Sociedad Era oriundo de Concordia

Murió el combatiente entrerriano que sobrevivió al hundimiento del Belgrano

El cabo segundo Ricardo Rigoni falleció 37 años después de sobrevivir al hundimiento del ARA General Belgrano. El concordiense murió tras luchar con penosa enfermedad. El recuerdo de sus dos días en el mar tras el 2 de mayo de 1982
Ricardo Rigoni fue uno de los tripulantes, que había sobrevivido al hundimiento del ARA General Belgrano durante la Guerra de las Malvinas y falleció, luego de pelear durante un año con una penosa enfermedad, indicó Diarioriouruguay. Este lunes, despedirán al concordiense, que fue uno de los sobrevivientes del hundimiento del ARA General Belgrano, que se produjo el 2 de mayo de 1982, tras el ataque del submarino nuclear británico HMS Conqueror.
Recuerdo imborrable
El relato de su estremecedora experiencia renace cada año y es oportuno recordar su testimonio. Ricardo Rigoni recordó el hundimiento del ARA General Belgrano y cómo recaló en la mítica embarcación. "Había ido a la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada, con 15 años", y en diciembre de 1980, "voy al Crucero Belgrano como timonel del barco".
La recuperación de Malvinas lo encuentra "con 18 años cumplidos; o sea estuve un año y medio arriba, hasta el hundimiento, vale decir desde diciembre de 1980 hasta mayo de 1982", comentó.

En ese marco, recordó que cuando sucede la toma Malvinas el buque no estaba en condiciones, "porque habían desarmado las calderas del crucero, por lo que pensábamos que no íbamos a salir todavía", pero "zarpamos el 16 de abril porque lo repararon de emergencia, cargamos munición 3 días y nos fuimos a Ushuaia". En la ciudad más austral del mundo "hacíamos una guardia de guerra, en la Isla de los Estados; con el Piedrabuena y el Bouchard, que eran dos escoltas que teníamos".
Más de 300 voluntarios
Recordando que a la tripulación se sumaron "muchos voluntarios que querían ir, algo así como 350 personas más, porque todo el mundo quería ir: ninguno quiso recular".
Ya en plena contienda, "yo cubría turnos de 8 de la mañana a 12 del mediodía en una torre de combate, y de 20 a 00 hs, en la torre 2", rememora el ex combatiente. Si sobrevenía un enfrentamiento "en otros horarios, me tocaba ir a la torre 4".
Peligro de submarinos
La noche anterior del hundimiento, "nosotros entramos en la zona de exclusión en la máxima condición de guerra y navegamos toda la noche", aseveró Rigoni. Agregando que en esa oportunidad, "yo tomé mi guardia a las 20 y la dejé recién al otro día, al mediodía".
"Toda la noche nos habló el comandante que no había peligro de submarinos, por la baja profundidad, como para dejarnos más tranquilos", explicó. Sin embargo, el ataque sobrevino y "me encontró en proa, a 10 metros de donde pegó el primer torpedo". Por eso, "nosotros quedamos entre el fuego, el humo y al agua que entraba", graficó.
Impacto de torpedo
Una vez producido el impacto, el concordiense contó que "quedó todo a oscuras, nadie sabía que pasaba"; luego "logramos salir a cubierta y ahí sí vimos que nos habían torpedeado".
En esos dramáticos momentos "esperamos la orden de abandonar el barco y cuando empezamos tirar las balsas al agua, muchas se rompían por la misma flor que había dejado la explosión", enfatizó. Detallando que "tal es así que yo terminé en el agua y me rescató un muchacho de Salta y me puso en otra balsa".
A esas manos salvadoras "siempre le voy a estar agradecido porque cuando estaba el peligro de que nos "chupe" el barco, me sacó y me dijo "remá, que nos traga". Gracias a eso, hoy Rigoni puede brindar su testimonio. "Rescatamos 9 del agua y totalizamos 11 en esa balsa", recordó.
Dos días a la deriva
Luego de 47 horas y media, "casi a los dos días", la pequeña embarcación con su tripulación pudo ser recogida "aproximadamente a 180 kilómetros desde donde se hundió" el crucero.
Ese mar, explicó el ex combatiente, tenía olas de "10 metros de alto, y veníamos con tormenta hacía dos días: lo único que podíamos hacer era rezar".
Uno de los momentos más fatídicos fue "en la segunda noche que pasamos a bordo de esa balsa, cuando veíamos la lucecita de un barco que se iba: fue desesperante porque por más que gritáramos o hacíamos seña, se fue y se perdió".

El frío era la otra amenaza, acaso más letal que el mar. "Nos dábamos calor unos con otros, de a dos", rememoró Rigoni. Agregando que en la embarcación "había uno que venía mal, desmayado de tanto aspirar el humo del torpedo: lo envolvimos con una frazada y sabíamos que estaba vivo porque vomitaba, pero mientras tanto deliberábamos qué hacíamos con el cuerpo si se moría". Para dimensionar el impacto de las bajas temperaturas, el concordiense detalló que "nos orinábamos las manos".
Congelados
Durante ese tiempo, "hacíamos vigilia cada tanto entre todos" y cuando "este muchacho de Salta nos dijo que venía un barco anaranjado y que tenía la cruz roja, no le creíamos". Los rescatistas tuvieron "que sacarnos de la balsa porque, ya no nos respondían las piernas por el congelamiento mismo".

Rigoni rememoró que en el barco rescatista, "había un médico que era de acá, de Concordia; y que nos ayudó mucho". Por medio de él, a los 4 días, "mandaron un radio a la Armada de acá desde ese barco para avisarle a mi padre que yo estaba vivo", narró. Evidentemente aún emocionado por el recuerdo, reconoció que "cuando volví, fue la primera ? y creo que la única ? vez que lo ví llorar a mi padre".
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