
Opeka es un cura misionero de la congregación de San Vicente de Paúl que desde hace 50 años se radicó en Madagascar para ayudar a revertir la pobreza.

"Me enteré que era candidato al Premio Nobel de la Paz a través de los medios de comunicación", aseguró el religioso en diálogo con Radio Rivadavia.
En ese contexto, se mostró "sorprendido" por su nominación, en la que se resalta su obra en Madagascar.
"Me sorprendió que la gente haya podido ver que nuestro movimiento de solidaridad, de compromiso social humano con los más pobres es algo que vale la pena imitar y hacer resaltar en el mundo", comentó Opeka, de 72 años.
Y agregó: "Nunca podremos aceptar a esta pobreza que mata a fuego pequeño a los más pobres", al tiempo que deslizó que el asistencialismo no es la solución y planteó que "la educación, el trabajo y la disciplina" son requisitos fundamentales para que la gente pueda mejorar sus condiciones de vida.

Sí lamentó el aumento de la pobreza en el país y dijo que con "tanta riqueza" que existe en la Argentina, con "tanta agricultura" se podría "dar de comer a toda África".
"Cuando salí de la Argentina había solo un 3 por ciento de pobres. Esto fue en 1978", aseveró.
Con su vocación solidaria, Opeka pidió públicamente "ayuda" para la representación de la asociación Akamasoa presente en Zárate y en Campana, provincia de Buenos Aires.
Opeka es conocido en el mundo como "la Madre Teresa con pantalones" y también como "el albañil de Dios".
Con ayuda del exterior y el trabajo de la gente de Madagascar, comenzó a fundar pequeños poblados, escuelas, dispensarios, pequeñas empresas y hasta un hospital.

"En 1968, tenía 20 años cuando decidí ser sacerdote y quería imitar a Jesús, el amigo de los pobres, que dio su vida por los pobres", expresó.
Y añadió: "En ese momento recibí una carta que decía que necesitaban voluntarios para la misión de Madagascar. Entonces dije, ´vamos para allá´. No porque quería ir al África, no porque quería ver pobres exóticos, sino porque vivían de una manera que a mí me chocó".
"Cuando me fui de Argentina lloré, porque me fui de un pueblo, de una tierra que amaba y a la Argentina le llevo en mi corazón", subrayó.
El sacerdote relató que al llegar a Antananarivo, la capital de Madagascar, se encontró con personas que comían de un basural, situado en una cantera de la cual se sacaron las piedras que fueron usadas por cada uno de los jefes de familia para construir luego sus propias viviendas.
