Paraná Una sinusitis reveló un diagnóstico desalentador 

El caso del paranaense Nacho Guzmán: del aneurisma cerebral a su regreso al básquet

A los 12 años, un estudio por sinusitis descubrió un aneurisma gigante en la carótida de Ignacio Guzmán. Junto a su familia recorrieron un camino de intervenciones, riesgos y decisiones que marcaron su vida.

15 de Septiembre de 2025
Ignacio Guzmán en dos etapas de su vida

El paranaense Ignacio “Nacho” Guzmán tenía apenas 12 años cuando una molestia cotidiana se transformó en una sentencia médica. Con una sinusitis recurrente y la nariz tapada, fue sometido a una tomografía antes de participar en un torneo nacional de básquet con la selección de Entre Ríos. El resultado sorprendió a todos: se le detectó un aneurisma gigante en la arteria carótida oftálmica izquierda, una malformación congénita rara y potencialmente letal si llegaba a romperse.

 

El diagnóstico fue devastador. Los especialistas advirtieron que debía suspender de inmediato toda actividad física. Su vida, hasta entonces organizada en torno al deporte, se llenó de incertidumbre y de miedos, cuando preguntó: “Papá, ¿yo me voy a morir?”.

Nacho junto a su papá

El camino de los estudios

El primer paso fue remover los brackets que Nacho llevaba puestos, para poder realizarle una resonancia magnética con contraste. Esa imagen confirmó lo que los médicos sospechaban: el aneurisma era tan grande que exigía un abordaje inmediato. El siguiente paso fue una angiografía, donde se evidenció la magnitud del problema y se planificó una cirugía de alta complejidad.

 

El tratamiento propuesto consistía en colocar un stent intracraneal para desviar el flujo sanguíneo. Pero la noticia trajo otro golpe: el dispositivo tenía un costo de 170.000 dólares, una cifra imposible para la familia.

 

Solidaridad y cirugía de alto riesgo

La historia dio un giro gracias a la empatía del equipo médico y de la empresa proveedora. Se permitió avanzar con la operación mientras se resolvía el pago, un gesto que los padres, Gabriel y Emilia, nunca olvidaron.

 

El 3 de septiembre de 2012 se realizó el primer intento de colocación del stent. Durante la intervención, los especialistas descubrieron que el aneurisma era aún más grande de lo estimado y no podían completarla. Recién al día siguiente, tras siete horas de trabajo en quirófano, lograron implantar un “diversor de flujo” que ofrecía una solución más adecuada al caso.

 

Nacho permaneció diez días internado y luego inició una lenta recuperación en su casa, con estrictos controles médicos.

 

Complicaciones y desenlace inesperado

En diciembre de ese año, una nueva angiografía reveló que la arteria tratada había colapsado. El desenlace que en otro paciente pudo haber sido fatal fue compensado por la capacidad natural del cerebro de generar circulación colateral a través del Polígono de Willis. Esa condición anatómica salvó la vida del joven.

 

Pese al resultado, las advertencias médicas se mantuvieron: debía evitar deportes de contacto y golpes en la cabeza. Para un adolescente apasionado por el básquet, esa recomendación era casi una condena.

Nacho junto a su hermana en el 2011

Decisión familiar y regreso a las canchas

La familia enfrentó un dilema difícil: protegerlo con la inactividad o acompañarlo en su deseo de volver a jugar. Finalmente, Nacho regresó a las canchas bajo cuidados extremos, consciente de los riesgos.

 

El propio joven reconoció: “Sentía miedo, pero también necesitaba seguir con lo que más me gustaba. Si dejaba de jugar, era como si ya no fuera yo”.

 

El presente de Nacho

Hoy, a los 25 años, Ignacio Guzmán es profesor de educación física, entrenador y cursa la carrera de kinesiología. La experiencia lo marcó para siempre y lo transformó en un ejemplo de resiliencia.

 

En diálogo con su entorno, suele repetir la frase que lo guió durante todo el proceso: “Aunque los sueños parezcan hundirse, uno tiene que aferrarse siempre a sus objetivos”. (Con información de Infobae)

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