“Soldé el capot y no se abre más; cuando lo quiera abrir, tendré que usar una amoladora”, resolvió Héctor al contar el último robo que lo llevó a semejante determinación.
Fue el viernes pasado por la tarde, en Ayacucho y Cerrito. Estacionó su auto cerca de las 15.30 para dejar a su madre en su casa y cuando volvió, una media hora después, encontró el capot abierto. Ya sabía que adentro no iba a estar la batería. Desde 2019 se la roban así.
“Ya me pasó el año pasado y el anterior, en la misma cuadra”, se quejó, resignado y nada sorprendido aunque destacó que “es un barrio de policías, hay cámaras por todos lados”. (Rosario 3)