habrá de eso, pero nada que ver con las cifras que se están dando”, dice molesto. “Si a mi me interesara la plata, hubiera terminado todo esto cuando me mandaron a decir que pidiera lo que quisiera con tal de que dejara de buscar a Milagros”, enfatiza.

“Recibí la noticia del fallo con gran alegría. Es lo que estaba esperando hace rato. Y ahora tengo que esperar porque habrá que ver qué hace el Estado, tienen tres meses para disponer cómo se hace para cumplir con lo que dijo la Corte”, precisó Fornerón.

“No todos los padres somos iguales. Yo espero que la Justicia cambie. Yo me crié con mi familia que me inculcó los valores que tengo. Quiero creer que las cosas van a cambiar en la Justicia. Quiero creer pero por ahora espero”, dijo.

 

 

El caso

La Justicia entrerriana, en distintos fallos, le negó sus derechos. Hubo un retardo judicial que, lejos de corregirse, derivó en consecuencias que luego fueron usadas como argumento de la misma Justicia para fundar los fallos que alejaron a Fornerón de su hija, según lo determinó la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al momento de aceptar la causa.

Milagros nació el 16 de junio de 2000 en un sanatorio privado de Victoria pese a que su madre es de Rosario del Tala, a 100 kilómetros, ciudad en la que también vive Fornerón.

Al día siguiente del nacimiento por cesárea, el sábado 17 de junio, intervino un defensor de Pobres y Menores suplente, Julio Guaita, y dispuso la entrega de la beba en guarda a una pareja de la ciudad de Buenos Aires. El padre, que no sabía del embarazo, se enteró que Milagros era su hija recién el 3 de julio de 2000. Se presentó de inmediato ante la defensora de Pobres y Menores de Rosario del Tala para reconocer a la niña. En el mismo despacho, la madre negó que el joven, de entonces 27 años, fuera el padre de la criatura. La mujer declaró que la beba estaba con una tía, sin dar precisión alguna.

El papá planteó sus sospechas a la funcionaria. Según consta en su denuncia, cree que “la niña no se encuentra donde la madre manifiesta sino que la habría dado a una familia para su cuidado”. El 11 de julio de 2000, tras su testimonio ante un fiscal, se inicia un expediente que tramitó en el Juzgado de Instrucción de Tala, a cargo entonces de Daniel Olarte.

En el medio del largo proceso, entre otras cuestiones, se denuncian irregularidades en el trámite de inscripción de la pareja de Buenos Aires en los registros de adoptantes de la provincia.

El 18 de julio, Fornerón inscribe a su hija en el Registro Civil de la Ciudad de Victoria y recién el 1 de agosto los adoptantes solicitan formal otorgamiento de la guarda judicial de Milagros.

Tres días después, Olarte ordena el archivo de la causa iniciada. Fundamenta, entre otras cuestiones, que reconoce la sospecha de un eventual caso de venta de bebé, toma nota del “aumento de la pobreza” que da lugar a que “proliferen quienes ofrecen dinero a cambio de los bebés, que estas actitudes se deben calificar de explotaciones humanas” pero señala que el comportamiento de la madre biológica y de “quienes la segundaron o instigaron en su accionar, no resulta punible” en los términos del Código Penal. Y termina allí el asunto.

La decisión es apelada, la Cámara del Crimen de Gualeguay revoca el fallo de primera instancia pero lo termina confirmando el Superior Tribunal de Justicia de la provincia.