“Se me murió, no respira”, gritaba la mujer en la esquina de calles Crespo y Soler. Sus pedidos de auxilio alcanzaron a ser escuchados por la sargento Guadalupe Díaz, quien le ordenó al conductor del móvil 298, Juan Regales, que detuviera la macha.
Rápidamente, la sargento y el cabo primero Walter Chaparro descendieron del patrullero para socorrerlos y sin dudarlo un momento, iniciaron el traslado hacia el hospital materno-infantil San Roque. De camino, sirena y bocinazos de por medio, modularon al 911 para que, al llegar al nosocomio, todo estuviese listo para atender al pequeñito. “Estaba como muerto". Y de camino, uno de los oficiales le pide a la mujer que se lo pase; él toma al bebé con una mano y lo pone boca abajo, mientras con la otra comienza a hacerle masajes en la espalda, pudo saber Elonce. Es que el cabo Chaparro tenía conocimientos de primeros auxilios.
Cuando iban pasando por avenida Ramírez y calle Nogoyá, el pequeño vomitó y comenzó a moverse. Los primeros auxilios habían resultado. Era una buena señal. Pero después comenzó a convulsionar.
Al llegar al hospital de niños, lo ingresaron rápidamente y lo intubaron. “Estaba con vida”. “Uno como policía está preparado para cualquier cosa, pero con los chicos es otra cosa”, confesó el policía. El chiquito no tenía signos vitales, no respondía a nada, y cuando abrió los ojos fue un alivio para su abuela y los héroes que habían acudido a la ayuda de ambos.
La abuela del bebito, les comentó a los uniformados que cuando ella entró a la habitación, notó que no respiraba. Y en la desesperación, salió a la calle a pedir auxilio. “Son las cosas de Dios, porque fue cuando justo pasábamos en el patrullero”, aseguró el policía.
“Hicimos lo que cualquier persona hubiera hecho”, recalcó. (Elonce)