La historia de los Carnavales, se remontan a las festividades griegas en honor a Cronos y Dionisio, y por los romanos que honraban a Saturno. Para los pueblos originarios, la fecha coincide con las festividades agrarias o los ritos propios que se realizaban en el Abya Yala (actual Latinoamérica).
Sin embargo, la versión más similar a la actual, se refiere a la que adoptó la Iglesia Católica donde en carnaval prevalecían máscaras, pinturas y trajes, y en la Cuaresma compostura, ayunos y abstinencia.
Fue el siglo XIX que trascendió como fiesta de los sectores plebeyos para tomar luego la forma de bailes, orquestas, comparsas, y jolgorios.
En nuestra región, los Carnavales poseen una mezcla de tradiciones y costumbres afro, brasileñas y de los pueblos originarios. Este mestizaje se suma la celebración de las corrientes inmigratorias con el homenaje al Rey Momo.
Los carnavales en Paraná
En Paraná, los Carnavales cambiaron sus ritmos y su impronta ligada a la Iglesia cuando los esclavos africanos le dieron a esa fecha la forma de libertad. Aunque estaban esclavizados, privados de sus raíces, su familia y su libertad, los días de Carnaval podían salir con sus tambores, sus ropas y sus rostros pintados a festejar y era el único momento de “libertad” que tenían, a pesar de su condición no perdían la capacidad de festejar.
El Barrio del Tambor en Paraná, donde actualmente se encuentra la Iglesia San Miguel, el Colegio Nacional y la Plaza Alvear, contiene documentación que pertenece a la Iglesia de aquel momento.
Durante la época colonial, los Carnavales ya se celebraban a pleno en Paraná, con la presencia de estos mestizajes.
En octubre de 1848, Urquiza lanza un decreto: “Queda para siempre abolida la celebración del carnaval”. Su propósito era modernizar toda la estructura social de la entonces sociedad entrerriana, provincia que él había consolidado, y prohibió el carnaval porque iba en contra de la moral y las buenas costumbres que necesitaba tener una sociedad moderna.
Sin embargo, para 1870 con la muerte de Urquiza, los diarios muestran que se pierde la fuerza del Decreto y vuelven a los bailes de carnaval y se reglamentan los bailes con agua, sobre todo en la zona del Parque Urquiza, en los barrios y asentamientos de la ciudad.
Los festejos incluían fiesta de disfraces de los más niños, trajes y fachadas del Teatro 3 de Febrero que aludían a la fecha.
En ese entonces, las personas invertían dinero en encargar a modistas o mandar a hacer trajes para participar de ese momento tan esperado durante todo el año, así como los más pequeños vestían disfraces para divertirse.
Con el tiempo, los barrios de la ciudad buscaron marcar su identidad y realizaban corsos en sus calles con sus comparsas y mascaritas que los identificaban. Entre los circuitos más recordados están los de calle Pringles y Avenida Ramirez, San Martín y 25 de junio, Gualeguaychú y Belgrano, en Calle Salta y en el barrio San Agustín.
Los desfiles se hacían sobre las calles adoquinadas que rodeaban la Plaza 1ero de mayo, y tras horas de concurso se elegían a los mejores. Además estaban los elegantes bailes de carnaval en casas de familias y los populares, en los incipientes clubes y asociaciones de las ciudad.