Es el séptimo día de protestas en Estados Unidos por el asesinato de George Floyd a manos de cuatro policías en Minneapolis, luego de un fin de semana de furia y caos, con marchas, saqueos, destrozos y represión policial en varias ciudades del país, incluída la capital, Washington, que dejó a más de 50 millones de personas bajo órdenes de toque de queda, y llevó al mayor despliegue de tropas de la Guardia Nacional de la historia.
Después de dos noches de violencia en las calles durante el fin de semana, el país finalmente escuchó la palabra de Trump, recluido en la Casa Blanca. Pero lejos de intentar bajar la temperatura y calmar los ánimos, Trump abogó por la mano dura y llamó "terroristas" a los manifestantes. Horas antes de su discurso, Trump les había exigido a los gobernadores en una conferencia telefónica que sean "duros", y que arresten más manifestantes para frenar las protestas. "Es un movimiento, si no lo frenás, va empeorar cada vez más", les dijo Trump a los mandatarios estatales, en una conferencia telefónica que fue filtrada a la prensa. "Tienen que arrestar gente, hay que rastrear gente, hay que ponerlos en la cárcel diez años y nunca volverán a ver estas cosas", insistió el mandatario.
Horas después, reiteró el mismo pedido luego en su discurso, y amenazó con desplegar el ejército.
"Si una ciudad o estado se niega a tomar las medidas necesarias para defender la vida y la propiedad de sus residentes, entonces desplegaré el ejército de los Estados Unidos y resolveré el problema rápidamente por ellos", amenazó el presidente.
Antes de que Trump comenzara a hablar, en el Parque Lafayette, frente a la Casa Blanca, las fuerzas de seguridad federales empezaron a avanzar contra los manifestantes con gases lacrimógenos y balas de goma.