Encapuchado y amenazando a los empleados con un arma de fuego, irrumpió en las oficinas de la planta industrial de la compañía SCG 1887, dedicada a la fabricación de módulos habitacionales para construcciones rápidas, y se alzó con los 58 mil pesos de la caja y, tras cometer el atraco, escapó velozmente a bordo del automóvil de unas de las víctimas.
Hasta ahí sus maquinaciones, motivadas por el resentimiento que sintió al quedarse sin empleo, iban viento en popa. Pero la alegría de haber cometido "el crimen perfecto" le duró poco. Una de sus excompañeras de trabajo notó algo familiar en el ladrón armado que la había encañonado y se había llevado el dinero y lo dijo: el ladrón era un excompañero de trabajo.
La policía hizo el resto. Primero dio un alerta por el coche robado -una caminoneta Renault Dunster marrón-, que fue hallado abandonado en cercanías de Blas Parera al 100. Y después siguió la corazonada de la mujer que creyó reconocer, debajo de la capucha, a un antiguo compañero de trabajo, y fue a buscar al sospechoso a su casa, en Puerto General San Martín.
Con la orden judicial en la mano, los efectivos policiales allanaron la vivienda del muchacho, de 22 años, y en el lugar hallaron el dinero sustraído en el asalto a la empresa sanlorensina. La historia tuvo final feliz, para todos, menos para el exempleado resentido que había planeado una venganza infalible y terminó tras las rejas. (La Capital)