Sociedad En un viaje de familia

Un niño y su perro de asistencia no fueron aceptados en un hotel de Jujuy

Julián tiene síndrome de Angelman y desde 2019 lo acompaña Atún, un perro entrenado para asistirlo. Su madre manifiesta "la falta de conocimiento sobre la ley permite el libre acceso y deambulación de personas con canes de asistencia".
Pocas semanas antes, la familia de Julián pensó en tomarse un descanso, aprovechar el receso de invierno para unir en auto la fría Mendoza, donde viven, y buscar el calor del Norte argentino. Deseaban conocer la región, detenerse a contemplar los paisajes que los llevara hasta Jujuy cuando la noche del sábado 23 de julio los encontró en San Miguel de Tucumán, por lo que decidieron dormir en un hotel de esa ciudad antes de retomar la ruta, pero lo que hasta ese momento era las vacaciones familiares soñadas se empañó.

“Llegamos al hotel Embajador, pedí una habitación quíntuple y avisé al recepcionista que llegaba con un nene con discapacidad y su perro de asistencia. Parecía no haber problemas porque me dio la llave de la habitación. Bajamos el equipaje, bajó Julián con Atún, el perro que lo asiste, y al verlo me dijo que tenía que pedir autorización para dejar ingresar al perro. El chico fue muy amoroso, pero la dueña del hotel, al teléfono, no permitió el ingreso y nos tuvimos que retirar”, le relata a Infobae Valeria Madsen (47), mamá de Julián, el nene de 12 años con síndrome de Angelman, un trastorno genético que ocasiona discapacidad del desarrollo y síntomas neurológicos.
Ello ocurrió pese a Atún llevaba un chaleco identificatorio como perro de asistencia y que la Ley Nacional 26.858 permite el libre acceso y deambulación de personas con perros de asistencia en cualquier espacio público y privado de acceso público de argentina desde 2013.

“Literalmente, con el frío de la madrugada tuvimos que retirarnos. Fuimos a otro hotel y pasó lo mismo: desconocían la ley de perros de asistencia y dudaban de lo que decíamos, pese a que mostramos las credenciales de Atún y los certificados médicos de Julián que dicen que tiene que estar con su perro todo el tiempo. Muy poco convencidos, nos dejaron quedar”, contó Valeria aún angustiada por la situación que les tocó como familia y el dolor que siente como madre al notar que aún socialmente no hay empatía con niños con discapacidades no notorias.

Lamentablemente, la de aquella noche no fue la única actitud discriminadora que vivieron. El lunes siguiente, ya en Jujuy, conocían la ciudad a pie cuando el frío los hizo buscar cobijo y techo seguro. “Eran cerca de las 5 de la tarde, se sentía poco el sol y le dije a mi marido que entráramos al shopping para resguardarnos porque no teníamos tanto abrigo y había bajado mucho la temperatura, pero tampoco nos dejaron ingresar”.

Con las sensaciones encontradas, Valeria suspira hondo un sigue: “Otra vez tuvimos que mostrar la credencial y todos los papeles del perro, pero nos amenazaban con llamar a las autoridades. Les expliqué el estado de Julián, que ya estaba nervioso por esperar, él se inquieta mucho. Llegó otra persona de seguridad y nos dio un no rotundo. Nos echaron, según ellos, por el tamaño del perro, que es un labrador. Nos sentimos discriminados, que nuestros derechos fueron totalmente vulnerados”, lamentó la madre.

Con la misma angustia confesó que hacer viajes era el sueño más deseado de la familia de cinco (Julián es el hijo del medio) y lo pudieron cumplir con la llegada de Atún. Antes, no tenían vida social porque, debido al síndrome de Angelman, Julián tiene reacciones que el ojo ajeno no comprende y ellos optan por irse.

“Julián es muy ansioso, se escapa, no se puede caminar libremente por la calle, pero ahora va sujeto de la cintura al arnés del perro y no puede escaparse más. O si ve un ascensor se tira en el piso y antes teníamos que arrastrarlo, sacarlo de esa situación porque se quedaba ahí; ahora le damos la orden a Atún y lo busca para que salga, y lo hace”, explica Valeria sobre la importancia del nexo que su hijo creó con su perro con el que comparte cama desde que llegó, en 2019, y agrega: “Antes, mi marido lo hacía dormir en la habitación matrimonial porque no se podía dormirse solo, en cambio ahora duerme con Atún en su cuarto”.
Eso no fue todo: “Desde que llegó Atún dijimos que íbamos a empezar a viajar. Logramos hacer el viaje de Mendoza a Buenos Aires, que es de una hora y media, con Julián tranquilo. La calidad de vida de la familia cambió completamente, es increíble cómo se apoya en el perro y cómo él lo asiste. Desde que está en casa podemos ir a un supermercado, cenar afuera, hacer lo más próximo a lo normal. Es muy necesario que esté a su lado y es importante que se comprenda por qué los chicos con discapacidades necesitan a sus perros que hacen más que estar a su lado todo el tiempo”.

Respecto a si tomarán acciones legales contra el hotel y el shopping, Valeria adelantó. “No lo haremos. Entendemos el desconocimiento de la ley, pero cuando llegamos con el carnet del perro, con la ley impresa y los certificados médicos que indican que el nene lo necesita y no nos dejaron ingresar; o en otros lugares nos hicieron esperar más de media hora cuando Julián no puede esperar porque se pone nervioso e inquieto. Es algo que deben rever y ojalá esto que pasó logre que ninguna otra puerta se cierre a las personas que necesitan a su perro de asistencia”, concluyó.
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