Paraná Gualeguaychú

Raúl Albanece: “El artista es el portavoz de la sociedad en la que vive”

Raúl Albanece nació en Gualeguaychú el 1° de marzo de 1969. Actualmente es uno de los artistas visuales más reconocido de la comunidad. “El Carnaval es teatro y el teatro es el arte total”, define.
Sostiene que para ser artista lo primero que tiene que saber una persona es sentirse como tal y luego asumir que “el artista es el portavoz de la sociedad en la que vive”.

-Usted se siente más cómodo como artista plástico o visual…
-Nunca me gustaron las categorías y menos las vinculadas con la sensibilidad o el arte. De todos modos, me siento más cómodo con las artes visuales, dado que incluye expresiones que van más allá de la plástica. En la actualidad, los artistas contemporáneos no nos encasillamos en si pintamos o hacemos escultura. Por eso me siento más cómodo en artes visuales, porque de repente estoy pintando, al poco tiempo hago grabado, dibujo, collage, fotografía…

-De todos modos sus inicios habrán venido por las artes plásticas…
-Sí y más precisamente por el dibujo, que es por donde comenzamos todos o la gran mayoría. En este plano recuerdo a mi señorita maestra de tercer grado, Angelita Régoli, que nos incentivaba siempre a pintar y a expresarnos. Cursaba en la Escuela N° 44 “López Jordán”, aunque hoy le cambiaron el número por la 36. El asunto es que ella nos hacía dibujar mucho y lo que más me fascinaba era que nos incentivaba a que dibujemos inventando, sin fijarnos tanto en las técnicas como en el sentirnos libres para expresar. Para ella lo importante era poder expresarnos a través de un dibujo. No era la precisión de una técnica, ni tampoco era copiar, sino hacerlo como nos pareciera, como nos saliera. Nuestros cuadernos de tercer grado están llenos de dibujos, porque cada tarea tenía uno.

-Cuando toma real dimensión de esa experiencia inicial…
-En muchos momentos. Pero recuerdo uno que fue muy significativo. Había realizado la serie “La letra con sangre entra” y fue una producción muy significativa para mi carrera y a manera de agradecimiento recordé esa experiencia porque me había marcado con profundas huellas: el expresarme libre nada menos. Esa maestra de tercer grado nos decía que no importaba si el dibujo era lindo o feo, sino que tenía que ser libre y nos tenía que representar.

-La experiencia queda en el aula…
-No. En el aula descubro. Pero a los once años mis padres me envían a tomar clases particulares al Instituto Magnasco y comencé en el taller de Roxana Raota. De esa época recuerdo algo que decía mi padre: que era preferible morirse de hambre pero ser feliz haciendo lo que a uno le gustaba; y no estar podrido en plata pero ser un infeliz porque no uno no se atrevió a ser. Creo que esa fue también mis primeras aproximaciones a la definición o a la concepción de artista: el ser feliz.

-Existe alguna definición de artista…
-Creería que no y de existir sería incompleta o demasiado subjetiva. La Unesco más que una definición categórica establece una serie de requisitos para ser artistas. Y el primer requisito es que uno debe reconocerse como tal. Y me parece acertado porque es uno quien primero debe reconocerse como artista para que los demás puedan también identificarlo de esa manera. Nosotros decimos que pintar pinta cualquiera, pero arte no hace cualquiera.

-¿Qué otras características debe tener un artista?
-No soy un experto, pero estoy seguro que debe nutrirse de otras artes. Un escritor no debe solamente leer libros, sino nutrirse con la música, los cuadros y lo mismo les pasa a otros artistas en sus respectivos lenguajes. Hay que saber dialogar con las artes. En algún momento me identifiqué con un soñador que lleva sus sueños a la realidad. Un constructor, un realizador de sueños. En definitiva, buscamos construir otro mundo, otra realidad y para ello se necesita de todas las disciplinas.

-Se quedó pensando…
-Sí, porque me emociona saber que el diálogo de las artes es algo maravilloso. Me pasa con el Carnaval que es teatro y el teatro es el arte total: está la música, la literatura, la danza, la escultura, el diseño.

-Usted incursionó en otros carnavales ajenos al de Gualeguaychú. ¿Son todos diferentes?
-Son diferentes, pero iguales al mismo tiempo. El carnaval es una fiesta universal, donde cada pueblo, cada cultura lo expresa a su manera. En algunos ámbitos como los Congresos de Cultura se viene insistiendo con el concepto de que el carnaval en Argentina es la expresión de la murga. Disiento con esa perspectiva, porque la murga es una expresión más del carnaval, pero no es una totalidad. En el norte del país el carnaval no tiene nada que ver con las murgas y es tan carnaval como cualquier otro. Lo que ocurre es que generalmente el porteño tiene una mirada muy centralista de la cultura y cree que porque las murgas se expresan en su ámbito, el carnaval del país debe ser una murga. Incluso en materia de murgas, son distintas las de Buenos Aires, la de Gualeguaychú y la de Concepción del Uruguay, para citar localidades cercanas. El carnaval es diversidad y eso es lo maravilloso.

-Incluso muchos porteños creen que el carnaval del litoral es trasplantado, exótico, traído del Brasil…
-Otro tremendo error que además es injusto. El Carnaval del Litoral debe ser uno de los más autóctonos de todos. Nuestro carnaval tiene mucho de la cultura guaraní, cuando ellos hacían la fiesta para celebrar la Tierra sin Mal. Por eso nuestros trajes, las plumas y los cuerpos pintados. El carnaval es la expresión de un pueblo y como en todas las cosas de la cultura, no hay purezas sino mixturas, diversidad, mezclas: he ahí su riqueza, felizmente mixturado.

-Formalmente estudió escenografía…
-Me voy a Buenos Aires a estudiar escenografía. Estamos en 1987. Mi duda era irme a Paraná a estudiar Bellas Artes, pero finalmente me incliné por escenografía. En esa época me entusiasmé con el cine y comencé a estudiar dirección de cine. Pero la escuela de cine se cierra por falta de presupuesto y escenografía volvió a presentarse como una buena alternativa. Además, en ese entonces, había dos personas de Gualeguaychú estudiando escenografía: Liliana Crnich y José Luis Gestro. Fue Gestro quien me impulsó a estudiar escenografía, teniendo en cuenta que me gustaba tanto el Carnaval. Él estaba un año más adelantado que yo y fue una influencia decisiva para estudiar escenografía. Así estudio en la Universidad de El Salvador.

-¿Cómo decide dar clases?
-El tema educativo es algo permanente. Tal vez porque soy hijo de docente, pero creo que es algo que traigo en los genes. Incluso estando en quinto año en el secundario, nos hacen un test vocacional y a mí me da como resultado una marcada inclinación por la docencia. Y en esos años decía medio en chiste pero medio convencido de que iba a ser cualquier cosa, menos docente. El asunto es que cuando ya había finalizado la facultad, me inscribo para estudiar la parte pedagógica y poder dar clases en el nivel superior. Y como experiencia, comienzo en el Instituto Bértora, donde se daba una serie de talleres y el que yo dictaba era escenografía. Actualmente estoy dando clases en el Profesorado de Artes Visuales en el Isped y también enseño en la carrera de Teatro de la Uader. De todos modos, hay que prepararse, estar dispuesto a aprender siempre y mucho más en una ciudad como Gualeguaychú donde el arte está en cada esquina.

-Muchos ya la perciben como una Ciudad de Artistas y no sólo de Poetas…
-Lo vivo así y sin quitarle mérito a nuestros próceres de la pluma y siendo consciente que nuestros actuales escritores no tienen la difusión que merecen y necesitan. Pero somos una Ciudad de Artistas. Recuerdo que en primer año de la Facultad nos estaban explicando el nacimiento del teatro en Inglaterra. Y nos contaban que las escenas se hacían a través de una especie de carrozas náuticas similares a las que se hacen en Villa Paranacito. Y cuando la profesora explica esa situación, se da vuelta y dice: “Algo así como lo que se hace en el pueblo de este chico” y me señala en clara referencia al Carnaval. Y agregó: “Ese es un pueblo donde se respira arte” y esa frase me quedó grabada como un reconocimiento pero también como un desafío cotidiano. Y en todas partes nos reconocen esta característica, a pesar de que nosotros vivimos quejándonos de que no hay nada para hacer.

-Ha estado ligado con Gente de Letras…
-Luego del posgrado para ser docente, tuve ganas de estudiar el profesorado de Inglés. Me voy a inscribir al Sedes. Venía con un título universitario, un postgrado y me iba a inscribir como cualquier recién egresado de la secundaria. Paso por la biblioteca del Sedes, justamente para saludar a una compañera mía del postgrado, y me dice que falta un inscripto para llegar al cupo para abrir la carrera de Letras, caso contrario no se abría el primer año. Estamos hablando de 1995. Así fue como me inscribí en el Profesorado de Letras del Sedes. Fui a estudiar inglés y terminé estudiando castellano. Y a través de ese profesorado, más precisamente gracias a Orlando Rébora, me acerco al grupo de Gente de Letras.

-Mediados de la década del ´90 no fue una buena época para la cultura en el país…
-Es cierto, pero a nivel local había no sólo muchas producciones sino un compromiso para acompañar cada esfuerzo. Cada actividad cultural siempre tenía mucho público. Fueron años potentes, con mucho auge cultural. Cada actividad que hacía, por ejemplo, Gente de Letras, era multitudinaria y eso ocurría con otros grupos y otras expresiones artísticas.

-¿Y ahora qué pasa?
-Como una deshumanización. En vez de ir a un acto cultural, a una exposición, a una presentación de un libro o a escuchar música, te dicen: te veo por el Facebook. La tecnología, que me entusiasma y me gusta, es para acercar… pero nos puede alejar también. Uno invita a participar y el invitado te dice: “subí fotos y luego las veo”. Todavía Gualeguaychú es una ciudad-pueblo y creo que es un desperdicio reemplazar las relaciones personales por las virtuales.

-La imagen va a parir a la palabra o al revés: es la palabra la que va a parir a la imagen…
-En mi caso la mezcla es permanente y a veces es la imagen… y en todas ocasiones la palabra. No hay un rumbo definido o permanente. O en todo caso lo permanente es el cambio. Además, hoy se manejan distintas disciplinas artísticas y como fue siempre en todos los tiempos, lo importante es el mensaje que se quiera transmitir. Siempre les digo a mis alumnos: “El artista es el portavoz de la sociedad en la que vive”. Y esto es así porque el entorno siempre tendrá influencia, además de que será el público quien termine de completar una obra.
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