Ayer, desde las 15 y por primera vez en Rosario, se reunieron los seguidores de la ciudad y zona del Pelirrojos Club, un grupo que nació en 2009 en Buenos Aires y hoy está en diez países de habla hispana y cuenta con 15 mil seguidores en la Argentina, con las redes sociales como gran aliada.
Ellos la llaman la Juntada Colorada y se definen como una "red social, familiar, recreativa y solidaria, una comunidad gregaria pero no sectaria". A Rosario llevaron elementos para donar al Hospital de Niños Víctor J. Vilela.
"Nos sentimos muy bien", explicó al diario <i>La Capital</i> Omar Fornataro, un pelirrojo de 52 años, cálido y extrovertido que oficiaba de anfitrión a medida que iban llegando los "colo", tal como se saludaban, casi un salvoconducto, igual que sus camisetas verdes.
Adultos, jóvenes, matrimonios y coloraditos correteando por las escalinatas, de fondo un banner con el logo del club y treinta minutos de fotos, cada vez que alguien llegaba y reclamaba la postal. Todos felices. ¿Qué compartían? "Experiencias, relatos, tomamos mate, integramos a los nuevos", contó Omar.
De tanta buena onda surgieron amigos y por supuesto el amor. "Casados entre colorados o un colorado con alguien que no lo es", explicó Omar sobre las corrientes de afecto de los encuentros. La pertenencia tiene su explicación, los pelirrojos suelen ser blanco de burlas, cábalas y bromas pesadas, a tal punto que están relacionados con el Instituto Nacional contra la Discriminación, Xenofobia y el Racismo (Inadi), por si las moscas.
<b>Bromas y no tanto</b>
"Hasta ahora no hay denuncias por discriminación pero sí quejas por bromas o insultos", explicó Fornataro. Y dijo que <b>fideos con tuco, tuerca de muelle, Fanta, zanahoria y pulga, forman parte del registro gracioso, pero también hay insultos a viva voz para neutralizar la mufa</b>, gente que se toca alguna parte del cuerpo cuando los ve, o jugadores que se levantan si se arriman a una mesa de casino.
"Soy hincha de Central, que justo perdió dos veces seguidas cuando fui a cancha y mis amigas me decían «no vengas más, sos mufa». Menos mal que la tercera vez ganó", contó entre risas Adriana Royer mientras se autodefinía como "La Colo Rosarina". Griselda, su mamá, que aclara ser "la autora de ese color", recordó que no pocas veces venía llorando cuando era chiquita.
Gustavo Díaz llegó desde Avellaneda, Buenos Aires, con otros tres compañeros, un verdadero "comando rojo" que no pierden encuentro desde 2013, cuando los grupos eran menos numerosos. "Esta bueno por los más chicos, por la discriminación, que se sientan identificados con otros, eso ya te mueve, es motivador", dijo. Y contó que está en pareja con Jicyane, una joven brasileña, también pelirroja ,que por supuesto conoció en el Pelirrojo Club.
Facundo también llegó desde Buenos Aires, con Gustavo y José Luis. Tiene 19 años y a su pelo rojo le agregó bigote y forma parte del grupo desde el año pasado, en una juntada en el obelisco. Desde entonces no perdió reunión, la última fue hace dos semanas en La Plata, donde surgió "quedarse a dormir en la casa de una colorada de familia muy buena onda. Cuando nos juntamos, después salimos a tomar algo, nos quedamos un día más y armamos grupos de whatsapp", indicó. Contó que no pocas veces lo insultaron, pero por su personalidad no le hace mella.
"Desde Granadero Baigorria, vinimos en familia", contó Teresita Maestropablo, la orgullosa abuela de los colos Sabas y Gaspar, de 6 y 3 años, y contó que descubrieron al Club en el programa de Beto Casella y contactaron por internet, compraron las remeras y ayer debutaron como integrantes.
También orgullosa se mostró Agustina Ferreyra, quien llegó desde San Nicolás y lo dijo sin vueltas: "siempre me encantó ser colorada". Y habrá que creerles. A todos. Allí estaban, ayer en el Monumento, con sus cabelleras al viento.