"Todos los maestros somos felices de ejercer nuestra profesión y hacemos un gran esfuerzo para que nuestros niños reciban la mejor calidad de educación", indicó la docente.
Y resaltó: "En el campo la vida es un poco más complicada, por las distancias, accesos, caminos, hay zonas muy desfavorables y cuando llueve todo se complejiza".
Al estar alejadas de las ciudades, en el campo las escuelas son el centro de la comunidad, muchas veces no hay comisarías cerca, ni iglesias entonces las personas toman como referencia la escuelita.
"La relación con la familia es muy distinta que en la ciudad, los padres siempre se ofrecen para ayudar a reparar cosas, auxiliarte si te pasa algo de camino y sobre todo son respetuosos", señaló. En este sentido contó que "también las familias saben que cuentan con los maestros, en mi caso como volvía a la ciudad, ellos me encargaban cosas que necesitaban como hacerles cargas virtuales en el celular, remedios, comprar diferentes cosas, etc".
Dar clases en zonas rurales
"Los niños del campo son diferentes, son muy respetuosos y cariñosos, van contentos a la escuela porque es el único lugar donde se encuentran con sus amigos", relató Testabruna.Y continuó: "Esperan con ansias ir a clases, casi no se pelean. Siempre son pocos alumnos por escuela, hay veces que hay entre 10 y 20".
"Los alumnos son muy cariñosos y eso reconforta", reflexiono.
"Con el correr del tiempo la vida se fue modernizando, antes era muy difícil tener señal de celular, debíamos subirnos al techo, pero luego colocaron antenas y fue más fácil. Nos mandaron elementos electrónicos, pero nunca pudimos conseguir que nos pongan internet", culminó la docente.