Claro, no solo se broncearon, también aprovecharon para sumergirse en las aguas del río Gualeguaychú con los peligros que esto trae aparejado fuera de temporada y sin el servicio de guardavidas.
La bajante dejó al descubierto varios bancos de arenas en los que se ubicaron familias y grupos de adolescentes. Muchos se quedaron en el lugar tomando mate y disfrutando de una tarde maravillosa; mientras que otras familias se instalaron en la playa conocida como de las Vasco Saller, pegada al club Regatas para pasar la tarde y bañarse. También lo hicieron en varias playitas y bajadas en el camino de la Costa con diminutas playas que dejó la pronunciada bajante del río.
Además, se apreció una escena que por repetitiva no deja de ser peligrosa. Jóvenes en un muelle del camino de la costa, arrojándose al agua desde una altura de tres metros. Lo hicieron una y otra vez. Luego cruzaban nadando, en algunas partes caminando, a la isla y volvían para repetir la acción de lanzarse a las aguas en un río muy bajo.
Ya en el cierre del camino de la costa, al lado de la chata que quedó encallada, un grupo de vecinos, pasó la tarde con un grupo de menores. Y en la última playa del camino de la costa, enfrente del frigorífico, otro grupo de personas decidió pasar el día en el lugar.
Por otro lado, cientos de vecinos de todas las edades eligieron la bici para recorrer el parque y caminos vecinales. Se destacó la presencia de grupos de adolescentes en el parque, que largamente superaban la decena de personas.
Tras 8 meses de pandemia, el hartazgo lógico del encierro ha hecho que los cuidados por la pandemia del Covid-19 se hayan ido perdiendo, y los grupos de jóvenes y las familias se volcaron a los espacios públicos. Vale destacar la buena predisposición de muchos vecinos de mantener la distancia con otros grupos, para reducir el riesgo de contagio. La temporada ya empezó, pero los protocolos aun brillan por su ausencia. (El Día)