Casanova también trabajaba en la salud pública, como jefe de guardia del servicio de maternidad del Hospital Roque Sáenz Peña, desde hacía unos 15 años. "Fue todo una pelea constante. Algunos días había ciertos cambios que hacían que uno se ilusionara, y en otros momentos volvía todo para atrás. Hasta el último momento estuvimos deseando que saliera de esto. La peleó, pero se fue", apunta con la voz quebrada Walter García, compañero de guardia y delegado del gremio municipal.
"Como profesional fue indiscutible, y mucho mejor persona. Estoy agradecido de haberlo conocido y ser su amigo. Era un tipo querido por los médicos residentes de tocoginecología, muy jovial, siempre haciendo chistes", cuenta García a La?Capital . Egresado de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Casanova también había sido instructor en el Hospital Centenario. Dejó a su esposa de toda la vida, a quien conocía desde los 16 años, y dos hijos adultos.
El compañero de Casanova admitió que trabajar en estas condiciones epidemiológicas "es una presión grande", pero ya está adaptado luego de muchos años en el rubro. "Crea mucha incertidumbre todo esto. Es una enfermedad impredecible, se está aprendiendo y eso hace todo más cuesta arriba por más cuidados que uno tenga", confesó. El médico afirma que tiene "muchos colegas que han dado positivo" en ambos sectores, tanto público como privado, y él mismo debió aislarse una vez por precaución. También mencionó que falta personal para hacer reemplazos de los aislados o enfermos, y que los agentes sanitarios viven con mucha angustia la situación: "Siempre estamos pensando a quién le toca, quién es el próximo", admitió. (La Capital)