Recibió sus 16 mil pesos de remuneración, más 2.500 pesos por presentismo, por las ocho horas diarias que trabaja, con horarios rotativos.
El joven contó que con su primer sueldo pagó la instalación del medidor de luz de la casa de su madre, un servicio que le habían cortado, se aseguró una garrafa y reconectó el cable "para poder ver a Belgrano". El joven se levanta todos los días a las 5.30 y entra a la fábrica de vidrios a las 6.20. "Por suerte, tengo un compañero que vive cerca de casa y me trae en su auto. Tardamos 20 minutos", contó. Si no fuera así, hubiese tenido que seguir tomándose los dos colectivos: "Hora y media de viaje". Trabaja de lunes a viernes, hasta las 14.30, y los sábados, hasta las 10.30.
Christian Trivieri, el jefe de planta, contó a Clarín: "Creció muchísimo. Ya armó un grupo de trabajo. Es muy consciente, muy puntual, no tiene faltas. Por ejemplo, esta semana me contó que había ido a jugar al fútbol, que le dolía la mano por una caída, pero así y todo vino porque quería trabajar".
"Tengo a cargo a 140 personas y no puedo fijarme en lo que está haciendo exactamente él. Pero noto su buen trabajo, porque esto es una línea de producción. Fue pasando por varios sectores. Y se lleva perfecto con todos. Cumple el ritmo como todos", relató el jefe de Carlos.
"No todos en la fábrica me vienen a hablar, algunos no se animan porque soy el jefe... Pero él viene y me da la mano, me cuenta cosas. Es muy afectuoso. Es un chico que quiere salir adelante", contó Trivieri.