Sociedad Una "manera de sentir la navidad"

Pesebre gigante de una artista: obra de 400 piezas, puentes suspendidos y hasta una cascada

Se trata de una tradición familiar, que ella se encargó de ampliar por el gusto de hacer y por una manera de sentir la Navidad. Todos los años, Mary Alberto dedica una semana para armar un pesebre gigante, en un rincón de su casa.
Está hecho con piezas de diferentes partes del mundo y materiales que van desde el telgopor o el cemento, hasta rodajas de un árbol caído.
Está en el interior de su casa y ocupa algo más de un tercio de una habitación. Mary Alberto lo exhibe con placer y de inmediato enciende las luces que lo visten y también abre el paso de agua, que pone en funcionamiento la cascada y los cursos de agua que serpentean en la asombrosa estructura.
Hace ya unos diez años que la artista plástica le dedica toda una semana de diciembre al diseño y armado del pesebre familiar. Debe tener, por lo menos, dos metros de ancho, por un metro y medio de profundidad. En ese espacio, conviven unas 400 figuras, que Mary Alberto fue recolectando a través de los años, en viajes al norte del país, al sur, e incluso al exterior.
El pesebre gigante, con sus puentes suspendidos, detalles de caracoles, rodajas de troncos y casas de telgopor, no es otra cosa que una intervención artística sobre un símbolo religioso. Y es una intervención meticulosa y esforzada, a la que Mary se entrega en jornadas que se extienden hasta la madrugada. A veces piensa en dejarlo. Pero no puede, le gusta el trabajo terminado y también el proceso. Además, explica, es una forma de vivir la Navidad y es, sobre todo, una tradición familiar.

Los reyes están en la cumbre del pesebre, cerca de José y María, custodiando al niño que aún no nació. Esas son las figuras más antiguas del pesebre, tienen casi 50 años calcula Mary Alberto. Pero la tradición familiar de armar un pesebre elaborado artesanalmente tiene más historia todavía. “En la casa de mi mamá ya se solía hacer, porque mi abuela lo hacía con sus hijos. Eran más chicos aquellos pesebres, pero la tradición ya venía de entonces. Después lo hicieron mis hermanos y a los 12 empecé yo, con dimensiones chicas y muchas imperfecciones”, relata.
La artista explica que “el pesebre es muy importante para nosotros” y sostiene que “no es cuestión de hacerlo porque es Navidad y ya está, esto se vive, todo se va adornando en la casa, tenemos la costumbre de vivirlo así”. Es más, Mary dice que el espíritu navideño subsiste a pesar de historias familiares que podrían teñir de melancolía esta época del año y se le quiebra la voz cuando lo dice. “Hemos tenido navidades difíciles, yo perdí a mi papá y a mis hermanos con enfermedades complicadas y fue para estas fechas, pero a pesar de eso este espíritu de la Navidad, de compartir, nos reúne”.
También está el gusto estético, el placer de hacer algo asociado a la belleza, el propósito de crear y exhibir esa creación. “Yo soy artista plástica y me gusta jugar con los espacios, las texturas, soy ceramista, pero también escultora y me gusta todo esto”.
Mary dice que se involucra “un poco todo, lo espiritual, lo estético y después el goce de verlo y decir, está como yo lo quería. Todos los años le incorporo algo, este año fue el molino de agua”, describe. Amigos, amigos de amigos, conocidos, algunos vecinos, gurises de la familia, todos empiezan una módica procesión por la casa de Mary Alberto para ver cómo quedó el pesebre en esta nueva edición. Ella, como sucede ahora, lo exhibe con placer y precisa, con suma paciencia, los detalles de una obra que se renueva en cada Navidad.


Materiales

Se oye el ruido del agua, que cae de la cascada de cemento, atraviesa el molino y corre por cursos diseñados para que se vaya reciclando y no se malgaste. Con ese sonido de fondo, que remite a frescura y calma, Mary Alberto detalla los elementos que utiliza para crear su obra.
En principio, la base donde se monta la estructura está dada por la mesa del living de su casa, una mesita más pequeña donde habitualmente descansa el teléfono y un torno dividido en dos. Arriba hay de todo: cajas, ramas de árboles, la cascada hecha de cemento, casas de telgopor, rodajas de troncos, piedras, palitos, caracoles, hilos sisal, más cartón.
Las imágenes son alrededor de 400 y hasta hay algunas que tienen como procedencia Francia y Egipto. Las casitas están echas de cartón y de telgopor, hay estructuras de alambre y escaleras suspendidas.
“Me gusta trabajar con los equilibrios, para poderlas sostener y que estén suspendidos en el aire se trabaja con alambre, que lo fui camuflando por supuesto, y el apoyo son rodajas de troncos de árboles”.
El suministro del agua en la cascada se logra a través de una bomba como las que se usan para las peceras, todo está oculto debajo y se impulsa con una manguera. Lo que cuesta trabajo, dice Mary, no es tanto la estructura general como los detalles, “colocar las luces, ir armando todo, eso lleva mucho tiempo, una semana por lo menos”, sostiene.

El Diario.
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