Sociedad La historia de Santiago en Misiones

Sueña con ser médico y recorre 8 kilómetros en bicicleta para ir a la escuela

Sale a oscuras caminando o en bicicleta rumbo a la escuela que le queda a 8 kilómetros. Santiago tiene 15 años y vive en Misiones que solo tiene caminos de tierra; para poder terminar secundaria necesita una computadora y un celular.
Santiago Souza se levanta contracturado. Anoche se quedó hasta la madrugada haciendo la tarea para el colegio desde su cama porque en su casa no tiene lugar para un escritorio ni para una silla. Vive con sus papás y cinco de sus seis hermanos en el pequeño barrio Cooperativa Libertad, a 44 kilómetros de Iguazú, en Misiones. Tiene 15 años y desde chiquito se acostumbró a tener que superar obstáculos para luchar por lo que más quiere que es mudarse a Buenos Aires para estudiar Medicina.

“Los maestros le ponen empeño para enseñarte bien, y por suerte no me llevé ninguna materia. Sin estudio no sos nada en la vida, sí o sí necesitás un título. Para poder conseguir un trabajo necesitás tener experiencia en algo, como computación”, dice convencido este joven que sale a hacer changas para comprarse los útiles para la escuela.
Como no tiene un escritorio, Santiago hace los deberes sobre su cama. (La Nación)

Su familia vive con lo justo. Su mamá cobra la pensión por madre de 7 hijos y su papá hace trabajos temporarios de mantenimiento en las chacras de la zona. Ninguno pudo terminar sus estudios. “Para mí es muy importante que mis hijos estudien porque yo quise ser alguien pero no pude. Con mis padres vivíamos muy lejos y se me hacía muy difícil salir de allá para seguir estudiando. Eramos una familia muy pobre, de muchos hermanos y no podíamos comprar los materiales”, recuerda Luisa López, su mamá.

El camino es de tierra y no llega el transporte público
Santiago quiere ser el primero de su familia en llegar a ser profesional. Por eso se esfuerza todos los días por llegar a la escuela secundaria que le queda a 9 kilómetros, aunque el camino sea de tierra y el transporte público no llegue a su barrio. Durante un año lo hizo caminando, sin importar el clima y tardaba hasta dos horas. Ahora va en bicicleta – cuando no está pinchada – y demora alrededor de 40 minutos. “Si llueve y salís, ya te mojás todo y te da gripe y al otro día tenés que faltar. Yo me compraba un analgésico y entraba a la clase igual. Tuve asistencia perfecta. A veces no tenía ni tiempo para comer”, afirma convencido de que cada sacrificio vale la pena.
Su sueño es mudarse a Buenos Aires para estudiar Medicina. (La Nación)

Otro de los problemas es la falta de alumbrado en las calles que hace que el trayecto de ida y vuelta desde la escuela sea bastante peligroso. Por eso se organizan entre varios compañeros para hacerlo juntos.
Para llegar a las 7 de la mañana, Santiago sale a las 5 y se lleva otra muda de ropa para cambiarse si hace falta. “Una va caminando, yo en bici y otro en moto. En invierno está muy oscuro el camino y si no tenemos la linterna te venís muriendo de miedo. Hablé con el intendente de Libertad y me dice que hable con la de Wanda y nunca se ponen de acuerdo”, agrega Santiago.

Carolina Libuzki, es la directora de la Escuela 511 Domingo Matheu de Cooperativa Libertad a la que asistió Santiago para cursar la primaria. Asegura que su voluntad y perseverancia son un ejemplo para sus hermanos y para otros chicos del barrio. “Hizo muchos esfuerzos para poder seguir estudiando. Siempre se está moviendo para pedir las cosas que necesita como una bicicleta o una computadora”, señala.
El barrio consiste en 25 familias de bajos recursos, desparramadas en alrededor de diez cuadras. Las viviendas cuentan con agua de pozo perforado que no da abasto en las épocas de calor y la luz funciona relativamente bien. Una vez por semana se acerca una enfermera a la salita de primeros auxilios y las personas trabajan de changarines o en la cosecha de la yerba. Otros están desocupado.
Santiago junto a su ex directora, Carolina Libuzski, y amigos del barrio. (La Nación)

“Para llegar a la secundaria la mayoría camina, les conseguimos bicicletas y se turnan con sus hermanos. Algunos pudieron adquirir una moto pero el día de lluvia igual no podés salir. Lo más seguro es salir caminando. Hay semanas en que no van al colegio cuando llueve. Los colegios saben la situación que ellos tienen y después se ponen al día con la tarea y con los trabajos prácticos”, agrega Libuski.

Sin celular ni Wifi durante la pandemia
La pandemia le agregó otro grado de dificultad a su trayectoria educativa: Santiago no tiene celular, computadora ni conexión a Internet para seguir con las clases virtuales. “No podía hacer nada. Estaba preocupadísimo por mis tareas y pensaba que iba a tener que repetir. Por suerte después hicieron los cuadernillos y pude aprobar. Como yo no tenía teléfono me ponían falta en la clase de Tecnología. Tenía que pagar un ciber todos los días. Los profesores me daban mucha tarea y no podía presentar los trabajos a tiempo y me sacaban puntos”, explica.

Cuando termine la secundaria, su sueño es irse a Buenos Aires a estudiar Medicina. Como no tiene ningún familiar allá, su idea es irse a una pensión. “Como acá no hay muchas posibilidades prefiero cumplir mi sueño allá y ayudar a todas las personas a que se recuperen del virus. Se que voy a llegar. Y pienso volver para agradecer a todos los maestros y los que me apoyaron”, agrega.
Santiago y su mamá; para ella lo más importante es que su hijo pueda cumplir sus sueños. (La Nación)

Mientras prepara el almuerzo, su mamá cuenta que desde que Santiago entró al colegio que dice que quiere ser médico.” Yo me reía porque pensé que me lo decía jugando. Ese es su sueño y quiero estar viva el día que él se reciba para verlo con el título en la mano. Va a ser difícil cuando se vaya a Buenos Aires, no sé cómo me voy a acostumbrar porque nunca salió de mi lado pero tengo que aguantar por el bien de él”, señala.
Sobre las oportunidades de futuro de sus alumnos, Libuzki se lamenta que no son muchas. Algunos se mudan a Eldorado para seguir un terciario y otros se van a Buenos Aires. “Otros dejan la escuela y trabajan. Se van a machetear, a tarefear o lo que encuentran en la zona y se queda frustrada su carrera y su vida. También tenemos chicos que van por otro rumbo equivocado como el alcohol o las drogas”, señala.

Santiago sabe de esta realidad y afirma que todos los fines de semana “hay chicos caídos en las cunetas. Mi hermano antes también estaba metido en la droga pero por suerte pudo dejar y ahora tiene familia. En el barrio el alcoholismo es lo que pega más. Yo nunca probé así que estoy bien”, resalta.
Todos los que lo conocen dicen que Santiago es buena persona, educado, respetuoso y buen compañero. “Yo estoy muy orgullosa de él. Todos ven su esfuerzo y por eso le dan una mano. Espero que el día de mañana llegue a ser alguien. Así la gente no cree que porque somos pobres, nuestros hijos no pueden estudiar”, concluye su mamá.

Como ayudar
Las personas que quieren ayudar a Santiago a cumplir su sueño de estudiar Medicina pueden comunicarse con Carolina Libuzki al +54 9 3757 57-5161. Fuente: (LaNación)
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