Este sábado el Santuario La Loma celebró sus 50 años en la ciudad de Paraná con un festival musical cargado de emoción, fe y expresiones artísticas. A pesar de la fría noche, decenas de fieles se congregaron en el predio del santuario para honrar a la Virgen María, cariñosamente llamada “la Mater”, con un espectáculo dedicado a su vida, su obra y su gracia.

El evento, organizado por miembros del Movimiento de Schoenstatt y colaboradores del santuario, incluyó números musicales, danza y testimonios de devoción. Desde el escenario, se recordó cómo la Mater llegó hace medio siglo a Paraná y decidió quedarse, transformando la vida de miles de personas que hoy siguen acudiendo a ella en busca de guía, consuelo y bendiciones.

“Estamos con el corazón desbordado de tanta gente que vino a acompañarnos”, expresó una de las organizadoras y cantante del evento. “Mi familia está muy metida en el movimiento, y a la Mater no se le puede decir que no. Junto con Oscar Vicentín y muchos colaboradores, dimos lo mejor. La Mater eligió quiénes debían estar acá para regalarle este homenaje.”

Una celebración artística con raíces litoraleñas

Entre los momentos destacados del festival se presentó Canto a la Loma, una obra compuesta en 1975 que relata la historia del Santuario La Loma con ritmos propios del Litoral argentino. Además, se sumaron músicos de la ciudad de Rafaela y diversos grupos que ofrecieron canciones y danzas como expresión de gratitud y devoción.

Integrantes del ballet de Ciencias Agropecuarias de la UNER también participaron en la gala artística. “Fue una experiencia hermosa, única. Nos sentimos agradecidos por ser parte”, compartieron jóvenes bailarines luego de su presentación. La combinación de música en vivo, coreografías y relatos convirtió la noche en una experiencia multisensorial que conectó a los presentes con la historia del santuario.

“Ella —la Mater— te roba el corazón y después lo maneja”, dijo una de las feligresas emocionadas. “No siempre los caminos que te propone son fáciles, pero cobran sentido. Le tengo un amor inmenso.” Esa devoción, compartida por generaciones de familias, fue el motor de la celebración.