Sociedad La bebé del milagro

Cumple un año la beba que sobrevivió a las muertes en el hospital de Córdoba

“Me siento con culpa porque mi bebé sobrevivió y hay otras mamás que no los tienen”, confesó la madre al recordar la noche en la que murieron otras dos recién nacidas y sobrevivió uno más.
El primer año de P., una de las sobrevivientes.-
Foto: El primer año de P., una de las sobrevivientes.-
Crédito: La Voz de Córdoba.-
No hubo ni un día 6 de los últimos 11 meses en el que María no haya revivido lo que pasó ese fatídico lunes de junio, cuando cuatro bebés recién nacidos se descompensaron a la vez en el Hospital Materno Neonatal “Ramón Carrillo” de la ciudad de Córdoba. Cuatro mamás parieron casi en simultáneo y a esas cuatro las unió un desgarrador hecho, del que se enterarían mucho después: alguien por alguna razón había pinchado a sus hijos. Dos bebas, A. y M., murieron, de modo inexplicable. Pero dos pudieron ser salvadas.

P. es una de ellas. Está cumpliendo un añito. Está a punto de largarse a caminar y en este año se ha convertido en la razón de ser de una familia, en especial de su mamá, que no la deja nunca. Ella sale de reparto en su viejo autito con la beba en la sillita. Todos los días le hace masajes en la cicatriz y una vez por semana la lleva a fisioterapia al hospital. Ahora tienen que programar una cirugía, porque la cicatriz está tan tirante que le está provocando la desviación de la columna. La doctora le prometió a María que quedará apenas una “línea pequeña”.
Bien podría decirse que P. es la bebé del milagro. Con ella, ese día, las médicas de la guardia del lunes del Neonatal se dieron cuenta de que lo que estaba pasando ahí no eran fatalidades, ni la vitamina D, ni mala praxis, ni insectos raros. Ese día se dieron cuenta de que alguien estaba, adrede, pinchando los bebés. Es porque vieron una lesión violácea inexplicable en el que se veía “la puerta de entrada”, es decir, vieron por dónde había entrado una aguja.

P. estuvo 16 días internada. Recién a la semana le pudieron estabilizar el potasio. “Nunca nadie en esos días me explicó lo que había pasado”, dice María, la mamá de 31 años. Con dolor, aceptó hablar con La Voz, a un año de aquella tragedia.
"Mi bebé sobrevivió y hay otras mamás que no los tienen"
“Todos los 6 yo me he sentido mal, porque me siento con culpa porque mi bebé sobrevivió y hay otras mamás que no los tienen”, confiesa.
María se acuerda de todo. Ese lunes a las 6 empezó con contracciones, pero igual salió a hacer el reparto. A las 9 no dio más, se volvió a su casa y empezó a llamar a conocidos. La pudo acompañar su mamá y se fueron al Neonatal. Ella es mamá de Sol, que en el 2010 también había nacido en esa Maternidad. “Yo me fui pensando que no me iba a ir bien, porque ya me había pasado lo mismo antes: me habían dejado sola con el trabajo de parto, los llamaba y no venían y cuando vinieron había perdido todo el líquido, se había dado vuelta la beba y tuve que ir a cesárea”, cuenta.
P. nació a las 13.10. La higienizan y la pasan al Centro de Recuperación con su mamá y la abuela. Ella recuerda que la asistieron dos enfermeras, una de unos 40 años y Brenda, a la que reconoció luego en las noticias. Llevaba el barbijo debajo de la boca. En un momento, Brenda toma la beba que estaba en manos de la abuela, con la beba busca un vaso de agua para dárselo a la señora que tenía algo de tos y luego le da la beba a María.
Una cicatriz en la espalda
La sospecha es que, en ese momento, de modo errático y con la ropa puesta, descargó la inyección en la espaldita de P. A eso de las 18, cuenta la mamá, le cambia los pañales, la revisa y le ve dos puntitos rojos debajo de la axila. Luego le devolverán la ropa y encontrará dos gotitas de sangre. A las 20 le ofrece de nuevo la teta pero P. no quiere. La nota fría, desanimada, con mucha dificultad para respirar. Queda atenta a que pase alguien para hacer la consulta hasta que empieza a escuchar los gritos de la habitación del frente, la 108. Era B., que cuando vuelve de bañarse encuentra a su beba sin respirar. “Fueron tremendos los gritos, no me los olvido”, cuenta.
Al rato viene una enfermera, un enfermero y pasa una doctora, que se lleva a P. Le empiezan a hacer masajes, tenía alteraciones en la frecuencia cardíaca. Valeria Quiroga, la jefa de la guardia, la ve mal y da la orden de intubarla, pero pide que no la reanimen vestida.

“Cuando le sacamos la ropa le encontramos esa mancha, un angioma violáceo inexplicable en el que se veía la puerta de entrada”, contó una de las neonatólogas que parte de esa guardia tan tremenda. “En el centro de toda esa mancha roja-violeta se veía la puerta de entrada, es decir, el pinchazo. Le sacamos una foto y haciendo después zoom lo confirmamos, porque la piel se ve distinta”, dice.
La bebé del milagro
P. fue la última de las cuatro bebas que se desestabilizaron. A esa hora, casi medianoche, ya habían fallecido dos y estaba grave la tercera. A P. le hacen el gas para determinar el potasio y le encuentran 7. Normal es hasta 5,5/6 y por encima de 7 hay que corregirlo. Le vuelven a hacer la prueba y da 9, la hacen de nuevo y da 11. “Tenía frecuencia cardíaca de 150, 210, 60 y se paraba, hacía mucha braquicardia”, cuenta la doctora. Comienzan a hacer la reversión del potasio y la estabilizan. El 21 de junio da de alta a P. Ese día, una enfermera le susurró a María antes de irse: “Hacé la denuncia porque acá están pasando cosas raras, pero no digas que yo te dije”.

Luego siguió el peregrinar en el Hospital de Niños para consultar a la dermatóloga, las fisios. La psicóloga para ella, que por un tiempo le dio el Polo de la Mujer, al igual que una ayuda económica de $ 20 mil por seis meses.

“Pero yo nunca sentí que me explicaran lo que había pasado, nunca nadie me decía nada”, asevera. Con lo poco que sabía, le cuenta algo a un abogado conocido, que trabaja con Daniela Morales Leanza. La abogada le pide por celular algunos datos, hasta que escucha en las noticias el escándalo de los 13 bebés atacados en el Neonatal. Era 11 de agosto: ata cabos y la llama a María. Le dice que seguramente su beba era una de las que había sobrevivido. “Ahora la verdad es que la estamos disfrutando más. Le agradezco a Dios todos los días de mi vida porque es una bendición de todos los días”, dice María. Por eso el domingo 10 la van a bautizar y celebrar en familia el año de vida. No lo tenía muy claro, pero ahora se decidió. Estará la familia, las amigas que siempre han estado, los abogados. Y la enfermera que le advirtió. (Fuente: La Voz de Córdoba)
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