Tenía un corazón agotado en contradictoria convivencia con sus jóvenes 30 años y toda una vida por delante que la invitaba a seguir latiendo cada minuto. Una insuficiencia cardíaca aguda la puso en emergencia nacional para un trasplante de corazón y la gravedad del caso la llevó a ser internada en la terapia intensiva de la Fundación Favaloro en Buenos Aires, y a ser inducida al coma para conectarle un corazón artificial. Noelia murió lejos de su Rosario de Lerma natal, pero estuvo acompañada por su esposo Ramiro quién nunca perdió las esperanzas de que ella volviera a casa, donde la esperaban sus dos niños de 5 y 6 años. La familia informó sobre su muerte el sábado por la noche y aseguraron en medio del desconsuelo, que la joven “la peleó hasta el final”.
También remarcaron un deseo: que la historia de Noelia sirva para motivar a que más personas sean donantes de órganos, ya que esta actitud generosa que nace de la muerte, da segundas oportunidades a otras personas y salva vidas. De ahí el lema: “Los órganos no van al cielo”.