Estaba sirviendo la comida cuando vio que uno de los niños se desvaneció y acudió a ver qué le sucedía.
“En un momento, Jordán gira la cabecita, me mira y se va para atrás, cayendo al piso y golpeando su cabeza. Ya estaba desvanecido cuando cayó al suelo”, contó a El Periódico.
Junto a la directora de la institución lo retiraron y acercaron a la puerta para que tome aire, pero el niño de 4 años, que asiste al jardín de infantes, estaba inconsciente.
“Marcela (por la directora) me dijo que le haga RCP y salió corriendo a la dirección para llamar al servicio de emergencias”, explicó, sobre las maniobras de reanimación cardiopulmonar.
“Lo levanté, lo paré al frente mío y le empecé a aplicar las maniobras de Heimlich. Le hice seis comprensiones abdominales y en la última expulsó algo. Me llamó la atención porque era algo brilloso”, dijo.
Pensaban que se había ahogado con comida, pero luego de tomar el objeto vieron que se trataba del cierre de la campera que tenía puesta. “Se ve que, en algún momento, jugando, se lo puso en la boca. Como estaba de espalda, no lo vimos”, continuó.
“Cuando el chico expulsa el objeto, aflojó su cuerpito y pegó un grito de llanto. Ahí me volvió el alma al cuerpo y vi que volvió a respirar”, recordó, emocionada.
A los pocos minutos llegó el servicio de emergencia, lo observaron, corroboraron que su estado de salud era bueno y determinaron que no requería internación.
Hace cuatro años, Adriana participó de un curso de primeros auxilios que organiza la Asociación Civil Kevin RCP de San Francisco con el objetivo de estar preparada ante un evento desesperante con alguno de sus dos hijos y nunca pensó que debería utilizar lo aprendido en su lugar de trabajo.