REDACCIÓN ELONCE
En Argentina, casi la mitad de los alumnos de tercer grado de primaria (46%) no alcanza el nivel mínimo de lectura. Las desigualdades son marcadas: entre los chicos de familias con menos recursos, el porcentaje llega al 61,5%, mientras que entre los de familias con más recursos baja al 26,3%, según la prueba regional de aprendizaje 2019.
Solo 1 de cada 10 alumnos alcanza el nivel más alto de lectura, muy por debajo del promedio de América Latina. Además, Argentina perdió posiciones en la región en los últimos años, pese a tener un PBI similar al de países con mejores resultados.
La falta de comprensión lectora limita el aprendizaje en todas las materias, reduce las oportunidades de trabajo y profundiza la desigualdad. En un contexto de pantallas y tecnología, surge una pregunta: ¿cómo revertir esta crisis y garantizar que todos los chicos puedan leer y entender correctamente?
El tema fue debatido en El Ventilador, de Elonce.
Marta Zamero, Profesora y Licenciada en Letras, indicó que “los datos que tenemos entre la tecnología y la lectura provienen de fuentes que no son nacionales. Todos conocen las Pruebas PISA. Los países desarrollados implementaron en 2009 la primera prueba que se hizo sobre lectura de texto digital. Hay una diferencia entre leer texto tradicional y digital. Me refiero a alguien que construye la coherencia navegando, decidiendo sobre qué fuentes, construyendo la coherencia, entendiendo lo que está leyendo y decidiendo la validez y decidiendo sobre la información y evaluando la confiabilidad de la fuente. Esto fue evaluado hace 16 años. Arrojó que los chicos que mejores puntajes obtienen son los que mejores puntajes obtienen en las pruebas de comprensión lectora sobre libro papel”.
Cuando se habla de comprensión lectora, mencionó, “hablamos de comprensión, de áreas específicas del cerebro que procesan información visual. El procesamiento del texto, tanto del texto papel o el digital o hipertexto, es siempre procesamiento visual”.
Dijo que “ha habido evaluaciones posteriores a 2009, muy masivas en el resto del mundo, para identificar cuáles son los procesos comprensivos que se comparten entre texto e hipertexto. Una cosa son los chicos que nacieron con computadoras, no con celulares, y han tenido una interacción con un dispositivo que no presenta la aplicación, el estar scroleando. Interactuaban con el texto, pero era una interacción de la escritura en relación con la lectura, interviniendo”.
Remarcó que “hay una diferencia muy grande entre tener una institución que alfabetiza, que es la escuela, y tener dos: escuela y familia. Esa alianza está rota hace mucho tiempo. No está rota por sectores sociales, no está asociada al poder adquisitivo. Yo vengo de una época en la que daba vergüenza no tener libros en la casa y eso hoy no ocurre. Hoy hay una enorme cantidad de lectores, no es cierto que se lea menos, se lee muchísimo más. Hasta el diálogo ha pasado a ser escrito en los dispositivos. El problema es que cuando pensamos en la lectura como un instrumento para conocer, para aprender, para estudiar, que no es lo mismo que leer, encontramos que en la base no está la misma estrategia de lectura que la que usamos para el dispositivo, como el celular”.
“Gran parte de la comprensión que falta tiene que ver con la falta de la interacción con la escritura. Estudiar requiere leer y escribir. Estudiar significa que hay un texto, sobre el cual no voy a opinar ligeramente, sino que voy a interactuar con ese texto de tal forma que pueda representarme la estructura de ese texto con lo que el texto quiere decir. Incluso para sostener lo contrario, tengo que tener una idea cabal de las ideas que estén representadas en ese texto. Para estudiarlo tengo que tenerlo disponible en la mente para cuando lo necesite. Eso es producto del estudio”, agregó.
Indicó que “hay más docentes particulares y psicopedagogos. Cuando leemos evaluaciones de la calidad de la educación, tenemos que pensar en esos sectores que no están dependiendo solamente de la escuela para lo que saben, sino también de otras enseñanzas. Entonces esa mirada pauperizante de la escuela pública que solemos tener, es totalmente errónea. No digo que nos vaya bien, hay muchísimas cosas que hacer. Pero miremos con cuidado porque podemos caer en un prejuicio que nos impide ver lo que hay que ver”.
Por otra parte, consideró que “tenemos que volver a leer nuestras fuentes de información y tratar de contextualizar los datos que tenemos. Decir que estamos mal, hay que ver con respecto a qué” y se preguntó: “¿acaso no hemos tenido dos años sin escuela? Estamos negando que un año los chicos estuvieron en su casa, en su casa en la que fueron educados amorosamente o en la que se vivieron demasiados dramas. Tuvimos un segundo año de pandemia donde la estructura de burbujas no fue una asistencia regular”.
“La escuela es un dispositivo que cae sobre tu persona porque el estado ha decidido que seas una persona alfabetizada. Hay una ley que dice que es obligatorio ir a la escuela. Si nosotros esperamos que los chicos tengan interés, muchos sí lo tienen, pero muchos solo van por los compañeros. La educación nunca es para hoy. Como los chicos creen que son eternos, viven hoy y punto, quizás no les interesa lo que les quieren enseñar, hasta que en algún momento del futuro necesitan de ese conocimiento”, agregó.
Dijo que “hablamos de educación obligatoria y hay que diferenciar entre la escuela primaria y secundaria. La primaria tiene siglos de obligatoriedad. En eso nos ha ido muy bien porque durante todo el siglo XX hemos logrado que los chicos que tienen determinada edad vayan a la escuela. La secundaria, que tiene 20 años de obligatoriedad, está como estaba la escuela primaria en el 1900. Están tratando de que esos chicos vayan. El interés, obviamente, es algo discutible para el lazo. Los docentes de secundaria están igual que los docentes de primaria cuando intentaban advertir a la población que esto ya no es más para un grupo selecto, sino que se trata de educación obligatoria, el estado te obliga a ir. Y eso todavía no está conseguido en la educación secundaria”.
Explicó que “cuando la escuela se creó no había psicología del niño, el niño era un adulto más o menos deforme que si no le entraba algo en la cabeza lo devolvían a la casa y allí se quedaba o le pegaban con un puntero. Ha pasado muchísima agua bajo el puente, la escuela no está en el mismo lugar. No es cierto que todo lo pasado fue mejor ni tampoco que estemos en el mismo lugar en que estuvo la escuela hace mucho tiempo. Atribuimos a los niños conocimientos previos, cosa que no se atribuyó a los niños, hasta más o menos la década del ´90, creíamos que eran unos niños que tenían que callarse y demás. Después se empezó a cambiar, en los 40 años de democracia hemos intentado dar cabida a otras teorías. No estamos en el mismo lugar. Uno no va a la escuela a buscar lo que puede buscar afuera. Yo no tengo que enseñar a mirar Tik Tok. Uno va a la escuela a aprender aquella herencia cultural y aquellos desafíos hacia el futuro que no voy a poder hacer solo, aprender solo ni me tocó por la familia. No tiene que ver con el nivel socioeconómico, sino con que solo lo voy a aprender en la escuela”.
“Le pedimos a la maestra 100 mil cosas: tenés que ser divertida, atractiva, tenés que mostrar interés y demás. La maestra y los profesores no están representando a ningún evento. Están representando la cultura, a los científicos, a los poetas, a lo mejor de la cultura que queremos heredar”, agregó.
Y finalizó: “La lectura no puede ser hereditaria, tiene que ser un patrimonio cultural y un ejercicio democrático que se enseñe en la escuela. Y eso a veces es aburrido. A veces no es sencillo representarse un texto. El tiempo que tiene que tener la escuela, a la que hay que sacarle un montón de cuestiones de encima, debe optimizarse en la enseñanza de la lectura, pero un tiempo que nada tiene que ver con el tiempo social que estamos viviendo. No queremos lectura fragmentaria, no queremos lectura por encima, queremos que se aprenda lo más cuidado que tenemos como cultura”. Elonce.com