Lautaro tiene 23 años, estudia Ciencias de la Educación. Fue samurai, ninja y también vikingo. Es portavalores en un banco, y hoy elige ser un bárbaro y usar armas cortas. Paula, de 22, se dedica a cuidar niños, pero ahora está vestida de celta. Peleará con dos espadas, o quizá con una espada y un escudo. Además, estudia Licenciatura en Artes Visuales, por eso puso tanto esmero en el traje que se fue confeccionando. Rita, en cambio, adoptó un personaje de la mitología ficcional de John R. R. Tolkien: un orco Uruk-hai, de El señor de los anillos. Facundo, por su parte, viste una túnica color café como un franciscano, y junto a Camilo hacen precalentamiento con espadas y escudos. Todos ellos están en el patio, al fondo del Club Español, con la bandera roja de PIRO colgando de una ventana, en la que se destaca el mitológico símbolo del Ave Fénix.
PIRO significa Proyecto Integración Rolplay Organizado. Se trata de un grupo que practica softcombat, una disciplina deportiva originada en los juegos de rol en vivo, en la que los combatientes “luchan” con armas acolchadas o de gomaespuma que simulan instrumentos de choque de distintas épocas. Una veintena de jóvenes, de entre 16 y 32 años, se juntan los sábados por la tarde, para demostrar sus destrezas en este ámbito, personificando griegos, celtas o bárbaros. “Esta idea nació en Europa, hace algunos años, pero muchos países empezaron a tomar el juego y lo trasladaron a sus costumbres”, explica Lautaro, uno de sus integrantes más experimentados. “Nosotros lo argentinizamos, adaptamos el reglamento del softcombat a nuestra conveniencia para jugar a capturar la bandera o defender posiciones, por eso se desarrolla en grandes campos. Hacemos eso, además de los torneos de esgrima medieval que practicamos acá”, agrega. Una vez por mes, organizan un juego en algún lugar abierto. Antes fue la Toma Vieja, luego el Parque Urquiza o la Plaza Sáenz Peña, pero desde hace unas semanas tienen este espacio fijo en Urquiza 722, lo cual les permite pensar en encontrarse de martes a sábado por la tarde y soñar con ampliar la convocatoria, que suma en total a unas 80 personas y otros tanto en Facebook.
De lo virtual a lo real. PIRO surgió hace un par de años como un pleito personal de dos amigos que desarrollaban un juego de rol por Internet y se desafiaron en la vida real. Nació así, y la idea gustó a muchos más que se sumaron, incluso desde Santa Fe. La mayoría de los miembros practican juegos de rol por Internet o de mesa. “Los de la vieja escuela venimos de los juegos de rol de tablero, en donde se interpreta un personaje, hay fichas y dados. Se juega más con la imaginación y la mente, es como vivir en el medioevo”, cuenta Lautaro. “Hay muchos que se pasan los días frente a la computadora, y esto les da la posibilidad de no estar tan ociosos y desplegar sus personajes en el mundo real”, dice. También están los que vienen del palo de las artes marciales. En general, son estudiantes, sobre todo de facultad, aunque últimamente se sumaron varios chicos de entre 16 y 18 años. El director actual de esta singular tropa de combatientes se llama Bruno, tiene 17 años y está terminando la secundaria. “Los conocí en una convención de videojuegos y animé, y me entusiasmó la idea de revivir historias y divertirse con amigos muy buena onda”, comenta Bruno.
Campo de batalla. Uno de los veteranos del Español deja la sala de casín y se arrima hasta el quincho, toma una espada de fantasía del armero colgado de la pared y bromea con los presentes. Adentro, en la cantina del club, varios jóvenes más se juntan a intercambiar cartas coleccionables, otro juego muy conocido del que el mes pasado hubo un torneo mundial en Buenos Aires. “Empezamos compartiendo el mismo lugar, algunos nos miraban de reojo y luego se fueron sumando”, dice Lautaro sobre los que mercadean tarjetas. En un costado se acumulan algunos cascos, escudos y otras armas de ataque y defensa. La mayoría son recicladas, construidas con cartapesta y engrudo, o cirujeadas, ya que cada tanto salen a hacer excursiones-torneos en búsqueda de “tesoros” por la ciudad, recuperando cartones y caños de PVC que luego transforman en equipamiento. Para los ganadores hay “monedas PIRO”, acuñadas por ellos mismos, horneadas en arcilla con el logotipo del colectivo.
“La idea de nuestro grupo es darle la posibilidad a todos los que quieran participar de que sean libres de interpretar lo que gusten. Vos cuando llegás podés decir “a mí me gusta el estilo de los vikingos”, investigás cómo eran, te hacés un equipamiento vikingo, o persa, o de Gengis Kan, y listo. Cuando se da la pelea se mezclan todos, aunque no coincidan las épocas ni las geografías, eso es lo divertido. Por ahí ves peleando a un samurai con katana contra Aquiles, y los combates son bastante emocionantes también”, grafica Lautaro. El esparcimiento tiene sus fundamentos: buscan una disciplina que parte del honor y el respeto. Por eso tienen un reglamento, rangos, jueces y maestros que intentan mantener la conducta deportiva de respeto al rival. “El combatir no es ganarle a un contrincante, sino superarse a uno mismo. Unificamos cosas de las artes marciales orientales con el juego europeo, eso es lo particular de nosotros: le dimos una realidad no tan competitiva sino más amistosa y de superioridad personal”, resume Lautaro, que prefiere definir lo que hacen como un pasatiempo “donde aprendo, me divierto, pongo ilusiones y esperanzas; a la vez que sigo para adelante con las nuevas generaciones que toman este nuevo deporte, que se juega tanto en forma individual como en equipo. Es algo muy libre en el que las personas se pueden sentir ellas mismas, sin restricciones”. La propuesta es representar, en un despliegue lúdico, una época histórica o imaginaria. Ser otro por un rato, viajar en el tiempo, y chocar las espadas, para que otro nuevo enfrentamiento medieval comience bajo el cielo paranaense.
Cómo transformarse en un guerrero antiguo
La edad mínima para participar es de 16 años. Para sumarse a PIRO hay que firmar una planilla de responsabilidad civil, ya que se trata de un juego de contacto (aunque nunca se lastimó nadie en forma grave y cuentan con un buen botiquín de primeros auxilios), y también una ficha médica. En el caso de tener alguna afección importante, como problemas del corazón o cerebrales, se exige autorización de un médico. Los menores deben contar, además, con permiso de los padres. Asimismo, se pide un aporte inicial como cuota única de 20 pesos para materiales grupales (siempre hay disponible equipos de caja, cosas que van quedando, para todos los que quieran usarlos), y hacerse socio del Club Español cuesta otros 20 pesos mensuales.