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“Tiraron dos granadas adentro de casa, se estás llenando de humo el refugio y estamos con un bebé, necesitamos al ejército”, escribió desesperada una vecina. “Pongan toallas húmedas contra la puerta para que no ingrese el humo y abran la ventana”, le respondieron. Marcelo y Diana son sobrevivientes de la matanza que perpetró Hamas el 7 de octubre pasado, donde murieron 1200 personas, 6500 resultaron heridas y 250 fueron llevadas como rehenes, de las cuales 69 fueron liberadas. Ellos, que son argentinos y emigraron a Israel en 1976, se encuentran recorriendo ciudades de América Latina para contar su historia gracias al apoyo de la organización judía Bnai Brith Argentina. Ese mismo trabajo de divulgación hacían, y aún hacen, los sobrevivientes del Holocausto. Luego de 78 años, miembros de la comunidad deben volver a relatar una masacre perpetrada contra el pueblo judío.
“Yo soy gerente del tambo del kibutz y participo en varias de sus comisiones económicas. Vinimos a Israel en el 76. En ese entonces, ya estábamos con la idea de irnos y el golpe militar en la Argentina hizo que todo se acelerara. Queríamos buscar un kibutz agrícola y nos mudamos a Nirim. Luego yo estudié Economía en Israel. Mientras que Diana fue maestra jardinera. Hace 20 años que estamos acostumbrados a vivir bajo los misiles, pero lo del 7 de octubre fue algo devastador, distinto a todo”, señaló Marcelo.
Aquel día las alarmas sonaron a las 6.28. Como viven tan cerca de Gaza, suelen tener entre 8 y 10 segundos para llegar al refugio. De hecho, ese sonido quedó grabado como una herida que tardará tiempo en sanar. Durante la entrevista con LA NACIÓN, cuando se activó el aire acondicionado de la sala, Diana, por un instante, se paralizó: “Pensé que era la alarma”, dijo.
“Nos fuimos a dormir y a las 6.28 sonó la alerta roja. En nuestra zona tenemos 10 segundos para llegar al cuarto seguro. Levantamos a nuestro nieto de la cuna y nos fuimos al refugio. Ese cuarto está hecho de cemento. Cuenta con una puerta de hierro con una manija que no se traba y una pequeña ventana que se abre. Está hecho para misiles, no para una invasión terrorista. Estábamos en pijama y no paraban de caer misiles. A las 7.45 lo llamaron a Marcelo porque había caído una bomba en el tambo”, describió Diana.
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Mientras estaban en el refugio, escuchaban gritos en hebreo. Así, los miembros de Hamas simulaban ser soldados israelíes. “Era todo muy confuso. En un momento pensamos que los terroristas habían instalado una ametralladora en el techo de casa, pero luego supimos que fue un helicóptero del ejército. Recién 12 horas después pudimos salir del refugio custodiados por soldados israelíes”, contó Marcelo.
Cuando salieron, las marcas de la destrucción estaban en todos lados. En Nirim murieron cinco personas. En el kibutz vecino, falleció el 25% de sus habitantes y la devastación fue total. “Me acuerdo del olor, era a quemado, a pólvora. Los autos estaban destruidos, algunas casas también. Ingresamos al refugio y al salir era una realidad totalmente distinta”, lamentó Marcelo.
“Finalmente nos sacaron y nos llevaron a un lugar seguro. Ahí nos encontramos con nuestros hijos y nos enteramos que le tiraron granadas a su casa. Verlos fue un alivio indescriptible, me emociono cada vez que lo recuerdo”, describió.
Luego del ataque las cosas cambiaron en Israel. Allí se vivía un clima de profundas divisiones políticas. Sin embargo, Marcelo y Diana señalaron a este medio que ahora todos están unidos. “Nuestro pueblo está unido con el único objetivo de eliminar a Hamas, ya no hay divisiones”, concluyó Marcelo. (La Nación)