A los minutos, la zona quedaría repleta de policías, peritos, funcionarios judiciales, periodistas, curiosos.
Tres días y medio después de haber desaparecido, así fueron encontradas ayer Paola Acosta (36) y su hija Martina, de 1 año y 9 meses. La mujer yacía vestida y asesinada de varias puñaladas (dos en el cuello, que serían las mortales) en el fondo de un desagüe en avenida Zípoli e Igualdad, barrio Alto Alberdi, de la ciudad de Córdoba.
La pequeña, en tanto, presentaba cortes en su cuerpo, tenía el fémur derecho fracturado y temblaba, además de estar deshidratada. Ya en el Hospital de Niños, donde fue internada, se constató que las heridas cortantes no eran puñaladas, según informó la fiscal Eve Flores.
Los médicos fueron cautos: la criatura está delicada, en grave estado. Tiene politraumatismos y heridas cortantes en varias partes del cuerpo. Además, hay alto riesgo de infección por haber tenido contacto con aguas servidas tantas horas, dijo el director del hospital, Néstor Perotti.
Las primeras versiones indicaban que había permanecido en la alcantarilla de la calle, junto al cadáver de su mamá, durante unas 80 horas, pero los investigadores consideran que estuvo en otro lugar y luego ambas fueron arrojadas donde finalmente las encontraron. Apoyan esta hipótesis en un dato concreto: Nadie la vio ni la escuchó llorar antes.
La expareja de la mujer y padre de la bebé, Gonzalo Lizarralde (33 años, repartidor de pan y en pareja con otra mujer), ya estaba detenido desde el sábado por orden de la fiscal, luego de que se descubrieran manchas de sangre en su vehículo, una Peugeot Expert.
El peor final
El miércoles pasado a las 22, según la causa, Lizarralde pasó por la casa de Paola, en calle Martín García al 200, para llevarle la cuota alimentaria de la bebé. Era la primera vez que iba a ver a su hija. El hombre siempre había negado ser su padre y un estudio de ADN lo había confirmado. Lizarralde, quien vivía en barrio San Salvador, habría hecho subir presuntamente bajo engaños a Paola y a la nena al vehículo. En el departamento quedaron dos hijos adolescentes de la mujer, fruto de otra relación.
Se sospecha que esa misma noche, Paola fue asesinada en el mismo utilitario y su cuerpo tirado en ese desagüe, frente a una panadería que el hombre solía frecuentar.
Se presume también que a último momento no se atrevió a matar a su propia hija, aunque la habría arrojado viva al pozo para luego escapar. El jueves siguiente, Lizarralde fue a lavar el vehículo. Pero quedaron manchas en el habitáculo. El arma homicida, por ahora, no fue encontrada. (La Voz del Interior/Clarín)