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El llamativo pedido de los presos a Ronaldinho en la prisión de Paraguay

El astro brasileño, que cumplió 40 años durante su reclusión en la Agrupación Especializada de la Policía de Asunción, tiene al fútbol como su principal pasatiempo, mientras continúa la investigación por haber ingresado al país ilegalmente.
Dinho, junto a los reclusos con los que juega al fútbol sala.
Foto: Dinho, junto a los reclusos con los que juega al fútbol sala.
La pandemia de coronavirus en Paraguay dejó en un segundo plano el impacto que provoca que Ronaldinho continúe en prisión. El astro (junto a su hermano, Roberto Asis de Moreira) continúa recluido en la Agrupación Especializada de la Policía de Asunción, acusado de haber ingresado al país con documentación falsa, aunque detrás subyace un motivo más profundo: la sospecha de una trama dedicada al lavado de dinero, con Dalia López, la dueña de la fundación que lo convocó a Asunción (y que aún se encuentra prófuga) como principal apuntada.

El ex enlace de Barcelona pasó en la prisión (que comparte con otros 195 procesados o condenados) su cumpleaños N° 40. A partir de la buena relación que generó con sus compañeros de claustro y celadores, le armaron una humilde fiesta, con carne asada y un dorado a la parrilla.

Dinho transitó la mayor parte de la jornada de sábado en su habitación (una oficina acondicionada ante su llegada), que comparte con su hermano y cuenta con TV, aire acondicionado y heladera), salió a cenar el banquete que le prepararon, agradeció, y volvió a su espacio.

"Siempre dice que está bien, que no le falta nada, que está a gusto y que lo tratan bien", reveló Blas Pérez, jefe de la Asociación Especializada. Con el correr de los días, su ánimo se vio disminuido. "Me ha dicho varias veces que desea estar en libertad", apuntó Pérez.

Mientras aguarda por el destino de la investigación (puede durar hasta seis meses; su defensa ofreció 1.600.000 dólares como fianza para lograr la prisión domiciliaria, pero el beneficio fue negado por el juzgado), Ronaldinho bebe café (su bebida predilecta, que prepara él mismo), se anotó en un curso de carpintería y disfruta de su pasatiempo preferido, el que le dio un nombre y un sustento: juega al fútbol sala en la cancha del penal.
"Tiene la misma magia de siempre", aseguró el encargado de seguridad. Luego de varios días de oficiar sólo como observador, Dinho le pidió prestados los botines a un policía y participó de su primer partido en la cárcel: convirtió cinco goles y regaló seis asistencias en la victoria 11 a 2 de su equipo. Varios de los conjuntos que participan del torneo interno de la Agrupación Especializada lo tentaron para reclutarlo, pero por ahora prefiere jugar recreativamente. El curioso premio del certamen: un cerdo de 16 kilos para degustar entre los vencedores.

Eso sí, a pesar de mantenerse neutral en el torneo oficial, sucumbe ante un pedido reiterado por parte de sus compañeros. "Les enseña algunos trucos de los que hacía profesionalmente", reveló una fuente consultada por ESPN.

"Desde un primer momento se aseguró integrarse y lo logró de manera inmediata", planteó el mismo informante. Así como en el exterior, el fantasista surgido de Gremio de Porto Alegre se transformó en una celebridad y aceptó firmar gorras, camisetas y tomarse selfies con guardias y otros reclusos; incluso filmó videos para sus familiares o conversó con las visitas mientras las hubo. Hoy, con la crisis por el COVID-19, la situación cambió: sólo los abogados tienen permiso a entrar al penal. Y el acceso de los empleados se hizo mucho más estricto: les toman la temperatura y controlan la higiene en el momento e el que franquean el portón principal.

Los que lo observaron realizar los lujos que los otros presos intentan imitar no dejan dudas: la magia está intacta.

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