"Hace un año que estamos pidiendo Justicia. Hemos sufrido durante mucho tiempo. Tenemos miedo, seguimos luchando y sabemos que Kumiko tiene prisión domiciliaria y queremos que esté presa, que esté enrejada como todos", pide otra de las víctimas.
La concentración de las familias víctimas del Próvolo, a un año de iniciada la causa, se realizó en la Plaza Independencia, frente a la Legislatura, este viernes.
Otra chica, de unos 18 años, pide expresarse, también con señas: "Nosotros decimos la verdad. Hemos sufrido demasiado. En nuestra cultura sorda, nunca vamos a mentir". El reclamo tiene que ver con los embates que recibe la causa de parte de los abogados defensores de los curas y las monjas, quienes cuestionan a los intérpretes de señas y los han denunciado porque dicen que distorsionan el relato de las víctimas".
No ha sido fácil para las familias de los alumnos del Próvolo seguir adelante. El fiscal Gustavo Stroppiana, a cargo de la investigación, revela que ha sido notificado de varios intentos de suicidios y, personalmente, ha presenciado declaraciones en el que las víctimas "lloraban de manera gutural, vomitaban y hasta se caían al piso de dolor" al recordar los abusos y maltratos. "A partir de esto es que el gobierno mendocino comenzó a implementar una asistencia con psicólogos.
Los cerca de 100 alumnos hipoacúsicos del Próvolo continuaron estudiando en distintos colegios, debido a que la Dirección de Escuelas de Mendoza clausuró el instituto católico. La adaptación a sus nuevas escuelas ha sido muy difícil. "En el Próvolo les prohibían comunicarse con señas -había un sistema obligatorio de oralidad para los sordos que significó más aislamiento-, les decían tenés que hablar, les pegaban en sus manos para que no las usaran y obligarlos a emitir sonidos", explica una mamá. Ahora los chicos deben volver a aprender a expresarse, perder el miedo y decir la verdad.
Los Andes.